Las proyecciones de Bartolomé Rémora
Por Santiago Gómez
Atiendo un hombre pero no puedo mencionar su nombre por lo que lo bautizaremos: Bartolomé Rémora. Como seguro saben, Freud ya ponía nombre de fantasía a sus pacientes, a una la llamó Dora, a otro el Sr. K, la Sra. K y así se sirvió de la historia de esta gente para decir lo que quería decir. Sabrá Dios si efectivamente hicieron lo que que el creador del psicoanálisis nos cuenta. La historia del hombre que les voy a contar podría ser graciosa si no fuera cierta, acusa a todas las personas de hacer lo que él mismo hace. ¿Saben aquel dicho que dice que “el ladrón cree…”? Bueno, este hombre pertenece a esa condición de personas.
Lo bauticé Rémora porque el hombre ve rémoras por todos lados, dice que son parásitos y me vino a consultar derivado por su gastroenteróloga, que cree que los parásitos que tiene son psicosomáticos. Rémora repite que todos viven de la guita de él, es un que hombre vive en una casa sobre una extensión de tierra que no le alcanza la vista para ver dónde termina, le viene de su tatarabuelo al que se la dieron por apoyar a Julio Roca. Cuando llegó la gran cosecha pusieron un diario en el que publicaron la novela: “Lo que el esfuerzo me dio”.
Les pido que se imaginen ustedes esta situación: psicoanalista cerca de los cuarenta que viene de escuela pública atendiendo en Recoleta, sentado en un sillón que compró usado por Mercado Libre; en el diván, que es una cama de una plaza con un colchón forrado de cuerina, está acostado Bartolomé Rémora, un hombre que lleva un apellido impreso en los manuales escolares. Es una persona que viene a la ciudad sólo cuando es imprescindible, la mayor parte del tiempo la pasa en la estancia, desde donde resuelve sus inversiones financieras por teléfono. Se resiste al análisis pero confía mucho en la médica que lo derivó.
La primera sesión le expliqué de qué se trataba la asociación libre, así que llega y habla de lo primero que se le viene a la cabeza. Hoy llegó diciendo lo bien que le estaba haciendo la terapia, que estaba entendiendo que era cierto, que uno tiene que reconocer las causas del problema para que haya un cambio, “pero dígame cómo salir adelante si hay una manga de rémoras que no entienden que son rémoras, entonces cómo uno va a progresar”, empezó.
- Qué le voy a decir a usted doctor si sabe mejor que yo que si no se reconoce el problema no se puede avanzar.
- Pero dígame, cómo es que esto a usted lo afectaría porque no termino de entender.
- ¿Cómo qué no entiende? - dijo indignado. Claro, es que usted estudió psicología, no tiene por qué entender de economía, doctor, ni espero que lo entienda. Pero yo tengo que salir a la calle con miedo de que me pueda pasar algo, porque esta manga de parásitos se ponen gordos con mi guita, venga a decirme que esa panza Andrés Rodríguez la hizo con el sueldo de empleado público. ¿Sabe quién es, no? Bueno, hace décadas que ese está ahí y hace décadas que este país sufre una proliferación de parásitos, que viven en los intersticios de la sociedad y que encuentran lugar en alguna resolución, un expediente, para asegurarse protección legal, política y aún cultural, porque nunca falta el ecologista que te diga que un parásito también tiene derecho a vivir. El tema es que una organización de parásitos te jode la vida.
- ¿Algo así era lo que su abuela le decía a su abuelo, no?
- Pero qué tiene que ver doctor con lo que le estoy contando – respondió con asombro. Mi abuela se los decía porque mi abuelo y los hermanos se dedicaron a timbear la guita que hizo mi bisabuelo, no les interesaba la cosecha, estaban más preocupados por el rendimiento de las acciones. ¡Y gracias, que mi abuela se opuso a que vendan las tierras! Sino se patinaban todo. ¿Pero ve lo que le digo, doctor? Yo hablo, usted me interrumpe y me distrae. ¿En qué estaba? ¡Ah, sí!
El teléfono empezó a sonar, Rémora suspiró.
- Es claro que si es su teléfono tiene que interrumpir...
- Puede continuar, no voy a atender.
- Pero es difícil hablar con eso sonando.
Me pregunté si le bajé el volumen al contestador pero la voz de la joven reclamando que pague la factura del teléfono celular me respondió.
- ¿Y si los pacientes lo necesitan, doctor?
- Saben dónde encontrarme.
- Se da cuenta lo que le digo, un tipo como usted, joven, con ganas de trabajar, que está empezando a asentarse en su profesión y este país le impide que tenga la plata suficiente para pagar su cuenta de teléfono.
- La tenía, pero preferí pagar el gas, vio cómo soy yo con la alergia.
- Bueno, doctor, pero reconozcamos que estábamos pagando nada.
- Ya que entró en tema, cuando finalicemos quiero que conversemos sobre los honorarios.
- Bueno, al final, no me cambie de asunto que estábamos con los parásitos estos que me ponen así. ¿Será por esto que yo siempre me agarraba parásitos de chico, doctor?
