Borges y los recortes en la ciencia

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Borges y los recortes en la ciencia

18 Agosto 2014

Por Leandro Andrini

Jorge Luis Borges en el relato–ensayo "Del rigor de la ciencia" incluido en “El Hacedor”, homónimo a esta sección y al título de esta crítica, nos indica que en un Imperio “el Arte de la Cartografía logró tal Perfección que el mapa de una sola Provincia ocupaba toda una Ciudad, y el mapa del imperio, toda una Provincia. Con el tiempo, esos Mapas Desmesurados no satisficieron y los Colegios de Cartógrafos levantaron un Mapa del Imperio, que tenía el tamaño del Imperio y coincidía puntualmente con él”.

Podemos descubrir en este texto de Borges algo de lo que, con genial maestría, prefiguró en “Funes el Memorioso” donde el tiempo de la memoria es estrictamente biunívoco con el tiempo de vida de lo que se recuerda, por cuanto la contradicción es insalvable y la memoria total un imposible –por decirlo sintéticamente-. La inteligencia de este escritor pone, de esta manera, en consideración el “rigor de la ciencia”: en última instancia la ciencia configura patrones de recorte antes que descripciones acabadas y totales.

Hilda Sabato nos indica que “El video dura 7,44 minutos” y que “En su relato y en su formato, este video distorsiona la historia” [1]. Concedamos que un relato puede distorsionar, pero... ¿un formato distorsionador?... Hay una cuestión de estética que no es menor, y que en H. Sabato suele aparecer como una componente de un patrón conservador (por ejemplo en sus críticas periodísticas a los programas televisivos de difusión de la historia), quien siempre concibe como única clave de interpretación estética un “realismo” a ultranza –que en rigor no deja de ser una parcelación de quien sostiene que así “fue” la realidad-.

Volvamos a Borges, y el “rigor de la ciencia”. Cincuenta y cinco años contienen del orden de 28927000 minutos (si consideramos los bisiestos existentes). Es evidente que el tiempo implica, en sí mismo, un recorte. Se puede argüir que una cosa es el recorte del tiempo, y otra cosa es el de la veracidad histórica contenida en ese recorte temporal; lo que no se puede filtrar es veracidad histórica por discusión política; y realizar esa discusión política sobre invocaciones sin mediar análisis de dato alguno, sino y sencillamente desde la exhortación disciplinar, da origen a dos falacias tales como la de petición de principio y la de autoridad. No debe soslayarse este hecho, porque la falacia es ante todo un error –o la inducción al error- en las formas de pensar/razonar. Y vale aclarar, muchos esclarecidos “izquierdistas” de estos pagos han traficado falacias por dialéctica, y al hacerlas notar, remarcarlas, antojadizamente se remiten a otra falacia: la de acusar de formalismo logicista pre-marxista a quien descubre las trampas involucradas en los modos del discurso.

“El ocultamiento de esta historia” dice H. Sabato quien, en colaboración con otros autores, suscribe que “a lo largo de varias décadas de intensa actividad, este grupo elaboró una imagen del pasado argentino tan consistente que se transformó en sentido común” [2], siendo “este grupo” el de la Nueva Escuela Histórica, quienes desarrollaron con mayor rigor la interpretación que Bartolomé Mitre concibió respecto de lo que es el pasado argentino. Pero la cuestión no queda ahí; se agrega que “cumplieron con eficacia la tarea de ofrecer una ‘historia nacional’ con todas las señales y avales del rigor historiográfico. Crearon las instancias académicas e institucionales que constituyeron en adelante los peldaños de una verdadera profesión histórica” [2].

Es claro, según este dictado, que no tergiversaron ni distorsionaron hechos y mucho menos los ocultaron (vale leer cuánto han dicho y cómo lo han dicho acerca de las matanzas de civiles por el mitrismo –estimadas en más de 50000, incluyendo niños y mujeres-, de la persecución de los caudillos federales que se opusieron a la ciudad puerto único y sus políticas, de las alzadas en contra el gobierno de Santiago Derqui –hasta su destitución y “exilio”, y en consecuencia de la matanza de Cañada de Gómez-, de la sanguinaria decisión sobre Vicente “Chacho” Peñaloza, de la Guerra de la Triple Alianza, entre otros “ocultamientos” y/o distorsiones realizadas por “este grupo”). “Este grupo” nos presentó a su imagen y semejanza una historia única, sin fisuras, sin intereses en pugna (donde los malos fueron siempre los otros, los opositores al mitrismo, y/o al sarmientismo, por cierto muy malos, salvajemente malos), pero cumplieron con eficacia antes que distorsionar, tergiversar u ocultar. H. Sabato no hace más que abonar a estas formas de contar el pasado (de aplanarlo), pero después reclama por lo que ella piensa que es “ocultamiento”.

Podemos ver una crítica, quizás, que se le realiza allí donde se dice que “este grupo” estableció “una estrecha y fluida relación con la élite social y política preocupada por construir una identidad nacional mediante el uso privilegiado de la historia” [1]. Y antes que crítica es toda una declaración sobre los usos de la historia y el rigor de la ciencia.

[1] AA.VV., La Argentina en la escuela. La idea de Nación en los textos escolares,  Buenos Aires: Siglo XXI, 2004.

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