Un mazazo que obliga a priorizar la agenda social
Por Enrique de la Calle y Santiago Asorey
El triunfo del macrismo en casi todo el país marcó la noche negra del campo popular en el domingo de elecciones (el peronismo perdió en 18 provincias). Con el correr de los días habrá más posibilidades para profundizar sobre cuál fue el mensaje del pueblo argentino, que el Gobierno deberá recoger de cara a las complejísimas elecciones de noviembre.
Por lo pronto, algunos breves apuntes para pensar de cara a los resultados electorales. Señalábamos en el editorial de AGENCIA PACO URONDO por el primer año de la gestión de Alberto Fernández las graves dificultades económicas que enfrentaba el Gobierno nacional (y sufría el pueblo argentino), condicionado por la doble pandemia, la del coronavirus y la macrista, que dejó una fenomenal crisis de deuda externa.
Sin embargo, el oficialismo subestimó la complejidad del problema económico y su impacto sobre una delicadísima situación social. Para enfrentar la pandemia, el Gobierno buscó alternativas que pusieran "plata en el bolsillo" de la gente pero que fueron insuficientes, sobre todo en la base electoral del propio peronismo. La implementación de programas limitados se combinó con una recuperación económica que todavía no toma velocidad e ingresos que siguen por debajo de la inflación. El aumento de precios superará el 50% en 2021, mientras el poder adquisitivo no para de caer desde...¡2016! (con excepción de 2017).
Durante los dos años de gestión, el equipo económico buscó trabajar sobre un ordenamiento de la macroeconomía (mientras negocia con el FMI), marcada por la restricción externa, que tensiona sobre el valor del dólar. Esa restricción pone límites al propio crecimiento económico. Sin embargo, esa preocupación descuidó la cuestión interna, en severa crisis desde hace ya muchos años. El país tiene un desempleo de dos dígitos y la pobreza alcanza al 45%.
Es evidente, entonces, que fueron los factores económicos los que marcaron el resultado de la elección. Pero a esos problemas económicos se sumaron errores de todo tipo, desde la gestión (por citar dos ejemplo: monotributistas recibieron una deuda retroactiva por decisión de la AFIP; se permitieron importaciones de autos de lujo con reservas por el piso) hasta la política, muy marcada por una idiosincracia progresista.
Al respecto, reflexionamos en el artículo "El problema de la superioridad moral de cierto progresismo alfonsinista" sobre los riesgos de construir una línea política que desvincule la praxis política del resultado y se conforme con la testimonialidad. En esa concepción no importarían los resultados sino tener razón; la verdad moral por sobre la efectividad de las medidas. En ese sentido, el problema de la reivindicación que realizan determinados dirigentes oficialistas sobre el alfonsinismo es doble. Por un lado, hace mella sobre aquellos sectores del peronismo que confluyen en nuestra fuerza y que no se ven reflejados en las concepciones alfonsinistas. Por otro lado, por cierta pose que privilegia la testimonialidad como valor en sí mismo, lo que explica que se valore una gestión (la de Alfonsín) absolutamente desastrosa desde cualquier indicador social o económico.
La derrota electoral se transformará en una crisis política. Sin embargo, no es la primera vez que el peronismo pierde una elección de medio término en los últimos 15 años. Puede haber vida después de la derrota (así pasó en 2009 y 2017). Para eso, el gobierno deberá trabajar con mucha mayor claridad sobre la agenda económica y social, la única primordial con un país con los indicadores actuales. Porque si el Frente de Todos no es el gobierno de la "producción y el trabajo", como prometió en la campaña de 2019, es lógico que la gente busque alternativas.