Los días, de Ezequiel Yanco

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Los días, de Ezequiel Yanco

26 Marzo 2013

Por Victoria Dursi* | La película de Ezequiel Yanco nos muestra la cotidianeidad de Martina y Micaela, dos gemelas de 8 años que viven en Quilmes junto a sus padres. No se trata tanto, sin embargo, de sus tareas diarias, sino de aquello que sucede en el transcurrir de los días en medio de esa rutina. La mirada de Ezequiel Yanco se detiene en esos momentos donde el tiempo se distiende y parece aletargarse, esos ratos que pasan mirándose en el espejo, frente a la televisión, haciendo la tarea, jugando o peleándose.

Con una gran capacidad de observación la cámara se posa sobre el rostro de las niñas y deja ver unos cuerpos desnudos que todavía se confunden con los de un niño. Lejos está aún el despertar de la sexualidad y la llegada de la adolescencia. Sin embargo hay un momento en el cual algo de eso empieza a vislumbrarse. Al inicio de la película, la madre está en la casa, las despierta y las peina para ir a la escuela, les prepara la comida mientras ellas juegan en el patio o hacen los deberes, la mayor parte del tiempo se las ve en uniforme. Un día los padres abren una remisería y la madre tiene que salir a trabajar, entonces se quedan solas o con la vecina y tienen que prepararse el desayuno, cocinarse, hacer las compras, las tareas de la casa, manejar plata.

Entre estas situaciones está una visita al médico, su asistencia a castings, y las clases de catequesis que comparten con otras niñas de su edad, donde rezan el padre nuestro y se preparan para tomar la comunión. Mientras todo esto ocurre vemos reiteradas veces la imagen reflejada de sus cuerpos en el espejo, son idénticas al punto que no logramos distinguirlas. En esa imagen reflejada, que las duplica y les devuelve la mirada se filtra la pregunta por la identidad, ¿dónde están ellas con su particularidad en medio de lo que hacen de sus cuerpos la familia, la escuela y la religión con su acción cotidiana?

De pronto la imposibilidad de dormir en la noche. Esos ojos abiertos sobre el final dan cuenta de algo inquietante, el pasaje inevitable de niña a mujer que pronto sobrevendrá. Para su tranquilidad todavía queda tiempo para el juego y las peleas.

* Integrante de Legados, espacio político de Artes – FFyL, UBA.