Senadora colombiana: “Como dice el Papa Francisco la Tercera Guerra Mundial ya empezó”
En el marco de la II reunión de la CELAC Social, llevada a cabo en Tegucigalpa entre los días 27 y 29 de junio, se reunió el Grupo de Puebla a tener una jornada de trabajo. En ese ámbito, AGENCIA PACO URONDO entrevistó a la senadora colombiana Clara López Obregón, electa por la coalición Pacto Histórico que, a su vez, llevó a la presidencia a Gustavo Petro.
APU: ¿Cómo experimenta la emergencia las nuevas derechas en el mundo y en el continente?
C. L. O.: Bueno, en primer lugar, debo decir que sí son nuevas derechas. Ha habido un cambio en su actuar y en su pensamiento. En su actuar han pasado, por lo menos en América Latina, del golpe militar, de la violación tremenda de los derechos humanos, de todo aquel que osara criticar o resistir o exigir del régimen los derechos básicos sociales, a la educación, al agua potable, a un camino. Reprimían la inconformidad social y política con la bota dura del militarismo. Eso con la caída del muro de Berlín pasó de moda y el ascenso de los derechos humanos, que ha sido una gran conquista de la humanidad a partir del año 49, pero empezaron como a llegar por acá en este siglo.
Y entonces pasaron al golpe blando, del golpe fuerte, del golpe duro al golpe blando, lo que los norteamericanos llaman el Lawfare o la guerra jurídica. Y es que, como a partir del año 2000 empezaron a llegar por elección popular presidentes de orientación progresista, de orientación de izquierda, pues no los querían ver en el poder. O sea, a ellos les gusta la democracia, pero de verdad no la practican y son profundamente antidemocráticos, porque la democracia es legítima solamente cuando ellos están mandando.
Entonces llegó la famosa ola progresista de comienzos del siglo XXI y ellos procedieron a sacarlos del poder por una conjunción de medidas judiciales, jurídicas, mediáticas, orientadas en doble faceta. Desprestigiarlos para afectar su legitimidad y su capacidad de acción, y eventualmente sacarlos con una cantidad de subterfugios y sabotajes de carácter judicial y político, como fue el golpe blando que le hicieron a Dilma Rousseff cuando la sacaron de la presidencia por una razón baladí, pero bastó una votación en el Congreso y se perdió la presidencia para el PT, que abrió el camino para la persecución de Lula, que terminó siendo desechada por la Corte Suprema de Justicia y hoy lo tenemos de presidente de Brasil, pero él iba a ser el presidente cuando eligieron a Bolsonaro. O sea que la táctica tuvo efecto.
Si usted mira la seguidilla de presidentes progresistas del continente que fueron víctimas de golpes duros, de golpes blandos, la lista es larga. Ahora estamos en Honduras conmemorando los 15 años del golpe a Zelaya -el de Zelaya fue el segundo golpe, porque el primero fue el que hicieron contra Hugo Chávez en el año 2002- pero fueron viendo que es mejor la mimetización política y judicial, un golpe como el que le dieron a Lula como candidato. Podemos ver lo que le pasó a Castillo en Perú, a Lugo en Paraguay, a Evo Morales en medio de una elección, incluso con el apoyo de la OEA que, gracias a Dios, ha corregido sus fechorías, porque esta vez sí se pronunciaron en contra del golpe contra Arce. Lo que vemos es una derecha que se arropa en la democracia, pero que es profundamente antidemocrática.
¿Y qué le permite hacer eso? El relato. Es una derecha que ha descubierto que la mejor manera de hacer esto es mediante el rechazo de la memoria, el olvido de la historia. Ellos afirman “eso no tiene nada que ver con nosotros”. Lo dicen a pesar de que son la herencia de esa derecha golpista, violadora de los derechos humanos que conocimos en los años 80 y 90.
Lo que nos está pasando en Colombia, es que hay una herencia dramática en nuestro país, que se denomina la democracia más antigua de América Latina, pero bajo esa democracia, durante las épocas de los golpes del cono sur y después, nosotros tuvimos más desaparecidos, más asesinatos selectivos, que todos los países del cono sur sumados; es decir, más que Chile, Argentina, Uruguay y Paraguay juntos, pero nosotros éramos una democracia. Creo que en Colombia es donde se ha hecho el mejor experimento de lo que venimos conversando.
