Eva Perón y los poetas
A lo largo de la historia argentina son numerosas las mujeres que se destacaron, pero ninguna de ellas ha despertado tanta pasión en el pueblo como es el caso de Eva Perón, quien fuera para los desheredados “la dama de la esperanza”.
Esta mujer desde su modesto y humilde origen alcanzó el rango más alto que una persona puede desear: meterse en el corazón del pueblo trabajador. Es que se entregó en un todo plena de vitalidad y de amor.
Los poetas, trovadores, rimadores desde distintos lugares del país se sintieron inspirados por esta mujer y la plasmaron en versos.
El poeta y dramaturgo entrerriano, José María Fernández Unsain, la describe: “Miradla como está, leve y hermosa / seda en la piel y trigo en el cabello / y en los ojos oscuros el destello / Ahí está manteniendo su penuria / su dura lucha sobre la ancha tierra / porque la patria es su primera guerra/la patria es su ternura y es su furia”.
Las agotadoras jornadas que lleva adelante Eva para realizar su acción de reparación es registrada por el poeta e historiador Fermín Chávez: “Eva Perón, señora, es una brasa joven / que se queda hasta el alba para encender el día / Eva Perón, señora, tiene el corazón claro / corazón al alcance de tu mano y la mía”.
El poeta y periodista bonaerense Pedro Larocca en sus versos señala la predestinación de Eva al decir: “Tomó su cruz y a los humildes dijo: Yo también tengo hambre de la vuestra”.
En ese sentido el poeta e historiador Osvaldo Guglielmino transfiere su voz para que Evita diga: “Yo vengo desde América / de su entraña de trigo y de llanura / sé la cruz que me aguarda, qué tortura/se ha de ensañar con este amor que tengo”.
En un tono angélico el poeta español Gregorio Santos Hernando le dedica estos versos: “Gracia de luz y gracia de flor es su figura/paloma entre las nubes su perfil de gacela / señora entre los ángeles que por nosotros vela”.
El vate catamarqueño Oscar Ponferada no oculta la admiración que despierta esta mujer que se arrojó sin reserva hacia lo que sintió que era su tarea y dice: “Qué espejo de ternura tuvo para mirarse / aquella muchedumbre cuando la vio llegar / Qué espejo de justicia para reconquistarse / Qué espejo para verse feliz hasta llorar”.
Las plumas de los poetas van a tejer una corona lírica y fúnebre para cantar el dolor que produjo su muerte aquel 26 de julio de 1952.
Francisco Dibella ordena en sus versos “lloradla como a la hermana / que fue de los humildes / del pueblo que ella tanto amó”.
El sonetista Carlos A. Barry se emociona y dice: “Lloran de angustia todos los caminos / y estas lágrimas son la epifanía / glorificada de la Eucaristía / y el milagro de tu Resurrección”.
Antonio Monti, asegura que: “La lloran los niños / la lloran los viejos/la lloran las madres / y hay pena en el valle / de lágrimas puras de la gran ciudad”.
El poeta y escritor salteño Antonio Nella Castro asume de esta manera la voz del pueblo: “Yo soy tu pueblo/ese que quiere sin que se lo pidan/el que ama porque sí/el que camina a impulsos”.
La poeta sanjuanina Ofelia Zuccoli Fidanza realiza a través de sus versos esta profesía de la cual participamos: “No cesará tu voz, oh iluminada / te vas pero te quedas más que antes”.