- ¿Por qué? ¿Qué se le ocurre?
- Bueno, usted sabe cómo son los parásitos, son los que viven de los demás y en mi casa yo siempre escuchaba a mi abuela decir que mi abuelo y los hermanos lo eran.
Hizo un silencio, no lo interrumpí.
- Usted me dijo que tengo que seguir por lo primero que se me ocurra sin importar que me parezca que no tiene nada que ver ¿No?
- Hmmm - afirmé
- Bueno, lo primero que me vino a la cabeza fue una nota que leí esta mañana, que también tiene que ver con los parásitos de los que estábamos hablando. La nota dice que el presidente tiene que enfrentar intereses creados, de dimensiones colosales, imagínese con lo que se tiene que meter esa gente, con una acumulación geológica de privilegios, que nadie jamás enfrentó. Es como con la tierra, cuando tenés un parásito por mucho años te lleva demasiado tiempo sanarla.
- ¿De qué año me dijo que era el título de propiedad de las tierras de su familia?
- De cuando se fundó la Sociedad Rural ¿Pero eso qué tiene que ver con lo que le estoy contando, doctor? Estaba queriendo pensar qué tendrá que ver los parásitos que padezco, me acordé de los parásitos de los que leí en el diario y ahora usted me sale con estas cosas. ¿Usted no será kirchnerista, no?
- Comenzó diciendo que parásito le decía su abuela a su abuelo y se desvió con la política, que no sé qué tendrá que ver con lo que a usted le pasa. Trae temas de actualidad y se desvía de su historia familiar que acá es lo único importante.
- Bueno, doctor, pero qué más quiere que le cuente, ya le he dicho todo, papá mucho no estaba, mamá siempre fue una mujer sincera, que conocía sus limitaciones y buscó y buscó hasta que encontró a Elenita para que se ocupe de nosotros, las anteriores eran un desastre. Ya le dije, lo que quiera saber de mi familia, se compra un libro de historia argentina y alguna cosa va a decir. Ya sé, no me diga, lo importante es cómo cuento yo la historia. Pero déjeme que volvamos con lo de los parásitos… ¿En qué estaba?
- Pensó en parásitos y pensó en el presidente.
- Ve lo que le digo ¿es kirchnerista?
- Piensa en parásito, después en el presidente y me dice que el que los asoció fui yo.
- Lo estoy haciendo de nuevo ¿No? ¿Cómo dijo que se llamaba eso? ¿Sublimación?
- Proyección, Freud lo llamó proyección.
- Eso, entonces yo estaría proyectando que usted es kirchnerista porque asocié Macri y parásito… ¡Pero entonces el kirchnerista sería yo! Pero… ¿Por qué me hace pensar en cosas así?
-Proyecta quien dice que el otro hace lo que uno está haciendo. Siga, siga, que primero se desvió con el presidente y ahora está rivalizando conmigo, continúe con lo de su familia y los parásitos.
- Sigo por lo primero que me viene a la cabeza… ¿Dónde estaba? ¡Ah, sí! Leí la nota en el diario, me subí al auto, prendí la radio y decían lo mismo, así que no me pueden decir que uno está loco. Ahí recordaban que el parásito dijo, digo el presidente, ¡Ve lo que me hace decir!, el presidente también dijo que el Estado era un aguantadero de rémoras. ¿Sabe lo que son las rémoras?
- …
- Bueno, las rémoras son unos peces negros que comen lo que es de otros, unos parásitos.
- Volvemos a su bisabuelo.
- Y dele con la familia. ¿Para ustedes los psicoanalistas todo es un problema familiar? ¿Me puede explicar qué tiene que ver mi historia familiar con lo que está le estaba diciendo del presidente?
- …
- Ah, ya sé, no me diga nada, ya entendí. Por lo que le decían a mi abuelo y los hermanos. Pero esto no es igual, doctor, yo de lo que le estoy hablando es de lo que decía la nota del diario, que el Estado está lleno de parásitos, de rémoras que tienen su kiosquito acá, otro kiosquito allá y viven de lo que es nuestro, sabe... Hablando de lo que es nuestro ¿Se acuerda que le conté que con lo que nos devolvieron de las retenciones con mi primo íbamos a poner un negocio? Bueno, esta semana cerramos con un compañero del secundario de él, trabaja en el ministerio de agricultura, y nos va a comprar un programita para sistematizar las liquidaciones de todos los productores, las deudas que cada uno tiene, vamos a enseñarle a los empleados del ministerio a manejarlo y el sistema nos va a avisar cuando un productor esté en rojo y ahí voy yo por el otro lado, con mi empresa, le ofrezco pagarles por adelantado la próxima cosecha, para que salden la deuda, y el negocio de la exportación lo hacemos nosotros. Pero eso es otra cosa, no quiero hablar de trabajo. ¿O tengo que hablar?
- Usted sabe que acá puede hablar de lo que se le ocurra.