Cualquier cosa que ocurra en Colombia, ya sea una situación de violencia, de conflicto armado, de narcotráfico, el planteamiento que hacen es que es culpa de Petro. La nueva derecha no mira hacia atrás, ellos no tienen culpa de nada, todo es culpa del presente. Entonces, la disputa por la memoria, la disputa por la historia, está en el centro del avance de las nuevas derechas, y como tienen todo el poder mediático que los acompaña, ellos se presentan como puros, ellos son inocentes, ellos son demócratas, ellos creen en la separación de poderes, ellos, en fin, son todo lo bueno y todo lo malo son los gobiernos progresistas, que están gobernando o aspirando a gobernar. Y lo hacen con una desfachatez de mentiras y de falsas verdades y de posverdades, amplificadas por unos medios de comunicación que hacen parte de todo el andamiaje de la estructura de los factores reales de poder en la sociedad.
APU: Y ante eso, ¿cuál sería la respuesta que puede dar el sector progresista, el Grupo de Puebla en particular?
C. L. O.: Nosotros, en el Grupo de Puebla tenemos una serie de documentos y declaraciones. Los integrantes del Grupo de Puebla son dirigentes de valía, es como un club de expresidentes, de exministros, de exparlamentarios, y varios otros en ejercicio, pero principalmente gente que ha ejercido posiciones de poder en su carácter de progresistas, y algunos han sido víctimas de todos estos golpes blandos y del Lawfare. Hemos venido generando un cuerpo doctrinario, compartido, y entre ellos hay un documento que a mí me llama especialmente la atención, que son las Bases para un modelo solidario de desarrollo1. Obvio, cada país lo adapta de acuerdo con su propia idiosincrasia, necesidades y particularidades.
En ese documento, como su nombre lo indica, se encuentra la solidaridad como un tema central, porque el neoliberalismo, que defienden todos los de la nueva derecha y lo radicalizan, plantean que el individuo tiene que valerse por sí solo, que cada cual es responsable por su propia situación y que si no pudo conseguir empleo es porque no hizo suficiente esfuerzo. Cuando nosotros sabemos que lo que hizo el neoliberalismo en nuestros países fue generar la incapacidad de generar verdadero empleo, porque con los tratados de libre comercio le entregaron el mercado interno a la competencia internacional. Y con la privatización del Estado se acabó la red social básica que estaba apenas en proceso de construcción, que es lo básico para darle lo mínimo al ser humano. El modelo solidario de desarrollo tiene que ser una bandera en la boca de todos estos dirigentes en la medida en que la disputa por la memoria se dirime en el campo político. Por otro lado, en el campo económico y social la disputa gira en torno de definir qué es la libertad.
Yo le he escuchado al presidente Milei decir que él es libertario, pero entonces uno dice, bueno, yo toda la vida he sido libertario. Entonces, ¿cómo es? Tenemos, pues, dos definiciones muy distintas de libertad: ellos tienen la libertad de mercado a ultranza basada en el ánimo de lucro y en el egoísmo que, como decía Adam Smith, es un vicio privado que se vuelve una virtud pública. Eso no es otra cosa que ideología. La libertad de mercado no puede acabar con las libertades esenciales del ser humano. Y esas libertades esenciales se deben proteger a través de un modelo que contenga principios de solidaridad, de comunidad y de participación política, que produzca la intervención del Estado para corregir todas esas aberraciones que produce el mercado que, en última instancia, solo genera concentración de riqueza, de ingresos y de poder en manos de pocos con una inmensa mayoría en las dificultades que hemos visto.
Esa intervención estatal implica una tributación justa, porque una sociedad que no cobre los impuestos necesarios no puede garantizar los derechos. Y ese modelo solidario de desarrollo está bajo esos principios de que cada ser humano es único, tiene su dignidad en comunidad y tenemos que, como sociedad, garantizar que nadie esté por debajo de un nivel básico, serio, de poder desarrollar sus capacidades, esas capacidades que reclaman tanto los neoliberales y que hacen que la persona pueda valerse por sí misma.
