Poema que vuelve: Héctor Viel Temperley
Por Miguel Martínez Naón | Ilustración: Silvia Lucero
Héctor Benjamín Viel Temperley nació en el año 1933 en la ciudad de Buenos Aires, entre sus libros de poesía se encuentra Poemas con caballos y Crawl, y en 2003 fue publicada por Ediciones del Dock su Obra completa.
El poema que presentamos en esta oportunidad quedó inédito tras su fallecimiento en 1987. Quienes lo conocieron cuentan que originalmente el poema iba a estar incluido en su último libro Hospital Británico, pero no fue así. Años después, un 26 de junio de 2012, sus hijos lo imprimieron y repartieron entre los amigos que estuvieron presentes en un homenaje que se realizó a 25 años de su partida.
Poeta inmerso en un mundo místico inmarcesible y desconcertante, pese a ser un desconocido en el ámbito literario durante gran parte de su vida, su obra por sí sola tomará trascendencia en los últimos años entre las nuevas generaciones que han vislumbrado un encantamiento frente a sus páginas.
Muchas veces se lo define como un poeta místico o religioso, aunque él se haya ocupado de bajar a tierra esas concepciones al decir, por ejemplo, que su poesía habla de marineros y nadadores, y que Jesucristo aparece “detrás de un rufián, de un vago, de un bañero”.
Cuentan que Viel era un hombre retraído. Brindó una sola entrevista en toda su vida, la cual también fue publicada luego de su muerte, en la revista Vuelta Sudamericana. Nunca presentó sus libros, y vivía a persianas cerradas en un departamento de Retiro. Se lo recuerda por el inmenso amor que supo brindar a sus siete hijos, a quienes los llevaba a pasear al mar y, seguramente, les enseñaba su otra gran pasión: la natación.
En la entrevista antes mencionada expresó: “Yo tenía la intención de romper mi poesía; la notaba demasiado rígida, como atada a un molde, un principio, un medio, un fin: sabía qué iba a decir. Después pasé a decir, a ver, empezó a interesarme la poesía que me permitía no solamente esconderme sino evadirme y hacer un mundo, tener un mundo”
Aquí compartimos entonces el poema prometido, con el ímpetu de seguir divulgando la obra de este inmenso poeta.
MAGENTA
Magenta es la barba de Cristo. Como rompiente de mar moja mi rostro: en mi nariz dibuja su nariz y en sus ojos cerrados pone mis ojos. En mi cara suda, su sangre corre por ella desde el pelo.
Así empapado estoy con Él, esperando su Resurrección.
Me duele su nariz, su cabeza, su barba, sus labios.
Soy más que un trapo suave, lleno de sueño, blanco de nacimiento; y soy más que una máscara sobre nariz partida, barba arrancada.
Soy un hombre sobre otro, una boca sobre otra, un beso para Dios pero en la tierra, donde nadie ve al hombre.
Soy antes y después, en Él, magenta; de sus labios es imposible despegar los míos.