Andy Warhol y “la muerte del arte”

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    Muestra Andy Warhol
MUESTRA DE ARTE

Andy Warhol y “la muerte del arte”

13 Julio 2025

Como ya sabemos, al arte, como a tantas otras cosas (la historia, la ideología, etc.), lo mataron más de una vez. Lo que sucede es que con cada muerte, en lugar de desaparecer, el arte pareciera potenciarse.

Es lo que ocurrió cuando Georg Wilhelm Friedrich Hegel rubricó esta idea, allá por principios del siglo XIX, pues lo que sucedió en el campo de la pintura luego de este parte de defunción fue un crecimiento y una diversificación de tal magnitud que la pintura no solo llegó a deconstruirse a sí misma, lo que es muchísimo, sino que llegó también a bloquear su propia capacidad de crecimiento, con las vanguardias históricas de la primera mitad del siglo pasado: ¿cómo pintar luego de un Jackson Pollock?

Los que encontraron la respuesta a esta pregunta fueron los artistas pop, que abandonaron el intento de “vomitar” la nausea o de imitar la realidad, y empezaron a copiar la imagen de la realidad, aumentándola, como hacieron, por ejemplo, Roy Lichtenstein con la historieta o Jasper Johns con la bandera estadounidense.

El maestro del pop, para mí, de cualquier forma, es el inefable Andy Warhol, un artista que pretendía borrar cualquier marca personal en su pintura, y no solo pintar como si fuera una máquina, sino vivir de esa manera, si se pudiera.

En este momento hay en San Pablo una mega exposición de su obra que tuve la suerte de visitar. Vale la pena. 

La muestra arranca con cuatro o cinco de sus cuadritos de zapatos, antes de que se convirtiera en artista pop, de la década del 50, cuando se ganaba la vida como publicista —le iba bastante bien—; hasta sus últimas obras de la década del 80, como su gran intervención en La última cena, realizado poco antes de morir.

Como ocurre con todo gran artista cuya obra es innumerable, faltan algunas series, como la de los accidentes automovilísticos y de aviones, pero hay mucho de lo que yo solo conocía algunas imágenes, como de las polaroids que Warhol tomaba para luego elegir una y realizar sus famosas serigrafías de personajes del momento. Hay decenas de esas polaroids.

El pop en general y Warhol en particular constituyen la bisagra que une y diferencia a dos épocas históricas: la Época Moderna del Postmodernismo, sin llegar a ser del todo de una ni de la otra. En el pop concluye la tradición de las vanguardias, que se había iniciado un siglo atrás con el impresionismo, y se anuncia no sólo el arte sino también la sociedad que vendrá, una sociedad en la que la mercancía y la obra, el estilo y la vida, tienden a con-fundirse.

Warhol “mató” una vez más al arte tanto con sus obras, que pretendían que el espectador no terminara de descifrar si eran una bazofia o una genialidad (hay, en esta muestra, algunas de las obras que se realizaron con micción, las “Piss paintings” o “Pinturas de oxidación”), como con su vida, en la que pagaba por ideas que él luego llevaba a la práctica —en realidad, muchas veces hasta tenía ayudantes que concretaban las ideas que él les transmitía.

Para un chico pobre de familia polaca que se alimentó durante toda la infancia con sopas enlatadas es mucho.

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Muestra Andy Warhol

El famoso filósofo Arthur Danto escribió un ingenioso libro que se llama Después del fin del arte, considerando que Warhol condujo a la consumación de la potencia creativa que tiene o tenía el arte. Lo cierto es que después de Warhol el arte encontró un nuevo giro para seguir proliferando, extendiendo los límites de su campo hasta llegar a veces a confundirse con la vida misma.

El pop y Warhol en particular culminaron una tradición del arte que comenzó en el Renacimiento italiano y que tenía al artista como actor fundamental en el acto creativo. Luego de la revolución estética que implicó el pop, y de la famosa sentencia de Warhol: «En el futuro, todos serán famosos por 15 minutos», el arte no solo no “murió” sino que de nuevo volvió a proliferar, y muchas veces en los lugares que se exhibe lo que se llama “arte contemporáneo”, el arte producido desde la década del 70 hasta nuestros días (que es un arte, debo confesar, al que no le encuentro sentido, salvo mi gusto personal o mi narcisismo), la obra se confunde con la realidad, y más de un despistado se sentó en una pensando que era un simple banco para descansar, o pisó otra sin advertir que esa tierra arrojada allí era una obra de arte.

Lo que provocó el pop, en mi modesta opinión, es darnos el derecho a todos de ser por un momento, no solo famosos, sino además artistas, borrando la diferencia entre el artista y el contemplador —obviamente si esto se hubiera hecho de un modo eficaz el mercado del arte y todos los que viven de él (o “lavan” dinero a través de él) hubieran entrado en bancarrota, por lo que se necesitó reinstaurar las jerarquías y diferenciar, a partir de los juicios de personajes institucionalizados, a los amateurs fracasados de los genios incomprendidos.

Hacer arte cada vez es más caro.

No fue el único museo que visité en San Pablo el de Andy. Lo que me asombró es que varios de esos grandes museos, como el MASP (Museo de Arte de San Pablo), fueron fundados por capitales privados —de hecho esta mega muestra de Warhol se expone en una universidad privada.

Pareciera que a diferencia de los grandes capitalistas argentinos, que prefieren ocultar sus fortunas en algún país off shore, los capitalistas brasileños la invirtieran no solo en retropropulsar su productividad capitalista, sino también en “educar” al pueblo —o al sujeto que vaya a estos lugares de encierro que son los museos. O en una de esas también simplemente lavan dinero.

Después podemos discutir si esto es bueno o malo, y a qué y a quiénes está discriminando y dejando fuera de observación.

PD: debo confesar que para escribir esta notita sobre Warhol antes debí elaborar la pena que me embargó cuando advertí que el Diario que siempre escribo en mis viajes me lo había olvidado en el avión, donde había escrito la primera versión de esta nota. Las pérdidas muchas veces te fortalecen.