El kirchnerismo debe reivindicar a Rucci
Por Horacio Bustingorry
El sábado 25 de septiembre se cumplieron 37 años del asesinato de José Ignacio Rucci. El aniversario brindó la oportunidad para que sectores enfrentados al kirchnerismo reivindiquen la figura del ex secretario general de la CGT y cuestionen al gobierno nacional. Los argumentos esgrimidos por estos sectores para defender a Rucci son similares a los planteos que sostiene Ceferino Reato en su libro “Operación Traviata.” Reato cuestiona la política de Derechos Humanos del kirchnerismo ofreciendo una interpretación del asesinato de Rucci que reedita la teoría de los dos demonios. El autor sostiene que la muerte del sindicalista puede entenderse como un crimen de lesa humanidad porque fue realizado por miembros del gobierno de Oscar Bidegain a través de recursos estatales.
Durante muchos años Aníbal y Claudia Rucci dieron por sentado que a su padre lo había asesinado la Alianza Anticomunista Argentina y, gracias a ello, cobraron en 1998, la indemnización que la ley 24.411 otorga los familiares de las víctimas de la Triple A y de la última dictadura militar. Sin embargo, luego de la publicación del libro, los hermanos Rucci se presentaron en la Justicia acompañados de su abogado patrocinante, el ex ministro bonaerense y ex camarista Jorge Casanova, a pedir la reapertura de la causa archivada desde 1988. El juez federal Ariel Lijo dio lugar al pedido, aceptó que los hijos de Rucci sean querellantes y tomó declaración testimonial a Reato al efecto de que aporte elementos en la causa.
Reato afirma en su libro que el asesinato de Rucci es un caso de Terrorismo de Estado realizado bajo el amparo del gobierno de Oscar Bidegain. Si la Justicia acepta esa interpretación, los autores del hecho correrían el riesgo de ser juzgados y condenados. La persecución podría caer sobre algunas figuras que hoy son parte del proyecto kirchnerista. Pero eso no es todo y Reato extrema un poco más su interpretación. Para el autor, el asesinato del dirigente es una muestra cabal de la tradición autoritaria del kirchnerismo. El razonamiento es el siguiente: el gobierno actual proviene de los Montoneros. Esta organización, por su carácter autoritario e intolerante, asesinó a Rucci. Por ende, toda acción del gobierno nacional tendrá una impronta autoritaria. Bajo ese prisma las retenciones agropecuarias, la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la reestatización de las AFJP, la creación del fondo del Bicentenario, la investigación sobre Papel Prensa, son todas medidas de un gobierno despótico que no admite la disidencia y fomenta la intolerancia. El origen montonero del kirchnerismo sería la causa de su enfrentamiento con el campo, con la oposición, con los medios de comunicación, etc.
Algunos integrantes del Peronismo Federal, avalando esta interpretación, realizaron en Rosario el sábado pasado un acto en memoria de Rucci. Participaron del cónclave figuras como el empresario Francisco De Narváez, el sindicalista amigo de la Sociedad Rural, Gerónimo Venegas y Felipe Solá. La plana mayor del peronismo propatronal opositor al kirchnerismo utilizó como excusa la figura de Rucci para atacar al gobierno nacional. Mención aparte merece la actitud penosa y lastimosa de Claudia Rucci, quien al participar del encuentro, ligó la figura de su padre con una expresión política enemiga de los trabajadores. En el acto estuvo totalmente ausente la reivindicación del proyecto político que supo representar el dirigente metalúrgico.
Precisamente, ese aspecto es silenciado en Operación Traviata. Reato termina infamando la figura de Rucci porque niega su programa y su accionar político. Al autor sólo le interesa presentar al sindicalista como víctima de Montoneros -y por ende- del gobierno actual. En las páginas del libro no hay reivindicación de ningún proyecto, sólo la compasión interesada por un muerto. No podría ser de otra manera, pues la tradición viva del pensamiento y la práctica de Rucci, actualmente, sólo la encarna el kirchnerismo. El sustento de la afirmación se desprende del análisis de la gestión kirchnerista. Es verdad que ciertos rasgos del gobierno nacional pueden entenderse a partir de lo que algunos denominan setentismo. Mucho de sus cuadros en los 70 militaban en la Tendencia y la izquierda peronista. Sin embargo, el gobierno también expresa otras tradiciones del campo popular, cuyo denominador común ha sido la resistencia al neoliberalismo en la década del 90. Entre ellas se ubica lo mejor de nuestra dirigencia sindical -representada en aquél entonces por Hugo Moyano y el MTA- que siempre llevó como estandarte la figura de Rucci.
