Oda al presente en “Días perfectos”, de Wim Wenders

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INFORME DE UN DÍA

Oda al presente en “Días perfectos”, de Wim Wenders

18 Febrero 2024

¿Qué tiene que tener un día para que sea perfecto? ¿Vivimos en el presente o nuestro pensamiento está permanentemente construyendo futuro? Wim Wenders utiliza la materia cotidiana y hace una película.

Hirayama trabaja en el mantenimiento de los baños públicos de la ciudad, todas las mañanas sube a su camioneta y elige un cassette. Suena Loud Reed en una autopista de Tokio. Desde el título Perfect Day en adelante acompañara toda la narrativa.

Hirayama es un gran observador, un hombre callado y trabajador. Lector, melómano y amante de los árboles. Así se podría sintetizar la película, no obstante ese universo se magnifica cuando se presta atención a los detalles, a la posibilidad de ver único el tiempo en el que se transcurre. Wim Wenders, como el protagonista, le saca lustre a cada momento y lo hace brillar.

Días perfectos es un ejercicio poético. Es el lente puesto en lo que convertimos en rutina. Es la permanencia de la primera mirada, aun en la repetición, en lo cotidiano, en lo que percibimos diariamente. Conciencia y extrañamiento para descubrir el leve movimiento de las cosas.

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¿Todos los días son iguales? Aunque lo parezca como en la película de Harold Ramis, El día de la marmota, no lo son. Es la ansiedad y la forma de vida acelerada que llevamos que nos hace pensar que si no pasa algo extraordinario, los días son monótonos. Wim Wenders nos dice que la belleza está en saber apreciar lo ordinario.

Días perfectos tiene un ritmo mántrico. Hay escenas que se repiten pero con cierta cadencia, como si se tratara de un poema o de una oración.

En Días perfectos no hay una búsqueda urgente, ni un anhelo desesperado, solo el tiempo que fluye y los acontecimientos que surgen en el devenir. Todo es inmanente. No existe la inmutabilidad sino la posibilidad del cambio en lo que aparenta quietud. Wim Wenders crea desde la filosofía oriental, se corre del occidentalismo apresurado para mostrar una vida que puede ser diferente.

El juego de sombras y luces, forman un todo, igual que en el yin y el yang. Ahí la metáfora de la experiencia en la tierra. La prevalencia de los árboles no es mera casualidad, allí donde la timidez se manifiesta está el movimiento imperceptible. Y está la sombra serena reflejando el lado oscuro de la luz. 

Por el clima de la película, Wenders podría haber logrado la verosimilitud en otra época y quizá hubiera encajado en la lógica planteada, sin embargo es imperativo situarla en este aquí y ahora porque esta dualidad no es vista como par opuesto sino que conforma un todo, por ejemplo, el contraste entre lo analógico y lo digital es una marca del tiempo.

La película es un cúmulo de presentes que se compone de encuentros, de partidas y de llegadas. “Ahora es ahora”, dice Hirayama en una escena.

El uso de cassettes, la cámara analógica y la música acompañan lo contemporáneo de una manera complementaria. ¿Cuánto interpela a los jóvenes descubrir un mundo desconocido? ¿Cuánto aportan las pausas de Hirayama en un universo de estímulos inmediatos? El cruce entre los dos mundos simplifica la lectura, retroalimenta los encuentros. Las diferencias funcionan como puente y no como separación. “Hay una grieta en todo, así es como entra la luz”, dice Leonard Cohen.

Hirayama, interpretado por Koji Yakusho, es un personaje entrañable que se caracteriza por la forma en que emprende sus actos. El punctum de Hirayama está en la mirada. La expresión elocuente de sus gestos no necesita de palabras. Nos permite saber qué le agradó, qué le causó sorpresa, qué cosa lo ofende, con quién se siente a gusto, qué le da tristeza; sin ser explícito. Sus movimientos son lentos y precisos. Sus acciones concretas y minuciosas. Cuando limpia los baños no difiere a otros momentos placenteros del film. No se ve el trabajo como algo tortuoso, es una actividad más del día a la que le dedica la atención necesaria y consciente. Brinda un servicio, parece ofrecerlo genuinamente y disfrutarlo. Porque esa es su forma de vida. En la hora del almuerzo mira a su alrededor de manera absolutamente receptiva, saca su cámara y capta las copas de los árboles.

La película es un cúmulo de presentes que se compone de encuentros, de partidas y de llegadas. “Ahora es ahora”, dice Hirayama en una escena.

Días perfectos convoca a habitar otro tiempo por un rato, no es una película para gente inquieta, es una película para mirar con detenimiento porque así te lleva la imagen, los planos, la fotografía, el sonido, la intervención de los personajes. Deja preguntas, ninguna respuesta.

Me gustaría volver a verla porque creo que le encontraría muchas cosas más, así lo ameritan las obras de Wenders. Mientras tanto, salí del cine balbuceando un poema de Westonia Murray:

“Te acordás Te acordás

De los detalles?

Eso es lo que dicen

Estos poemas”

Eso es lo que dice Días perfectos.