Francisco Paco Urondo, por Osvaldo Aguirre: "La exigencia de lo imposible"
Por Paula Viafora
Publicado en marzo por la editorial de la Universidad Nacional del Litoral, el periodista y escritor Osvaldo Aguirre se propuso hacer la biografía de un intelectual militante marcado por la poesía. Las palabras del escritor e investigador Osvaldo Aguirre acerca de los motivos por los cuales encaró la escritura de Francisco Urondo: "La exigencia de lo imposible". Desde la biografía como género, la obra encierra la idea de reconstruir, poner en orden y soldar los eslabones rotos de una vida. Comienza con el relato del asesinato el 17 de junio de 1976 en Mendoza, para luego recorrer dias mas felices.
El eje central del legado de Urondo es sin duda la poesía como un foco de alto voltaje que iluminó sus pasos por el teatro, el ensayo, el cine, el periodismo, la narrativa, y la gestión cultural. “Ante una obra de estas características, que abre tantas líneas y atraviesa las especialidades y las disciplinas, la primera pregunta es cuál es el centro de relación. Y se trata sin dudas de la poesía, esa 'especie de fatalidad' como él mismo dice que está presente de principio a fin en su vida”.
Pablo Montanaro quien se refiere a él como “el poeta armado” reflexiona: “A partir del golpe militar de 1976, y acaso antes también, el nombre de Urondo había sido condenado a la más cruel de las oscuridades: la del silencio. De esta manera su implacable, clara y vital obra literaria había sido enterrada en las fosas del olvido. ¿Se lo condenaba al olvido porque el exquisito poeta se convirtió en un revolucionario romántico, soberbio e irresponsable? Se lo identificaba como el guerrillero montonero que había muerto enfrentando a las fuerzas militares. Precisamente ésa fue la última imagen de Urondo que quedó en aquella sociedad argentina, tan escasa de memoria. Muchos intelectuales y hombres de letras padecieron igual síntoma. Sus libros hacía tiempo habían desaparecido de las librerías y también de las bibliotecas personales.La perduración en la memoria colectiva del fatídico final de Urondo, acorralada por la soledad y la muerte en una esquina de Mendoza, podría ser considerado un verdadero acto de injusticia para un hombre generoso y querible, delicado y tierno en el trato personal y poseedor de un caudal creativo que desplegó en diversos géneros”.
"Escribí este libro con la intención de recorrer su vida, sus pasiones, sus creaciones, sus sueños de un mundo mejor por el que dio la vida. Lejos estuvo en mí, analizar sus obras literarias y mucho menos sus decisiones y acciones, erróneas o acertadas. He intentado, en base al seguimiento de sus pasos y de la recopilación de numerosos testimonios, dar a conocer a un hombre que decidió transitar sus cuarenta y seis años de vida por dos caminos, asumiendo un compromiso pleno y sin contradicciones. Por un lado, las distintas formas de ejercer la escritura para dar cuenta de la realidad y, por otro, la militancia política que lo llevaría a entregar su propia vida “para que nada siga como está”. Estaba claro que sus objetivos eran llegar a vivir “en el corazón de una palabra”, y ser testigo de esa revolución, “salto temido y acariciado” que nunca “nos dejó tranquilos”, afirmó Aguirre.
“Por otra parte es intolerable que a diez años del juicio en el que se probó que fue asesinado, todavía circulan textos en los que dice que se suicidó. La versión de que Urondo tomo la pastilla de cianuro, no deja de proyectar sombras sobre su vida y sobre su obra”, concluyó.
Fragmentos
El comunicado militar sobre los hechos en Mendoza se publica también en la prensa porteña. Urondo sigue sin ser identificado, como es habitual con las víctimas del terrorismo de Estado. Pero el informe que le solicitaron desde Montoneros a la compañera Ahualli circula en los ámbitos de la conducción y trasciende entre los compañeros de militancia. Con el tiempo y la multiplicidad de homenajes y recuerdos esa versión instala la certeza de que Urondo murió después de tomar la pastilla de cianuro.
Ante su muerte, la revista "Evita Montonera" solicita a Rodolfo Walsh que escriba su despedida: Walsh le habla a Urondo y le dice que ante la noticia de su muerte se ha preguntado "qué es lo importante de tu vida y de tu muerte, que es lo que te distingue y que ejemplo podríamos sacar". Y la respuesta está ajustada al orden de la militancia: Urondo es un ejemplo de intelectual que renuncia a su condición para integrarse a la lucha armada, que eligió a los hombres de su pueblo antes que a sus grandes amigos escritores. La primera asociación que provoca Urondo, dice Walsh, es una frase del poeta guerrillero checo Julius Ficik: "Recuérdenme siempre en nombre de la alegría".
Pudiste irte. En París, en Madrid, en Roma, en Praga, en La Habana, tenías amigos, lectores, traductores. Preferiste quedarte, despojarte, igualarte a los que tenían menos, a los que no tenían nada.