Pero eso es un bien social, es la herencia cultural de todo ese bagaje ético de la cristiandad que se resume en las Siete Obras de la Misericordia2. Los derechos naturales fueron positivizados e incorporados en todas nuestras constituciones a partir del siglo XIX. Pero la gran obra del siglo XX, que es el Estado Social de Derecho, ese sí que las nuevas derechas no lo comparten. Nosotros tenemos que ser pregoneros de esas ideas y explicarle a la gente que esas son las verdaderas diferencias. Libertad de mercado por encima de la libertad individual de las personas para poder tomar sus decisiones, porque el que no tiene nada en el estómago no es una persona libre. En lo económico yo diría que eso es fundamental para la concepción de un modelo autónomo propio de desarrollo.
Por otra parte, en lo político, en el Grupo de Puebla, en todo el progresismo internacional se tiene que promover una ciudadanía activa. El presidente Petro ha llamado a un proceso constituyente que tiene a la derecha escandalizada. Arguyen que somos antidemocráticos, que nos queremos reelegir. No, es un proceso de concientización de poder popular. Para que no nos arrebaten en las próximas elecciones lo que hemos venido construyendo en estos escasos dos años de gobierno en materia de cambio social.
En ese sentido hay que observar el proceso de México. El presidente Manuel López Obrador, Morena y sus aliados conformaron un espacio de los trabajadores, ecologista y han logrado una mayoría tremenda a través de un buen gobierno y de una buena organización de formación política y de participación social. ¿Y sabe lo que salió en CNN? Que esas mayorías que sacó Morena van en contra de la separación de poderes. Eso no es democrático.
Esas nuevas derechas de las que hablamos creen en una democracia desligada del poder popular. Desligada del pueblo. Promueven una abstracción de la separación de poderes, de las elecciones formales. Pero no que el pueblo decida, que en esencia es lo que quiere decir la palabra democracia. La promoción real de esa democracia lo podemos hacer desde nuestros espacios: el Grupo de Puebla, la Internacional Progresista, el Foro de São Paulo. Todos ellos tienen dirigencias muy respetadas en el campo progresista. Y nuestra labor es pregonar, formar ciudadanía, formar poder popular para defendernos de estos partidos de la nueva derecha libertaria que, en el fondo, son los partidos del capital.
APU: Cuando usted habla de Internacional Progresista, pienso que en América Latina hay necesidades que impone la cotidianidad, los problemas que son estructurales de nuestro continente, y que no son necesariamente los del mundo. ¿Cuáles son los puntos de contacto del Grupo de Puebla con la Internacional Progresista?
C. L. O.: Son organizaciones de índoles muy distintas. El Grupo de Puebla es como una especie de grupo de pensamiento-acción para la integración latinoamericana. Porque eso es lo que nos va a fortalecer para poder jugar un papel importante como continente, como región en el mundo. Obviamente hablando de la soberanía de Nuestra América. Y la Internacional Progresista une dirigentes provenientes en mayor parte de los sectores sociales, aunque también políticos. Yo estuve recientemente en la reunión del Consejo de la Internacional Progresista, el cual fue elegido el año pasado, y su composición es extraordinaria. Procesos sociales de campesinos en la India, de mujeres kurdas, de dirigentes de la soberanía en Filipinas. En fin, es como dos estadios que se abrazan pero que tienen objetivos distintos. El uno es regional, latinoamericanista. El otro es más de amplio espectro de lo social, lo alternativo. Pero ambos tienen como base el principio de solidaridad.
APU: Yendo a la coyuntura política de su país ¿cuáles son las principales dificultades que tiene el presidente Petro de acá en más?
C. L. O.: El principal es comenzar un proceso constituyente para ampliar el poder popular. Porque Petro llega a la presidencia liderando un frente amplio, el Pacto Histórico, que agrupó a toda la izquierda y sumó a partidos de centro-izquierda del espectro político. Ganamos por un estrecho margen y la correlación de fuerzas ha sido muy equilibrada durante todo el proceso. Entonces no tenemos mayorías en el Congreso de la República.
