Milei no la ve: el error estratégico de atacar la ciencia y la tecnología

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    Milei en el Luna Park_Noelia Guevara
    Foto: Noelia Guevara
AJUSTE LIBERTARIO

Milei no la ve: el error estratégico de atacar la ciencia y la tecnología

10 Septiembre 2024

En el reciente discurso de apertura del Foro de Madrid, la cumbre conservadora que se realizó en Buenos Aires, el presidente Javier Milei se refirió a los científicos y científicas como parte de la "casta", que se esconden “canallescamente detrás de la fuerza coactiva del Estado”. Las palabras del presidente son realmente agraviantes y han generado un rechazo unánime de la comunidad. Las declaraciones son también infundadas ya que quienes integramos el sistema científico y universitario argentino hemos accedido a nuestros cargos por concurso y a lo largo de nuestra carrera científica y académica, rendimos cuentas constantemente sobre la pertinencia, calidad y cantidad de nuestro trabajo.

Al sugerir que los investigadores deberíamos "probar nuestra utilidad en el mercado", Milei distorsiona peligrosamente el valor del sistema científico-tecnológico público en la llamada economía del conocimiento. Con estas declaraciones, el presidente Milei no solo agravia a quienes hacemos ciencia y tecnología, sino que comete un grave error al desestimar la importancia fundamental que tiene la ciencia en nuestra sociedad. Creo que es importante analizar este aspecto del discurso, ya que quién comete estos errores conceptuales es el presidente de la Nación, a quién debemos exigir no solamente respeto hacia la ciudadanía, sino también responsabilidad y coherencia en las políticas de estado que pretende llevar adelante.

El valor estratégico del conocimiento en la sociedad

La visión estrecha que Milei pretende imponer sobre las lógicas del mercado aplicada al conocimiento es no solo errónea, sino también peligrosa. El conocimiento no es un simple bien de consumo que se pueda comprar y vender, se trata de un recurso estratégico que determina la capacidad de una nación para ser independiente, innovadora y competitiva en el escenario global. Suele decirse que el conocimiento es poder, y como tal, motivo de fuertes disputas geopolíticas. Hay saberes no se pueden adquirir porque no están a la venta, especialmente en aquellas áreas que son clave para la soberanía y el desarrollo tecnológico de un país. También hay saberes que hay que construir para resolver problemas que son locales, propios de nuestra sociedad, que no interesan al mercado. Un presidente debe comprender que el conocimiento es un pilar estratégico de las naciones, no un producto más que se puede adquirir según las reglas de oferta y demanda.

Desmantelamiento y fuga de Cerebros: el Plan de Milei para destruir el futuro de Argentina

Las palabras despectivas de Milei hacia los trabajadores tienen su correlato en ataques concretos a las instituciones de ciencia y tecnología nacionales. Su administración ha impulsado una serie de medidas que han socavado gravemente el sistema científico del país. Estas incluyen la subejecución del presupuesto en áreas de Ciencia, el desmantelamiento del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y el desfinanciamiento de las universidades públicas. Además, se han suspendido obras de infraestructura y de equipamiento científico-tecnológico, y se ha producido un despido de personal contratado y el congelamiento de la planta del CONICET, con sueldos que están por debajo de la línea de pobreza. La Agencia Nacional de Promoción de la Investigación, el Desarrollo Tecnológico y la Innovación está paralizada, habiendo dejado de financiar proyectos ya aprobados y discontinuado la actualización en el pago de proyectos que están en ejecución. La investigación agropecuaria e industrial del INTA e INTI se ha paralizado, y se han suspendido proyectos estratégicos en CONAE, como el plan satelital, y en CNEA, como el plan nuclear. Las consecuencias de estas acciones tendrán efectos devastadores.

Argentina ha demostrado en diversas ocasiones sus capacidades en el ámbito científico. Una forma de demostrar la fortaleza y calidad del sistema es destacar que Argentina es uno de los pocos países de América Latina en contar con cinco Premios Nobel, tres de los cuales están relacionados directamente con la ciencia y la medicina, todos ellos con fuertes lazos con la universidad y el sistema científico público. Sin embargo, resulta irónico que un presidente que ha sugerido en varias ocasiones que él mismo debiera ser galardonado con el Premio Nobel de Economía, desprecie tan abiertamente el conocimiento generado en nuestro país. Quizás, este desprecio revele un complejo de inferioridad, un resentimiento hacia aquellos que, a través del trabajo y el esfuerzo, han logrado reconocimiento y prestigio, algo que Milei, en su búsqueda de validación académica de sus ideas, parece no haber alcanzado a pesar de los numerosos y asimismo poco rigurosos premios internacionales recibidos recientemente.

