Kicillof gobernador, una victoria de la militancia, por José Cornejo
Por José Cornejo Pérez*
Foto de Joaquín Smidt: AK en un acto en la localidad bonaerense de Trenque Lauquen
En el peor momento de las finanzas kirchneristas, asumió como ministro Axel Kicillof (AK). Durante 2013, el dólar había acumulado un peligroso atraso cambiario (es decir, la moneda estadounidense se había abaratado, agudizando la fuga de capitales). Aquel dólar estaba parcialmente contenido por un impopular control de cambios que la prensa oligopólica bautizó “cepo cambiario”. Para peor, se había perdido la elección de medio término y la presidenta no podía renovar. AK asumió el 20 de noviembre y en enero de 2014 (un mes y medio después) le tocó devaluar 23% el peso.
Hoy estos números son risibles, considerando que el macrismo llevó el dólar oficial (el “blue” o ilegal sigue existiendo) de $9,93 a $45,30. Es decir: 353% más. Pero en aquel momento fue un duro golpe para la legitimidad del gobierno y también de la militancia. Ahí tenían un cuadro de La Cámpora, responsable de la pérdida del poder adquisitivo, para estigmatizar la participación política.
Llegó el macrismo que venía “a cerrar la grieta”. A demostrar que el populismo con su estatalismo había asfixiado las fuerzas productivas de la Nación, y liberadas estas, íbamos a entrar en la senda del “desarrollo sustentable”. Bueno, lo más parecido que se liberó fue el Ragnarok, el Apocalipsis nórdico . Y al igual que la curva de imagen de la expresidenta, el exministro de Economía comenzó a remontar en todas las encuestas. ¡Volvé inflación del Congreso, te perdonamos!
Pero si fuera solamente una cuestión técnica, de gestión, muchos otros ministros tendrían su imagen. Pasaron por la cartera: Roberto Lavagna (2003-2005), Felisa Miceli (2005-2007), Miguel Peirano (2007), el autor de la resolución 125 Martín Lousteau (2007-2008), Carlos Fernández (2008-2009), Amado Boudou (2009-2011), Guido Lorenzino (2011-2013) y finalmente Kicillof. Todos tuvieron un mejor contexto que el último ministro y sin embargo solo dos intentan mantener una carrera política, inexitosa hasta el momento: Lavagna y el ahora macrista Lousteau.
¿Por qué Kicillof puede alcanzar la primera magistratura bonaerense? Por militante. La derrota no lo escondió en una consultora. Siguiendo las enseñanzas de los Tupamaros, que iban a las plazas orientales con el termo bajo el brazo a preguntarles a los vecinos qué errores habían cometido, Axel convocó sus propias plazas militantes. Una tras otra, sin parar. Viajando en un Renault Clío plateado con uno o dos compañeros nomás.
Un ejemplo: recientemente estuvo en un pueblo de la Sexta Sección electoral, la más remota de la provincia. El panadero del centro de Laprida, radical como todo pequeño burgués del interior que se precie, lo invitó a pasar y le explicó que la crisis estaba a punto de hacerle cerrar su emprendimiento centenario. Ni la dictadura, ni la híper alfonsinista, ni el 2001. La revolución del cambio está a punto de llevarlo puesto. Pacientemente Axel lo escuchó y le explicó la importancia del mercado interno, que el hábil comerciante compartió inmediatamente. Vecino por vecino, localidad por localidad.
La militancia en su laberinto
La candidatura de Kicillof con altas chances de ganar al segundo Poder Ejecutivo más importante del país viene a proponer una salida al laberinto de la militancia. Este tema requiere más desarrollo, pero sintéticamente: desde 1983 los y las militantes construyeron organizaciones con arquitectura leninista, en espejo con aquellas de los 70s. Organizaciones donde estaba mal visto que sus integrantes tengan un perfil público. Pero hay una diferencia dramática con aquel entonces. Antes de 1983, la democracia no tenía mayor valor. Se movía según los militares interpretaban la amenaza a la propiedad privada. Desde entonces, hay que ganar elecciones. La diferencia es de esta magnitud: entre organizaciones militares semiclandestinas a aquellas que tienen que tener candidatos famosos.
Junto a Kicillof llega una generación de militantes que disputa electorados masivos. Un repaso arbitrario en distritos de mucha población: los intendentes electos de Ushuaia (Walter Vuoto), Mercedes (Juan Ustarroz), Santa Rosa (Luciano Di Napoli) y la referencia de Florencia Saintout en La Plata, Mayra Mendoza en Quilmes, Fernanda Raverta en Mar del Plata, Federico Susbielles en Bahía Blanca, Juan Fabiani en Almirante Brown. Esto sin contar los incontables legisladores nacionales y provinciales, entre los que se cuentan el mismo Máximo Kirchner, Andrés Larroque, Eduardo De Pedro y la senadora mendocina Anabel Fernández Sagasti.
Lo notable de estos militantes es la condición pluriclasista del fenómeno. Si bien los y las mencionadas provienen de clases medias de origen europeo, con fuerte sesgo universitario, en todos los casos han triunfado con el voto de los sectores medios bajos y bajos. En fuerte contraste con los candidatos de la clase media y media alta gorila. Desde Antonio Gramsci en adelante se sabe que es menos importante la clase a la que uno pertenece que a la que representa. El dato que Kicillof tenga además ascendencia judía, tal como lo subrayó el diario La Nación, demuestra lo trascendente de este encuentro social.
No busco afirmar en este texto que una política de masas (entendida como electoral) sea un lecho de rosas. Exige transigir con los valores de una democracia liberal en un capitalismo decadente a nivel mundial y mucho más en su periferia. Pero las organizaciones militantes debemos hacer un aprendizaje sobre la conquista del Estado en esta etapa, para no entregarle los resortes gubernamentales a los gendarmes de la rentabilidad trasnacional.
* Director Agencia Paco Urondo. Titular del cátedra Géneros y Formatos, Facultad de Periodismo y Comunicación Social, UNLP.