Allí hay dos problemas de fondo. La incomprensión de los propios y el abuso de los contradictores. Entonces, frente a los propios, sí, estamos en el gobierno, pero somos minoría en el Congreso y no conformamos un bloque que acepte compromisos. Nos pasó con la reforma a la educación. El proyecto de ley estatutaria que necesitaba mayorías calificadas consagraba el derecho fundamental a la educación desde preescolar hasta la universidad, y en la Comisión Constitucional, tan minoría éramos que no podíamos ni siquiera bloquear el proyecto contrario que, aprovechando, propuso un modelo privatizador y antisindical. Nosotros llegamos a una estrategia que consistía en sacarlo de la Comisión y dejar todas las constancias para rehacer, si se pudiese, la ponencia del proyecto y, de todas maneras, dar la discusión en la plenaria donde teníamos ya más fuerza, y consagrar el derecho sin renunciar a que la educación pública sea la única que financia el Estado y la educación privada, que la financie el sector privado; no puede ser que el sector público también financie la educación privada. Era uno de los temas contenciosos.
Pero no nos acompañaron. Yo presenté todas las proposiciones del sector de la educación, de la formación para el trabajo, porque yo no era ponente. Y estábamos avanzando en la discusión, pero nos dimos cuenta de que no iba a ninguna parte. Y claro que los otros tampoco querían, los de la derecha también vieron que les íbamos a ganar. Entonces eso acabó en que no hubo negociación y se hundió el proyecto. Ahora tenemos que volver a empezar. Y es muy triste porque la educación como derecho fundamental es una conquista necesaria, pendiente.
Lo mismo con la salud. A nosotros nos montaron el régimen de Pinochet. Lo que ha sido la democracia de más larga duración de América Latina, termina siendo una democracia de mentiras. A nosotros nos montaron todo lo que requirió el golpe de Pinochet en Chile para instaurar el neoliberalismo a sangre y fuego. A nosotros nos lo hicieron arrebatándole la vida hasta a un partido político completo que fue la Unión Patriótica. Hay aún mucha represión y un congreso de mayorías de la derecha. Por ello, nosotros tenemos un sistema de salud como el de Chile, que no es un derecho, es un negocio. Y eso fue imposible. Ya cuando estaba saliendo de la comisión una mayoría de legisladores de la derecha archivaron el proyecto argumentando que era inconveniente. Y dijimos, pues si tienen las mayorías para archivar, tienen las mayorías para mejorar, a ver, ¿cuál es el problema? El problema es que no tenían ni tienen una propuesta alternativa distinta, y de esa manera, el sistema de salud de Colombia no resiste. Sumado a lo costoso que es prestar un buen servicio de salud, si además hay que darle semejante cantidad de plata al sector privado para sus ganancias y sus filtraciones, no hay sistema que aguante. Ese es otro derecho pendiente.
No obstante, avanzamos en tensiones. No todo lo que se quiere, pero ahí vamos. Y está pendiente la reforma laboral. Se han recuperado en lo que va de la discusión de derechos individuales. Por ejemplo, con la jornada diurna, que la habían extendido hasta las 22 Hs. Cuando yo fui ministra3 logré bajarla a una hora, y ahora se redujo a las 19 Hs. Eso implica que ahora se cobran horas extras y el recargo nocturno. En términos generales va bien la parte del derecho individual, un poco más de estabilidad laboral. Pero eso sí, no dan el brazo a torcer con el derecho colectivo, que es el democrático. Allí aún no tuvimos la fuerza política para hacerlo.
