¡Que diga, el FMI, si es Madurista!
Más allá de las valoraciones personales sobre el FMI, que las tengo, hay algo de lo que el mayor organismo de legitimación de este orden mundial en términos de referencia económica no puede sustraerse, y tiene que ver con los números duros que, más allá de que en algunos casos puedan ser manipulables o modificados en variables que no resulten escandalosas a favor de tal o cual interés -recordemos que la imparcialidad es un ideal del que adolece el mundo real-, tienen que atenerse a la verdad y respetar determinada metodología.
Al respecto, a la hora de pensar el intento de ironía en el título, lo que voy a tomar son los números que difundió el FMI en un informe1 y que, luego de analizar los índices notoriamente descendentes de la inflación en Venezuela -se puede bajar la inflación sin ajustar a los jubilados, les aviso-, ha calificado a Venezuela como el líder en la lista de las economías con mayor crecimiento de América Latina para 2024, con un aumento del 4 por ciento. También destacó a otros tres países sudamericanos entre los cinco primeros: Paraguay, con un crecimiento del 3,8%, Uruguay, con un 3,7%, y Perú, con un 2,5% y el top 5 se completa con México, que espera un crecimiento del 2,4 por ciento. Cómo verán, las inclinaciones políticas de cada uno de los países mencionados son bien diferentes, y sus políticas económicas se pueden calificar como divergentes. No obstante, lo que queda de manifiesto, es que Venezuela, en contra de los exabruptos infundados de la oposición, está creciendo a un ritmo constante.
Venezuela, como el mundo entero en esta era de hiperglobalización, no es ajena a los vaivenes del orden político mundial, y los condicionamientos que tiene todos los países que en mayor o menor grado dependen de las regalías de los frutos de sus entrañas, impactan en sus tasas de desarrollo. Ya en la década del 60, en su texto coescrito con Enzo Faletto2, el expresidente brasileño con tendencias filomarxistas devenido en neoliberal, Fernando Henrique Cardoso, estudiaba y argumentaba sobre los condicionamientos que tenían los países de Nuestra América en un mundo totalizante. Para dar un ejemplo, el año pasado, luego del aligeramiento de las sanciones y el bloqueo impuesto por EE.UU. -debido, como sabemos, al conflicto bélico acaecido en los bordes de Europa-, el crecimiento del PBI de la tierra de Bolívar fue del 2,6%, apalancado por un repunte del 9,4 del sector petrolero y un 1,9 del resto de los sectores productivos. Desconocer los impedimentos para el desarrollo que generan los bloqueos es, en cierta manera, falsear el análisis de tal o cual coyuntura político-económica.
Por otro lado, la inflación viene descendiendo desde el año pasado, y en mayo de este año se ubicó en el 1,5%, con un acumulado hasta el quinto mes del año en 7,9%, registrando el valor más bajo en comparación del mismo período desde el año 2014, luego de haber alcanzado un ápice del 125,8 en mayo de 2018.
Pero lo que se desprende de estos números que no terminan de reflejar cómo se sentía y cómo se siente el pueblo venezolano en los diferentes momentos mensurados, es que el mejoramiento de los números duros puede provenir de diferentes recorridos, y que tras el mero valor se movilizan políticas públicas desde el Estado -ya sea para fortificarlo o para destruirlo- que tienen impacto en la vida cotidiana de las personas.
La pregunta que surge, más allá de la buena performance de la política económica del gobierno de Maduro en estos tiempos, es si el fin de alcanzar números auspiciosos pueden encubrir cualquier tipo de medios para conseguirlos. No es lo mismo alcanzar un déficit cero en la economía con una población sumida en la pobreza y la indigencia, que lograr un registro más modesto, pero incluyendo en el sistema al total de la población. Para el caso, incluso, queda demostrado que se puede estar a la cabeza del pelotón de crecimiento manteniendo el máximo posible de independencia, dignidad internacional y empatía con el conjunto de la población al cual se gobierna mediante voto democrático.
Dentro de un mes y medio habrá elecciones en los pagos de Simón, Jeannette y el Puma Rodríguez, y la continuidad del mejoramiento de la economía reside en que la/os venezolana/os piensen sesudamente si el proyecto merece continuidad o se prueba otro rumbo que, en otras latitudes, ha demostrado ser nocivo para las grandes mayorías -incluida una clase media de voto más volátil-. Para el 28 de julio falta muy poco, y el 29 podremos saber si la/os electores votan sobre seguro o se inclinan por una oposición cuyas promesas pueden inflarse como un pez globo, ya que, como reza el teorema de Baglini, su rol de oposición y lejanía del poder le permite proponer casi cualquier cosa con tal de ganar un voto.
- https://x.com/FMInoticias/status/1781733458907132318
- Cardoso, Fernando Henrique y Enzo Faletto: Dependencia y desarrollo en América Latina. Siglo XXI. Bs. As. 1977.