El setentismo que se le endilga al kirchnerismo como expresión de la militancia de la izquierda peronista de los 70 es un aspecto que no agota su carácter. El gobierno nacional practica otro tipo de setentismo, quizás más importante pero que ha recibido menos prensa. Las dos últimas administraciones presidenciales retomaron la experiencia de gestión estatal llevada a cabo por el peronismo y sus aliados desde 1973. Una experiencia en la que el sindicalismo peronista cumplió un rol destacado.
Apéndice: el programa sindical de 1973 y su influencia en el kirchnerismo
El plan que comenzó aplicarse en 1973 contenía un programa de distribución de la riqueza a favor de los trabajadores. La dirigencia sindical con José Rucci a la cabeza firmó el programa y apoyó medidas tales como la fuerte regulación de las empresas extranjeras, la nacionalización de los depósitos bancarios, el control de precios de numerosos artículos y la comercialización estatal de carnes y granos. En 1974 la CGT llevó la legislación laboral en beneficio de los trabajadores a su punto máximo histórico impulsando la sanción de la Ley de Contrato de Trabajo. En 1975 el sindicalismo heredero de Rucci denunció el accionar delictivo de las cámaras patronales agropecuarias que venían impulsando sucesivos lock out para repudiar la política de precios implementada.
Los gobiernos de Néstor y Cristina retomaron varios aspectos de la gestión estatal del programa del FREJULI. Es ahí donde reside la causa y el origen de las confrontaciones que el gobierno mantuvo en los últimos años, y no en el mentado origen montonero de los dos últimos presidentes. Los enfrentamientos no derivaron de un estilo confrontador poco apto para el consenso sino de los interesados afectados. La confrontación es la consecuencia lógica cuando un gobierno decide enfrentar al poder económico y poner el Estado al servicio de los intereses populares. El kirchnerismo vuelve a plantear aspectos importantes del programa de 1973, que en su momento fueron avalados y defendidos por Rucci, y que hoy son considerados autoritarios. Por ejemplo, la Ley 20.680 de Abastecimiento, sancionada en 1974, que el actual Secretario de Comercio Interior Guillermo Moreno utilizó en diversas ocasiones para denunciar y sancionar las prácticas patronales antiobreras, es presentada por los grandes medios como testimonio de la dictadura kirchnerista.
Asimismo la dirigencia sindical conducida por Hugo Moyano impulsó la reapertura de las paritarias, la eliminación de la tablita de Machinea y sus gravámenes sobre el salario, la anulación de la Ley Banelco y su reemplazo por la Ley 25.877 que permitió nuevamente la convocatoria al Consejo del Salario. Estas medidas favorable a los trabajadores y reivindicadas por todo el arco kirchnerista se entroncan con lo mejor de la práctica del sindicalismo que supo encarnar José Ignacio Rucci. Es evidente entonces, que periodistas como Joaquín Morales Solá lloran lágrimas de cocodrilo cuando reivindican al líder metalúrgico. Las banderas que Rucci encarnó hoy las continúa el actual conductor de la CGT, Hugo Moyano. Sin embargo, estos comunicadores sociales critican el acaparamiento de poder del dirigente camionero, sus propuestas “perniciosas que alejan las inversiones” y su “intolerancia” frente a los empresarios.
Quiénes abrevan en esta mirada están fascinados por el Rucci enfrentado a la Tendencia. Pero no soportarían jamás al dirigente gremial que puso lo mejor de sí al servicio del proyecto nacional. No aceptan un Estado Interventor que distribuya, entre los que menos tienen la riqueza que acaparan unos pocos. No toleran que se intente recrear las políticas distributivas que encarnó el FREJULI en los 70 y que Rucci apoyó fervorosamente. Sólo se apropian de una figura a la que han vaciado de contenido. Por esta razón, los supuestos defensores de Rucci, que hoy atacan con odio visceral al gobierno, nunca van a retomar realmente sus banderas de lucha. El auténtico Rucci, el dirigente sindical que peleó siempre a favor de los intereses populares jamás podrá ser representado por quienes nada bueno tienen que ofrecer al movimiento obrero. El kirchnerismo debe reivindicar a Rucci.