La Plaza del 25: un relato de ficción
Salgo temprano. El barrio está tranquilo pero yo no camino igual. Estoy apurada. Se me caen las llaves de la mano. En el colectivo veo la primera remera alusiva. El resto disimula pero en varias cabezas resuena la misma canción.
Llego a la Plaza muy temprano para buscar lugar, ya quedan pocos estratégicos.
Me ubico y espero; solo queda esperar. Enumero mis opciones con cada conocido que me cruzo y me dan opiniones distintas. De la primera siempre dicen "Ojalá, pero no creo".
La Plaza ya está llena. No llego a ver dónde termina la gente y ya es la hora. Ingresan varias filas de militantes al escenario. Sube Cristina.
Primero se escuchan gritos indescifrables, hasta el aire está saturado. La gente se empieza a mirar entre sí para acomodar el canto hasta que alguien se anima a elegir el que todxs quieren cantar. Pre-si-den-taaaa, CRISTINA PRESIDENTA. En la segunda estrofa las voces se multiplican. Nadie duda, a nadie le da culpa la exigencia. CRISTINA PRESIDENTA. Nadie se acuerda de la carta ni de la comprensión de texto. Ya nadie se pertenece.
Cristina sonríe hasta que el clamor baja y comienza su discurso. Habla de la justicia, de la militancia y del amor. Habla mucho del amor. Dice que nos quiere mucho y que por eso no puede permitir que el peronismo pierda, que no es que no quiera ser presidenta. Se escucha una chica gritar “Vamos a pelear por vos”. Tan alto se escucha que desencadena la segunda ola de cantos. No hace falta que se sume nadie, todxs empezamos a cantar al mismo tiempo. PRESIDENTA, CRISTINA PRESIDENTA. Se repite una y otra y otra vez.
PRESIDENTA, CRISTINA PRESIDENTA. No es un canto es una oración. Ya no canta la militancia, le está rezando el pueblo. CRISTINA PRESIDENTA. Se repite y se repite. Cristina no puede retomar el discurso, no la dejamos. Baja la cabeza unos segundos para tapar las lágrimas. Ese gesto congela el aire. Se recompone, nos mira y dice:
“Compañeros, compañeras. Sin ustedes no puedo. Si me acompañan, si damos la batalla juntos voy a ir hasta el final. El poder judicial se va a tener que enfrentar al pueblo”.
La Plaza explota, nos abrazamos sin conocernos, somos parte de lo mismo. Nadie se queda en casa. Todas las calles son ocupadas y de fondo empieza a sonar la marcha.