En estos nueve meses de gobierno, el impacto de estas políticas aplicadas por Milei está teniendo un efecto devastador para el futuro inmediato de la ciencia y la tecnología en Argentina. Las capacidades de recursos humanos formados en nuestras universidades, con altísima calidad académica a lo largo de años de inversión y esfuerzo individual y colectivo, se verán gravemente afectadas. Muchos de estos profesionales, ante la falta de oportunidades y el desmantelamiento del sistema científico, se ven forzados a emigrar en busca de mejores condiciones en otros países. Este fenómeno de "fuga de cerebros," que ya hemos sufrido en el pasado, amenaza con despojar a Argentina de recursos y talentos muy valiosos, comprometiendo gravemente nuestra capacidad de innovar, desarrollarnos y resolver los problemas urgentes que enfrenta la sociedad. La sociedad ha invertido en la formación de estos recursos humanos calificados. Con cada persona formada que se va del país por falta de oportunidades locales, Argentina queda rezagada en el escenario global, perdiendo la posibilidad de construir un futuro próspero y soberano. Es inadmisible que propiciar la “fuga de cerebros” parezca ser la única política de Milei respecto del sector.

Un modelo de país que atrasa y expulsa recursos humanos

El modelo que propone Milei para la política de ciencia tiene su correlato en un modelo de país con una economía primarizada, que se apoya en la explotación de recursos naturales como la minería, el agro, el gas y el petróleo. Este enfoque, que aprovecha las ventajas comparativas de Argentina (ejemplificadas en la figura de “granero del mundo”) puede parecer atractivo a corto plazo, pero es insostenible tanto ambientalmente como a largo plazo. Las actividades extractivas generan empleos de baja calidad, con escaso valor agregado y, además, provocan un impacto negativo en el medio ambiente, comprometiendo el bienestar de las futuras generaciones. Es este un modelo de país para pocos, que deja afuera a la gran mayoría de la población, la generación de conocimiento no es necesaria, queda excluida de las variables de análisis.

Por otro lado, existe un modelo de país que se basa los aportes de la ciencia y la tecnología como motores para agregar valor a la producción y generar riqueza a través del conocimiento. Este enfoque no solo crea empleos de alta calidad y mejor remunerados, sino que también permite desarrollar industrias más sofisticadas y competitivas a nivel global. El dilema que Milei plantea entre Estado y mercado en el desarrollo científico y tecnológico es falso: no se trata de uno u otro de forma excluyente. Todos los países promueven la inversión pública en ciencia y tecnología, ejerciendo un rol central en la definición de prioridades y regulación en formas de desarrollo que el mercado complementa y aprovecha.

Además, la ciencia es fundamental para abordar y resolver problemas críticos del país, como la seguridad alimentaria, la producción pública de medicamentos, la salud, la energía, la vivienda, problemas sociales urgentes como el abuso de drogas y la seguridad. Un país que invierte en ciencia y tecnología, que conoce su propia historia y puede pensarse como sociedad, que favorece las expresiones culturales y artísticas, puede diversificar su economía, reducir su dependencia de los recursos naturales, y fomentar un desarrollo sostenible que beneficie a toda la sociedad.

El huevo de la serpiente: privatización en Ciencia y Tecnología

La destrucción del sistema público de ciencia y tecnología en Argentina se presenta bajo la forma de "ahorro" para el Estado, otra variable de ajuste en la búsqueda del déficit cero. Sin embargo, este "ahorro" es mínimo y a un costo enorme. En 2023, la inversión pública en CyT representó solo el 0,34% del PBI, un valor muy por debajo de la media mundial. Además, el sector privado argentino ha contribuido históricamente con apenas un 0,2% del PBI a la inversión en CyT, lo que revela que la reducción de la participación estatal no sería compensada por una mayor inversión privada. Este panorama de escasa inversión privada, contrario a la creencia de que la presencia estatal inhibe la inversión privada, resalta la importancia del rol del Estado en mantener y fomentar el desarrollo científico y tecnológico. Si el Estado decide recortar o eliminar sus aportes a CyT, no será el sector privado quien pueda llenar ese vacío, dejando al país en una situación de dependencia tecnológica y pérdida de soberanía en áreas estratégicas. Un estadista no puede desconocer esta realidad, por lo tanto Milei muestra un nivel enorme de cinismo cuando a la par de desfinanciar al sistema de ciencia manda a los científicos a que demostremos nuestra utilidad en el mercado.

