Novela “Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja”, de Rivka Galchen
Rivka Galchen, canadiense de 46 años criada en Estados Unidos, escribió Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja el año pasado. El libro fue publicado por la editorial estadounidense Farrar, Straus & Giroux. Hoy, Fiordo trae este libro a Argentina con la traducción de Daniela Bentacur, quien traduce para Argentina, Estados Unidos y España.
Todo el mundo sabe que tu madre es una bruja cuenta la historia de Katharina Kepler, la madre del famoso astrónomo Johannes Kepler. En 1615 vecinos envidiosos, mentirosos, corruptos y malintencionados de la ciudad de Leonberg, la acusan de ser bruja. Dicen que distribuye pociones malignas y dañinas, que asesina animales, que lastima niños. Todo empieza con una sola persona: Úrsula Reinbold, esposa de un vidriero de cuarta, alega que está enferma a causa de un vino que tomó por ofrecimiento de Katharina. Es decir, que la envenenó. Pero Katharina no tiene miedo, tiene furia, y va a la justicia a hacer una denuncia por calumnias. Y ahí empieza todo: pasa de ser acusadora a ser acusada y todo el pueblo se vuelve contra ella para demostrar que efectivamente es una bruja.
Esta novela puede fácilmente dialogar con La trompetilla acústica de Leonora Carrington. Las dos plantean una figura de persona mayor (vieja, abuela, como se prefiera llamar) cuyas actitudes no condicen con lo que se podría esperar de ellas: sumisión, obediencia, apatía, melancolía, etc. A Katharina no solo la acusan de bruja: la acusan, en realidad, de no ser la viuda ejemplar, la vieja ejemplar. La acusan por atreverse a vivir. Katharina se ocupa de su jardín, cultiva, cocina y almacena su comida, cuida a su vaca Manzanilla como a una hija, recorre el pueblo a sus anchas, porque en definitiva es eso: es su pueblo y puede habitarlo como más le plazca. Obsequia a sus visitas con vino, visita ella misma a quien quiere cuando quiere. No le da vergüenza ir a pedir pan si lo necesita. Y por sobre todo, como se ve al final de la historia, no llora si considera que la situación no lo amerita. En ningún momento se ubica en el papel de víctima, ni siquiera para sacar provecho de él, para obtener misericordia. Misericordia: palabra que remite a la religión, a Dios, al pecado y al perdón. No queda claro en qué cree Katharina, pero sin duda no tiene miedo de ir al infierno. Varias veces la acusan de decir que las personas mueren igual que los animales, que después de la muerte no hay nada.
En la novela terminan siendo casi anecdóticas las acusaciones que le hacen, que en su mayoría son ridículas. Terminan siendo anecdóticas por varios motivos. En un primer lugar, la polifonía de voces genera distintas versiones de los hechos y es inevitable que el lector se ponga del lado de la protagonista, cuya voz cautiva desde la primera oración. Por otro lado, la misma Katharina no le da entidad a lo que se dice de ella. Y por último, porque a la novela no le interesa el juicio en sí, sino la red de relaciones que se va tejiendo entre la familia Kepler y el amable vecino Simon, que es quien se ocupa de escribir las palabras de Katharina, porque ella no sabe leer ni escribir. Y las relaciones en el interior de la familia, entre los hermanos y sus esposas e hijos.
La novela se va armando entre la historia contada por Katharina, escrita por Simon, los testimonios frente al jurado de quienes la acusan o la defienden, cartas de Johannes Kepler abdicando por su madre y una voz de Katharina que no parece estar mediatizada por la escritura, sino que es solo ella en la cárcel hablando con su hija Greta que la va a visitar. Un libro que podría ser sobre la mentira y la verdad o la injusticia de la Justicia termina siendo más que nada una explosión de sensibilidades. Olores, colores, climas, noches, dolores y alegrías, que aunque son pocas, se hacen notar. Es un libro de brujas que no habla sobre brujas, sino de los lazos familiares, las amistades leales y la transgresión de las formas de vivir asignadas a las mujeres mayores. Katharina Kepler, bruja o no, sin duda es un modelo a seguir.