Para resumir, ¿qué se necesita? En Colombia se necesita elegir no solamente presidentes, sino un congreso mayoritario. Y tener un congreso mayoritario no significa que se vaya a avasallar al otro, siempre tiene que haber discusión. Nosotros tenemos que respetar también el criterio de la minoría. Pero no puede ocurrir lo que nos está pasando, que una minoría le esté imponiendo el programa al presidente tratando de desprestigiarlo. Y eso se lograría con una reforma constitucional. ¿Y qué se necesita para lograr la reforma? Una reforma política. Nosotros presentamos una reforma política que, entre muchas propuestas, incluye que la financiación de las campañas electorales sea financiada solamente por el Estado. Hoy en día, con toda esa financiación privada los conflictos de intereses son insuperables. Y ni hablar de la plata del narcotráfico y de la corrupción. Sería mucho más austera la campaña, pero mucho más equilibrada entre las partes. Y sería más fácil de vigilar si se están metiendo dineros non-sanctos en las campañas. Una campaña de costo razonable permite que se exprese mejor la democracia. Hoy lo que se expresa es el poder de quién tiene más plata. Y entonces el que tiene más plata no es necesariamente el más progresista. Todo lo contrario.
APU: ¿Y cuáles son los requerimientos constitucionales para lograr la reforma?
C. L. O.: La mayoría calificada, que es la mitad más uno de los integrantes de una y otra Cámara. Pero esa reforma en particular no es muy popular entre nuestros colegas porque todos tienen sus nichos de financiación, de apoyo. Por ejemplo, lo que tumbó la reforma de la salud fueron los intereses creados de unas intermediarias en salud que se inventaron con la ley en los años 90 que instaló en Colombia el neoliberalismo a ultranza
El fondo del asunto es que, si se logra una buena reforma electoral, política, que amplíe la posibilidad de participación ciudadana y que no le otorgue más fuerza al dinero financiando a la política, pues se puede avanzar muchísimo.
APU: En este momento hay una guerra en los bordes de Europa; en Gaza están haciendo un genocidio. Todavía el continente, con sus bemoles, sigue siendo un continente de paz. ¿Usted cree que hay intereses y peligro de que se instale un conflicto armado en la región?
C. L. O.: Dios quiera que no sea acertado lo que estoy planteando, pero yo creo que la Tercera Guerra Mundial, como dice el Papa Francisco, ya empezó. Y se despliega donde salte la liebre. Ya vino un submarino nuclear y una flota de los rusos a pasear por el Caribe, en Cuba. Los Estados Unidos ya no son hegemónicos como antes, entonces son más peligrosos. Y el ascenso de China nos está moviendo las placas tectónicas de la geopolítica. Cómo dice Marco Enríquez-Ominami, uno de nuestros colegas del Grupo de Puebla, el mejor papel que puede jugar el mundo en desarrollo, el sur global, los Brics, consiste en la no alineación activa. Y la no alineación activa radica, primero, en que todo este continente tiene que seguir siendo una región libre de armas nucleares -ojalá a Milei no se le ocurra introducirlas-. Y segundo, hay que jugar una no alineación activa en función de desarticular los conflictos donde se vayan presentando. Por ejemplo, nuestro presidente Petro ha sido muy activo en poner en agenda el tema de Palestina e Israel desde antes de que empezara la guerra. Él estaba llamando a Naciones Unidas a que se volviera sobre el tema porque era clarísimo el peligro de una conflagración que se puede llegar a extender. Y ha sido muy activo rompiendo relaciones con Israel, e invitó a todo el mundo a que rompa relaciones hasta que cese el fuego. No podemos ser testigos como humanidad de un genocidio que, además, va ampliándose.
Nuestro papel tiene que consistir en esa no alineación activa de la solución pacífica de conflictos en favor de tratar de respetar lo que queda del orden internacional, el que consagra la libre determinación de los pueblos y el principio de no intervención. Porque esa no alineación, creo, es la que puede ayudar a que no haya un conflicto grande entre los poderes, algo que sería devastador para la humanidad.
1 - https://www.grupodepuebla.org/modelosolidariodedesarrollo/
2 - Dar de comer al hambriento. Dar de beber al sediento. Visitar a los enfermos. Vestir al desnudo.
Dar posada al peregrino. Redimir al cautivo. Enterrar a los muertos.
2 – Clara López Obrador fue ministra de trabajo durante el último período del gobierno de Juan Manuel Santos, entre el 25 de abril de 2016 y 5 de mayo de 2017.