¿Qué pasa con los niños, niñas y adolescentes con un familiar detenido?
Por Manuel Chiavarino y Eduardo Martinez*
Algunxs niños juegan en sus casas y se aburren, hacen la tarea online, miran una película; algunxs corren en su patio y se duermen con un cuento. Otrxs nunca tendrán eso. Porque en esta vida le negamos, como entes constitutivos de esta sociedad, uno de los derechos más sagrados, el de ser niñxs. ¿Cómo repercute en la vida diaria de la niñez tener un padre, una madre o un referente adulto en prisión? De manera sintética, entrecruzando datos estadísticos con experiencias territoriales, intentaremos esbozar una respuesta. Sabiendo, a pesar del impacto del COVID 19, que es importante resaltar la trayectoria pre-pandemia a modo de entender la problemática de estas niñeces como una construcción de años.
La población privada de la libertad aumenta año tras año. Cada vez más familias enfrentan problemas adicionales en su vida cotidiana por el hecho de tener un miembro del hogar en prisión. El estudio de la Deuda Social de la Infancia de la UCA, del año 2019, reveló que en el país hay aproximadamente 146.112 niños, niñas y adolescentes que viven en hogares en los que algún miembro de la familia está en la cárcel. En este contexto la niñez con al menos uno de sus progenitores prisionizados se vio afectada por indicadores de vida significativamente alarmantes.
La Procuración Penitenciaria de la Nación en conjunto con organizaciones sociales que trabajan con familiares de detenidos y detenidas y con el apoyo de UNICEF Argentina, presentaron un informe en diciembre de 2019 en la Cámara de Diputados de la Nación para alertar sobre la magnitud del problema. Entre los principales ejes se destacan los siguientes. Por un lado, se reducen los ingresos económicos en los hogares; según el estudio en el 62% de los casos la persona detenida era el principal aportador económico del hogar. Por otro lado, se incrementan los gastos, ya que las visitas a las cárceles, las consultas en los juzgados y en las defensorías, la necesidad de proveer a los detenidos y detenidas de alimento, vestimenta y medicación, tarjetas telefónicas, etc., implican costos que las familias deben afrontar.
Lxs niñxs, de esos grupos familiares sufren tener un familiar preso, ser de una zona de residencia fuertemente estigmatizada y no poder satisfacer sus necesidades básicas (salud, educación, vivienda, recreación etc). El 17% de las personas detenidas señalaron que sus hijos e hijas no sabían que ellos estaban presos. Prefieren decirles que están trabajando (generalmente en campos) como forma de protección para evitar el sufrimiento. Pasando en limpio: son niñxs pobres, de barrios periféricos y con un familiar detenidx.
“X” tiene 14 años y 3 hermanos (4, 7 y 9 años), sostiene como puede la escuela, entre changas y el cuidado de sus hermanxs. Su padre está detenido en la Unidad número 2 de Sierra Chica. Su madre limpia casas y se ausenta de su hogar más de 10 horas diarias. Se acercaron a FADDET (Familiares de detenidos y detenidas Tandil) en búsqueda de acompañamiento jurídico. Deben alimentarse ellxs y acompañar psicológica y materialmente a su familiar preso (alimentos, gastos de pasajes, vestimenta etc). Por la alta tasa de encarcelamiento masculino (aproximadamente el 95% de la población penitenciaria es hombre) estos patrones se repiten en las trayectorias analizadas. “X” es solo un ejemplo que se fotocopia una y otra vez.
El enorme desafío es garantizar los derechos humanos básicos de estos niñxs, y quien puede realizar ello es el Estado a través de profesionales con gente idónea que sepa afrontar este cotidiano tan complejo que no puede esperar más. Las familias atravesadas por los procesos de encarcelamiento tocan fondo económicamente. Los hogares convivenciales en la provincia de Buenos Aires desbordan de niñxs con medidas de abrigo, mecanismo que fue la regla y no la excepción en el trascurso del 2019. De los datos del organismo de niñez sobresale que el segundo motivo de las medidas de abrigo corresponde a ausencia de adultos responsables, y un sector de niños y niñas se encuentran en situación desconocida. El abordaje e investigación de estas niñeces representa un área de vacancia por su escasa visibilización y atención.
Pecando de optimistas el COVID-19 problematizó trayectorias invisibilizadas y relegadas históricamente. La “prisionización secundaria”, pensando en lxs niñxs con un familiar detenido, es una de ellas. Por otro lado, y claro que no es dato menor, el cambio de gobierno potencia y reabre las esperanzas de que una vez por todas pensemos y accionemos políticas publicas dirigidas a estos sectores tan vulnerados.
Después de todo como decía Eduardo Galeano: “Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños”.
*La nota utiliza lenguaje inclusivo por decisión de los autores.