"Potenciar la organización gremial requiere imaginar nuevas institucionalidades populares"
Por Nahuel Placanica
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo estructuró la investigación para el libro?
Paula Abal Medina: Venía trabajando desde hacía algunos años alrededor de problemáticas afines: grandes establecimientos empresarios, con concentración de trabajadores en un mismo espacio físico, con fuerte presencia de trabajadores jóvenes y con la representación sindical ejercida por sindicato de empleados de comercio. Me interesaba mucho poder comprender las experiencias de trabajo en grandes empresas por parte de quienes se socializaban laboralmente, por primera vez, en un capitalismo de nueva fase ya consolidado.
Una enseñanza muy evidente pero que vale la pena reiterar es que no se trata del gran capitalismo, así con mayúscula, monolítico y fusionado, si no de pensar los núcleos comunes y a la vez las formas heterogéneas de lograr la transformación de fuerza de trabajo en trabajo efectivo, porque en esa plasticidad residió siempre la fortaleza del capitalismo.
Esto es muy importante porque tiene consecuencias políticas ya que entonces no se puede hacer sindicalismo del mismo modo en todas las empresas, ni en todos los encadenamientos de trabajo. Son los lugares de trabajo, en tanto espacio vivos, los que realmente pueden informar, al sindicalismo cómo se construye fuerza trabajadora. Entonces se vuelve imperativa la organización de los trabajadores, las comisiones internas y las coordinaciones de delegados por las cadenas invisibles de la tercerización. La distancia entre la comisión directiva de los sindicatos y sus edificios y las comisiones internas y los lugares de trabajo, ya no se explica sólo por los procesos de burocratización. Se trata también de una distancia potenciada por la opacidad del capitalismo financiero trasnacional, por su lógica de enredo, de caja negra, cuyo denominador común es la transferencia de ingresos y seguridades desde el trabajo al capital concentrado trasnacional.
Entonces resulta más determinante que nunca la recuperación de los delegados y las comisiones internas porque son quienes pueden reconstruir y llevar realidad de la trama productiva a los espacios sindicales. Pueden hilvanar fuerzas y necesitan más que nunca de estructuras sindicales poderosas que los preserven de persecuciones y despidos discriminatorios que caracterizan a las empresas en este tiempo.
Potenciar la organización gremial requiere imaginar nuevas institucionalidades populares, encarar una suerte de pasaje desde la urdimbre al entramado popular, que no se construye con voluntarismos, hay que potenciar coincidencias entre sectores que tienen denominadores comunes, canalizar en este proceso la fuerza histórica acumulada por la institucionalidad sindical, reconocer la riqueza política del otro movimiento obrero y también aprovechar la fuerza desde arriba de este momento político.
APU: ¿A qué se refiere con "institucionalidades populares"?
PAM: Lo que hay que reconstruir como saber popular primero y después como forma política es la cadena de subordinaciones del capital para luego transformar la existencia atomizada entre cada fábrica, taller, galpón, fondo de casa, subsidiarias, empresas desdobladas en razones sociales varias, contratistas, proveedoras, sucursales … en lo que antes denominaba entramado popular.
Lo que hoy me parece que ocurre es que el Movimiento Obrero Organizado parece un poco blindado sin capacidad para reconocer la realidad social, política, territorial y cultural del Otro Movimiento Obrero.
Además, si sólo se organizan en paralelo estos trabajadoresdesde la debilidad institucional que hoy tienen y, por el otro lado la fortaleza de los trabajadores con más capacidad de ampararse en las viejas institucionalidades no me parece que construyamos acumulación y fuerza social. Pero realmente es complejo.
En la teoría cuando se definen las mutaciones del mundo trabajador a partir de la nueva fase del capitalismo, digo del capitalismo este financiero y trasnacional, algunos dijeron así de manera estruendosa, la tapa de un libro que se vendía en los supermercados y fue una suerte de bestseller de época intensamente neoliberal, con letras rojas y grandes, decía: FIN DEL TRABAJO. Así: una sentencia sobre las mayorías sociales formulada como un designio irreversible.
Tremendo, hablo de Jeremy Rifkin. Sin exagerar prácticamente señalaba que había que potenciar el tercer sector o construir cárceles para los millones de pobres del mundo que no tendrían trabajo. Frente a este planteo arrasador se construían otras lecturas, se pensaban alternativas hasta lo que Gorz llamó “utopías concretas” refiriendo a la posibilidad de arrancar una utopía a la técnica y construir las sociedades liberadas del trabajo, sociedades de la cultura. Sociedades en las cuales no se institucionalizaran las desigualdades entre hiperactivos, sus servidores y excluidos; por el contrario se trataba de distribuir igualitariamente el trabajo remunerado entre todos y liberar igualitariamente a todos del mismo. Bueno, el planteo es más complejo y largo. La forma más concreta, creo yo, bajo la cual se plasmó algo de esto es la reducción de las jornadas. Entiendo que tendieron a fracasar frente al modo trasnacional de gobierno de las corporaciones empresarias.
En fin, más allá de esta discusión, propia de los años noventa, es interesante como en los dos mil la discusión más que en torno al desempleado y al excluido, se da alrededor de la noción de precariado. No se acabó el trabajo, se transformó la forma de acumulación del capital y entonces también se transformaron las experiencias de trabajo y asoma un nuevo sujeto. Pero lo más llamativo es que algunos sostienen ahora, con mucha sintonía con Rifkin, que el precariado es la clase peligrosa. Pienso por ejemplo en el libro de Guy Standing. En la tapa aparecen dos jóvenes sin rostro sentados en la calle, vestidos igual, algo que en jerga local se traduciría como los ni-ni.Que son también definidos así y se insiste en la necesidad de atender este foco de peligrosidad.
