Gabriela Mayer: "El cuento es un terreno incierto en la escritura"
AGENCIA PACO URONDO dialogó con Gabriela Mayer, escritora y periodista, por su nuevo libro de cuentos, Nunca podemos descansar del todo, editado por Milena Caserola.
Además publicó Los signos transparentes (2003), Todas las persianas bajas, menos una (2007), El pasado sabe esperar (2018) y Sueños como cuchillos (2023). Sus relatos integran antologías y publicaciones en Argentina y en el exterior.
Obtuvo varios premios en diversos certámenes literarios. Con su relato “El jueves del sillón” ganó el premio del XV Concurso Leopoldo Marechal en 2008 y “La terraza” recibió el segundo premio del Concurso de Cuentos Victoria Ocampo 2015 “Nelly Arrieta de Blaquier”.
AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fue el comienzo de escribir estos cuentos?
Gabriela Mayer: Venía trabajando en una línea de cuentos y ya tenía material que empecé a pensar en armarlo como libro. El primer cuento lo escribí en 2022 y me dio mucho trabajo en su corrección. Es casi escribir corrigiendo, de alguna manera esa una reescritura. El momento de la escritura es placentero, donde se te ocurren ideas, te sentás a escribir y luego te toca empezar a lijar lo que escribiste.
APU: ¿Escribir es una forma de leer?
G.M.: Leer es como una rutina más fácil y placentera de practicar, requiere bastante del lector. Cuando tenés el hábito de la lectura siempre hay una magia en abrir un libro. Luego tenés una escritura que se vive con una intensidad similar a cuando encontrás un libro que te encanta y que no podés dejar de leer. La escritura es un acto: no podés elegir, tenés que hacerlo, tiene que haber algo que te lleve a escribir. Se escribe con el cuerpo y es más irracional. La escritura tiene momentos placenteros, momentos frustrantes; va por distintas etapas emocionales, a diferencia de la lectura. La escritura es tortuosa y la lectura es placer puro.
APU: El cuento principal "Nunca podemos descansar del todo" ¿tiene una similitud con Operación Masacre de Rodolfo Walsh?
G.M.: Cuando lo empecé a escribir no me había dado cuenta, no lo había pensado, surgió sin darme cuenta. Fue un cuento que se me ocurrió un día entre la fase entre la vigilia y el sueño. Me vino la idea de una sociedad que, en vez de enterrar a sus muertos, los embalsamaran. Me vino esa imagen.
APU: También en esa historia hay algo fantástico…
G.M.: Me puse a pensar mucho en esa historia, en cómo los vivos estamos separados de los muertos, todo lo que implica cuando una persona se muere: esa despedida, esa separación. Entonces pensé qué pasa cuando los vivos y los muertos comparten territorios, cómo sería. Fue un juego escribirlo.
APU: Cada cuento tiene su micromundo.
G.M.: Para mí es un género hermoso y tenemos una tradición cuentista de la que podemos sentirnos orgullosos. Y el cuento es un género que es súper difícil de publicar. Es más difícil publicar cuentos que publicar novelas. Es un género que puede parecer fácil, pero no es tan así, porque el cuento requiere mucha rigurosidad y es una maquinaria precisa donde cada elemento tiene una función. En la novela te podés permitir muchas digresiones; en el cuento no, porque es una esfera que tiene que cerrar en sí misma y hay que trabajarlo mucho para que no quede ningún cabo suelto, que sea una estructura cerrada en sí misma y que no te permita tantas libertades como en las novelas.

"El cuento requiere mucha rigurosidad y es una maquinaria precisa donde cada elemento tiene una función".
APU: ¿Cuáles son esos puntos a tener en cuenta o los que utilizás a la hora de escribir cuentos?
G.M.: Por lo general trabajo a partir de un disparador, una idea fuerte. A veces puede ser el personaje, a veces puede ser una situación, a veces puede ser el desenlace. Lo que primero me lleva a mí es ese disparador. Muchas veces no lo escribí enseguida, sino que me queda rondando en la cabeza y los anoto. Hay que darles tiempo a esas ideas para que surjan. Y si sigue esa idea es porque amerita escribirla. Me gusta cuando me siento a escribir, sentarme con una idea de hacia dónde voy a ir. No sé cómo será el final, pero sé cómo será el recorrido del cuento. Puede pasar que en la reescritura haya cambios. Trabajo a partir de un disparador. El cuento es un terreno incierto en la escritura.
APU: ¿El taller forma al escritor o se hace escritor en un taller?
G.M.: No es imprescindible pasar por un taller, porque hay gente que se moldea por fuera de un taller, pero sí muchos escritores salen de talleres literarios. Suele ser muy enriquecedor un taller porque aprendés mucho al leer el texto del otro y hacer una devolución. A veces pasa que cuando se llega al taller lo que más se quiere es leer el propio texto, pero si te comprometés con el texto del otro y le hacés una devolución, y le decís qué cosas te parece que le podés agregar a tal cuento, el día de mañana cuando apliques esa mirada a tu propio texto también te va a ayudar. Es muy enriquecedor tener la mirada de varias personas sobre lo que escribís.
APU: Alfonso Ochoa dice que la literatura es una práctica, una mentira práctica, una verdad psicológica, una verdad sospechosa. ¿Qué expresa la literatura?
G.M.: Ni la realidad es tan real ni la ficción es tan ficticia. Las tenemos como dos cuestiones muy separadas, pero en la realidad también suceden cosas extraordinarias. Cortázar dice que es evidente que si comenzamos por aceptar lo fantástico es una manera de abrir la puerta, entonces lo fantástico entra. Y estoy de acuerdo con esto, porque si estamos abiertos a pensar la realidad como algo tan obtuso, pasan muchas cosas que son increíbles y que merecen ser contadas y llegar a la literatura. Como intento plasmar en los cuentos, donde hay una irrupción de lo fantástico en la cotidianidad que puede entrar como un resquicio muy chiquito.