- Bueno, entonces le voy a contar porque discutí hoy con mi hija. Sofía me llamó para que almorzáramos juntos, comimos por Plaza San Martín, cerca de donde trabaja ella, y me vino a cuestionar por qué todavía no puse en blanco a la amiga. Sinceramente no puedo entender que una hija mía me venga con esos planteos.
- ¿Por qué?
- ¿Mire si voy a alimentar a las rémoras de los sindicatos con las cargas sociales? ¿Sabe lo que hacen con esa guita? La roban contratándose ellos mismos para dar cursos de capacitación a sus empleados. Yo le soy sincero, doctor, si las cargas sociales no fueran tan altas tendría a todos mis empleados en blanco, pero así no. Así que le dije que le iba a ofrecer a Camila, así se llama esta chica, subirle el plan de OSDE, nosotros tenemos convenio con OSDE, o si prefería le tiro unos mangos más por mes, pero yo a esos delincuentes no les voy a dar un peso, usted ya sabe cómo son los sindicalistas.
- …
- Discúlpeme, doctor, no quería ofenderlo. Le pregunté a mi abuelo y me habló muy bien del suyo. Hay gente honesta en todos lados, mire Moreno, será una bestia pero Federico jamás lo acusó de ladrón ni permitió que lo hicieran delante suyo, pero reconozcamos que hay gente que vive de la teta del Estado. Esos investigadores que tomaron el ministerio ¿Cuántos hacen cosas realmente importantes para que el país los mantenga? Hablando de cosas importantes ¿Le conté que mi sobrina fue a mostrar los cuadros que hace a Madrid?
- No, no me dijo nada.
- Fenómeno, entonces le cuento. La llevaron en una exposición que organizó el gordo que está en el ministerio de cultura, me sale Caputo pero no es ese el nombre, bueno, no interesa, lo importante es que una compañera de facultad de mi sobrina es sobrina del gordo este y la llevaron en la muestra. Le digo la verdad, a mí no me gusta lo que hace, me hinchan las bolas los cuadros que los tengo que armar yo. Si querés que vea una pelota ¿Para qué me dibujás un cubo? No jodamos… pero bueno, yo de arte no entiendo mucho. ¿Estamos bien de hora?
- Quedan unos minutos.
- Bueno, entonces vamos a meterle porque yo después de acá me tengo que ir a encontrar con un amigo del country, juez, creo que alguna vez le comenté, con el que me encuentro a veces los jueves para jugar al poker. Bueno, resulta que tiene la causa de uno de mis primos de cuando privatizaron ENTEL, mi primo les vendió un servicio pero cuando entró y vio el quilombo que era les dijo que les había pasado poco, y la verdad es que sí... no sabe lo que era eso, doctor, debe ser más o menos como lo que recibió este hombre. Obvio que mi primo el laburo no lo hizo, le hizo juicio al Estado por no haberle dicho la verdad de lo que se iba a encontrar, se lo ganó, pero las rémoras anteriores apelaron y la causa le llegó a este juez amigo, así que vamos a ver si podemos ayudarnos. Otra vez me viene a la cabeza la nota de esta mañana ¿Usted lee La Nación?
- A veces.
- Bueno, lea el editorial de esta mañana. Pero léalo así la sesión que viene lo conversamos. Ahora sí, doctor, es la hora – dijo Bartolomé Rémora y se levantó del diván.
- Usted sabe que eso de que me diga la última palabra y me corte, a mí no me gusta, porque me deja pensando y yo de acá me voy a laburar – dijo dirigiéndose a la puerta. Necesito tener la cabeza fresca para pensar en números y protegerme de los parásitos. Es como mi bisabuelo decía, hay que cuidarse de los que se quieren comer lo tuyo.
- Rémora, le quería hablar de los honorarios, vamos a tener que ajustarlos.
- Discúlpeme doctor, yo sé que me avisó, entiendo que usted es psicólogo y lo haya dejado para el final, pero hablar de ajuste lleva tiempo y como le dije tengo un compromiso. Me va a tener que perdonar pero hoy tampoco llegué a pasar por un cajero automático. La sesión que viene le traigo lo de esta y la anterior.
- Y hay una anterior también.
- Sí, me acuerdo, pero esa no estoy muy de acuerdo porque me llamaron a última hora del ministerio. ¿Le iba a decir que no? Pero ya está, la semana que viene cancelamos todo. Menos mal que ya no hay dólar paralelo sino le hubiera hecho perder un montón de guita – dijo y largó una carcajada mientras me daba una palmada en el brazo.
Después agregó “Lea la nota”.
El paciente que seguía dejó de venir, lo echaron del trabajo, así que abrí la computadora para leer el artículo que el paciente hizo referencia. “Rémoras argentinas”, se llama. Mientras lo leía pensaba lo clara que la tuvo Freud con lo de la proyección. El artículo sentencia que los problemas del país se solucionan de manera muy simple: “cada cual debe vivir de su trabajo y cada trabajo debe ser productivo y no ficticio, inventado como subterfugio para apropiarse del esfuerzo ajeno. Como lo hacen las rémoras”.
Si Rémora empieza a trabajar, le doy el alta y escribo un libro.