A partir de la aprobación de la denominada Ley Bases, se habilitan iniciativas para la privatización empresas con participación estatal, muchas de las cuales están estrechamente vinculadas con el complejo de CyT del país. Estas empresas aportan enormemente al producto bruto interno en rubros de alto valor agregado, integrando pequeñas y medianas empresas a sus cadenas de valor. Son ejemplos exitosos de sustitución de importaciones y generación de divisas, y también son centros de capacitación de personal altamente calificado. La privatización de estas empresas no solo afectará la economía del país, sino que comprometerá su capacidad para mantenerse competitivo en áreas clave para el desarrollo científico y tecnológico.

La puesta a remate de estas "joyas de la abuela", no solo representa una pérdida de control sobre sectores estratégicos, sino que también podría resultar en la extranjerización del conocimiento generado en el país, lo que conduciría a un retroceso significativo en el desarrollo nacional.

La batalla cultural y política

Es así que Milei intenta justificar simbólicamente sus políticas, creando un sentido negativo hacia las instituciones públicas, ante todo forma de presencia del Estado. Su discurso no es simplemente una crítica aislada a los “ñoquis del Conicet y las universidades”; es una generalización que busca erosionar la confianza en todo el sistema público, incluyendo a la ciencia y tecnología del país. Al hacerlo, no solo pone en duda el valor de las universidades y el CONICET, sino que cuestiona la razón misma de su existencia: ¿Para qué queremos universidades? ¿Para qué sirve el CONICET?

La respuesta a este ataque debe ser colectiva y contundente, debe superar el reclamo sectorial. Es fundamental que entendamos lo que está en juego. Se trata de decidir si seremos una nación soberana, capaz de generar el conocimiento necesario para valernos por nosotros mismos, o si nos resignaremos a ser meros exportadores de materias primas, dependiendo de los avances tecnológicos y científicos que nos quieran vender los países centrales. La pandemia de COVID-19 dejó en claro que un sistema robusto de ciencia y tecnología es esencial para enfrentar desafíos globales y asegurar un desarrollo con inclusión.

Las universidades nacionales son espacios de ampliación de derechos y de movilidad social ascendente. Son lugares donde se genera conocimiento que mejora la vida de millones de personas y donde se forman las futuras generaciones de profesionales que construirán el país que queremos. Si renunciamos a esto, estaremos condenando a la Argentina a un futuro de dependencia y exclusión.

Un llamado a defender el futuro de Argentina

En definitiva, estamos ante una disputa de sentido sobre el modelo de país que deseamos construir. Por un lado, un país donde el conocimiento esté al servicio de las necesidades de la mayoría, donde la educación y la ciencia sean derechos garantizados por el Estado. Por otro lado, el modelo que promueve Milei, donde el conocimiento es un bien de mercado, accesible solo para quienes puedan pagarlo, y donde los trabajadores del Estado son vistos como un lastre. Este es un modelo que nos condenaría a una economía primarizada, dependiente de la explotación de recursos naturales, con poca capacidad para generar valor agregado y nula para resolver los problemas urgentes que nos aquejan. Más temprano que tarde este plan retrógrado de Milei mostrará sus limitaciones y finalmente su fracaso, ya lo hemos visto a lo largo de la historia.

Hoy defender la ciencia, la educación y la tecnología es defender el futuro de nuestra nación. No permitamos que se impongan discursos que desprestigian el trabajo y el aporte de nuestros científicos. No podemos renunciar al anhelo de construir una Argentina inclusiva, soberana y próspera, donde el conocimiento sea un bien común y donde podamos desarrollar un modelo de país basado en la ciencia, la tecnología y la innovación, con una economía diversificada y sustentable que beneficie a toda la sociedad.

* El autor es decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la Universidad Nacional de La Plata e investigador principal de CONICET