Pienso que sectores ligados al papa, actualmente, contestan de forma audible y con poder performativo estas representaciones reaccionaras. Dicen, decía el propio Francisco hace poco: el pobre padece y también lucha, reclama, se organiza. Padece y lucha. Dice también los pobres tienen derechos, incluso habla de la reforma agraria como derecho y deber moral.
Es interesante porque se articula un campo de debate novedoso porque una enunciación legitimada, desde la cúspide de la iglesia católica, dice“los pobres padecen y se organizan y tienen derechos esenciales que son la tierra, el techo y el trabajo”.
Por un lado el pobre peligroso, el ni-ni y las soluciones represivas centradas en el problema de la inseguridad; y por el otro se planta esta otra enunciación: el pobre que padece, se organiza y tiene derechos. Bueno, no quiero ser tan esquemática. Pero son dos discursos de sectores poderosos. En muchos momentos de la historia tuvieron posiciones y representaciones mucho más armoniosas entre sí, más comunes.
Pienso que en este marco la izquierda de la tradición nacional-popular, que me parece es una parte del kirchnerismo, y sectores de izquierda podrían construir puntos de encuentro con esta representación del pobre.
Profundizando en las coincidencias como dicen los grandes cuadros del peronismo para reponer también que no se trata del Dios del Dinero versus la persona, el ser humano. Se trata, para ser muy terrenal, del accionar de empresas trasnacionales, de los buitres, del orden mundial, de los sojeros, de los mineros, de los nuevos imperialismos, de los narcos, etc. Y con ello la necesidad de pensar cómo la organización del pobre, del precariado, del otro movimiento obrero, a mí me resulta mejor llamarlo así, se organiza ya no mediante el voluntarismo, sino con una nueva forma política,que implica un trabajo colectivo muy complejo para definir qué institucionalidad popular.Y que significa un cambio respecto del sindicato creado por y para el denominado movimiento obrero organizado.
Pienso que el primer peronismo logró enormes transformaciones porque supo interpretar el otro movimiento obrero, el del ‘45. Así es que cuando el 17 de octubre algunos sectores de izquierda no los reconocían como trabajadores y los llamaban “los desclasados” y afirmaban que aquellos millones no eran parte del auténtico proletariado argentino, Perón, el peronismo, una izquierda nacional como la de Scalabrini Ortiz, los reconoció como tales y, en esa fuerza de ida y vuelta, se construyó la forma política que impulsó las transformaciones: sindicalismo de afiliación masiva, comisiones internas, delegado tocando el silbato y parando la fábrica, sindicato por rama de actividad, con personería gremial, con estructuras fuertes y poderosas; luego las grandes movilizaciones, la plaza de mayo como espacio en el cual la clase se resignificaba en lo popular, de industrialización con protagonismo de los trabajadores, con conducción estatal y disputa con sectores empresarios, de actor empresario nacional con la CGE y el proyecto Gelbard, y ese tan tensa articulación entre la dimensión nacional y la dimensión clasista de las luchas por la liberación.
Agencia Paco Urondo: ¿Cómo se comportan los Estados frente a estas empresas a nivel provincial y nacional (teniendo en cuenta otros países)?
PAM: La trama del actual capitalismo involucra esta cuestión de gobiernos empresarios trasnacionales y gobiernos políticos nacionales en relaciones complejas con gobiernos provinciales al interior de un país.
No ha sido el centro de mi investigación pero el poder de extorsión de las grandes empresas sobre los gobiernos políticos es muy grande, así como queda clarito en las afirmaciones de integrantes de cámaras empresarias.
Las trasnacionales del call center presionan sobre los gobiernos: fuimos viendo cómo se fueron localizando en provincia de Buenos Aires, Ciudad de Buenos Aires, Córdoba y cómo de a poco se reinstalaron en otras provincias. Todo supeditado a los “incentivos agresivos” que exigen a los gobiernos.
Fijate, por ejemplo, que en Tucumán pude constatar que se realizaron financiamientos directos a multinacionales destinados a solventar gastos de traslado a empresas que residían en Córdoba y también costos de propaganda, marketing, salarios, alquiler de inmuebles y refacciones. En Mendoza y en Ciudad de Buenos Aires se sucedieron escándalos cuando se trataban en legislaturas proyectos enviados por sus ejecutivos con exenciones impositivas y regímenes especiales que involucraron denuncias de presiones empresarias. Y en Córdoba la normativa habilitó numerosas exenciones y un convenio con cláusulas que obstruían el derecho a manifestarse de los trabajadores.
Luego estas empresas cada vez que se intenta una regulación la boicotean, con recursos jurídicos varios o, antes de su aprobación, en sus merodeos por los despachos de legisladores.
Las necesidades de disminuir el desempleo de una provincia, llevan a transferencias directas desde la recaudación pública hacia estas empresas trasnacionales concentradas. Algunas provincias funcionan como en una subasta levantando la oferta anterior y esparciendo una lógica de intensificación de la desigualdad entre territorios de un mismo país.
Y lo más complejo es que estas empresas pueden irse de un portazo porque son muy volátiles por sus bajísimos niveles de inversión. Por eso se les llama empresas golondrina asimilándolas con los flujos financieros.
En general los países más ponderados de la región por las cámaras de estas empresas son los que tienen continuidad brutal con lo que solemos denominar como neoliberalismo. Por ejemplo Colombia, recuerdo que hablaban de Uribe como de un héroe. Y Uribe diciendo cosas como: “antes en mis visitas a provincias me pedían policías y ejército, ahora me piden un call center”. Patético realmente.