2019: cuando fuimos (aún más) conservadores, por Juan Manuel Ciucci
Por Juan Manuel Ciucci
Foto: M.A.F.I.A.
Hay que ganar. Hay que ganar. Hay que ganar. Parece un mantra de la militancia en ésta época. Hay que ganar. Respuesta a todo lo que intente plantear una discrepancia con los modos políticos del pasado. Hay que ganar. Por si alguien critica que la unidad sea cada día más barrosa, con personajes que ya no se sabe qué representan. Hay que ganar. Por si las pibas se ponen intensas y siguen jodiendo con el aborto y sus derechos. Ahora no. Hay que ganar. Después vemos.
La salida del 2015 nos había puesto críticos y altivos, y una de las respuestas al terror que nos implantó el neoliberalismo cambiario fue pensar los modos del regreso. En qué la habíamos pifiado, cómo podíamos ser una opción superadora incluso de nuestro pasado, qué errores no debíamos volver a cometer. Ahora no. Hay que ganar.
En estos años resistentes se organizaron algunas movidas populares para enfrentar la devastación macrista. Desde los gremios oponiéndose a los despidos, o las/os ciudadanas/os contra los tarifazos o la anulación de leyes que habían sido conquistadas, o la resistencia callejera contra las leyes de saqueo presentadas en el Congreso, o la denuncia de las ilegales detenciones a las/os presas/os políticas/os. Esa acción militante generó expectativas de una nueva acción política que deje por fuera a tibios y retardatarios, en vías de la profundización futura que sin duda íbamos a tener que encarar si volvíamos al poder. Ahora no. Hay que ganar.
El 2018 presentó la emergencia ya innegable del movimiento de mujeres (y cuerpas disidentes) que ocupó las calles reclamando por sus derechos. Que con la acción colectiva demostró que se podía salir del tedio impuesto por las castas políticas y que otro mundo es no sólo posible, sino urgente. Que el patriarcado caerá más temprano que tarde, o viviremos en la barbarie. Que el 2019 encontraría a los partidos políticos ante el aprieto de asumir esa agenda, con el recambio y la renovación que serían irreversibles. Ahora no. Hay que ganar.
La necesidad del fin de esta experiencia de una derecha cambiaria, en lugar de permitirnos profundizar nuestras diferencias con el status quo y demostrar que otro modelo de país es la única salida que nos queda, nos ha puesto infantilmente conservadores. Queremos ganar desesperadamente, y eso hace que se pueda/quiera explicar todo desde ahí. Quienes ganan ante este escenario son quienes temen perder alguna vez sus privilegios, y operan para que la unidad que desmorone al macrismo sea lo suficientemente conservadora como para no afectar sus intereses. Lo peor es que haya tanto compañero ansioso por que así sea, tragando sapos con fruición y siempre dispuesto a explicar porqué debe(mos) hacerlo.
Así, el escenario electoral se muestra muy pobre, esperando por candidatas/os más clásicos que modernos, con alguna que otra apuesta que no parece mover tanto el avispero. Queda la confianza en la conducción de Cristina, que pueda amalgamar y avanzar profundizando. Queda una vez más la preocupante certeza de que en las bases aún no sabemos expresar las necesidades que el Pueblo atraviesa. Seguimos sin construir nuevas propuestas, sin presentar nuevas opciones, sin reclamar acciones futuras. Solo esperamos ganar, "como sea", con "mucha unidad". Tamaña falta de estrategia huele por momentos a una nueva derrota. Pero quedan también los más intensos meses de este 2019 para encarar de otra manera la batalla venidera. Quizás no estén del todo jugadas las cartas, quizás nos quede alguna confianza en ser capaces de desbaratar sus sueños de un cambio para que nada pueda cambiar.