Larga Distancia: cuánto mide la ternura
Por Milagros Carnevale
Una palabra describe los cuentos de Larga Distancia: complicidad. Quien lea estos cuentos sentirá que está guardando un secreto. Por ejemplo, los métodos poco ortodoxos de la doctora Venturini en “La doctora Venturini” o los affairs familiares que no puede evitar saber Belisaria en “Ayuda a ella” (hermoso título, dicho sea de paso) o la orientación sexual de la tía Molque en “Las cuatro amapolas”.
Otra palabra para describir los cuentos de Tali Goldman: ternura. ¿A quién no le enternece una charla de madre e hija separadas por un océano o los mails entre dos personas mayores que están aprendiendo a transitar amablemente la vejez?
La narración es precisa y escurridiza al mismo tiempo. Algunos relatos se cortan justo cuando aparece eso que ¿pretendía? contar. Siempre se dice que los cuentos de Borges tienen las palabras justas, ni una más ni una menos, que todo es necesario. Bueno, no es necesario irse hasta Borges para leer el cuento perfecto en su economía. Ni una palabra de más ni de menos en Larga Distancia, que además logra el equilibro justo entre acción y descripción.
En todos los cuentos aparece el tema de los hijos, el cuidado, la infancia, la adolescencia. La voz narradora es infantil incluso cuando se encuentra hablando una persona grande y esto siempre favorece a la historia porque le aporta asombro, intriga, extrañeza.
La conversación. Desde hace ya tiempo en la literatura ha dejado de tener tanta prominencia la narración en tercera persona omnisciente, que todo lo ve, todo lo sabe, todo lo cuenta. El diálogo y el discurso directo han ganado terreno. En esta tradición se inscribe Larga Distancia: abre con una conversación telefónica entre madre e hija, cierra con una cadena de mails entre cuñados y transita el medio con historias íntimas contadas casi todas en primera persona, que son como confesiones, desahogos, manifiestos, recuerdos íntimos y extraños.
Por último: ¿Por qué Larga Distancia? Quizás por el océano entre Israel y Argentina. Quizás por toda la tierra entre Argentina y Nueva York. Quizás por los kilómetros entre Corrientes y Buenos Aires. Quizás por los años que pasan entre que nos dicen una mentira piadosa y nos damos cuenta de cuál era la verdad. Quizás por el tiempo que tarda un suceso en convertirse en relato.