Poesía: “Defensa personal”, de María Laura Guisen
Defensa Personal, de María Laura Guisen, publicado por Ediciones en Danza es un libro de 31 poemas, con prólogo de Osvaldo Bossi, donde el tiempo y el amor se conjugan para hablar a través de acciones, objetos y paisajes.
A saber por el poema que da título al libro “Defensa Personal" habla de la habilidad del amor para llegar a los “lugares más recónditos” para amasijar y la debilidad del ser humano para no querer esconderse: ¿Existe una defensa personal para el amor? ¿Existe la posibilidad de escapar del sentimiento para no sufrir? esa contradicción parece atravesar todos los poemas.
“Cada poema como un ejercicio de defensa personal, donde la exposición, en definitiva, no es debilidad sino fuerza”, escribe Osvaldo Bossi en el prólogo.
La tensión y la distensión, la presencia y la ausencia, el silencio y las palabras. Y en el medio el tiempo como otro tópico ineludible.
En distintas personas verbales, el yo poético de María Laura Guisen recorre paisajes, objetos, recuerdos, sueños y acciones cotidianas y las observa con mirada microscópica.
Defensa Personal empieza con la perspectiva desde una segunda persona, la observación de una mujer, los movimientos, mientras toma sol, lee un libro, habla por teléfono, como en una pintura de Hopper la describe por lo que ve, sin embargo el verbo parecer que antecede a cada estrofa pone en duda la condición de la existencia. ¿Qué aparenta? ¿Qué esconde? ¿Por qué aúlla esa mujer? con este inicio María Laura deconstruye las acciones y las evalúa como objeto de estudio. Hay una mujer madura que aparenta una plenitud que no posee.
Luego una mujer nuevamente, acá el yo poético se antepone y dice “mi hija” otra vez una mujer pero en la adolescencia que ríe junto a sus amigas, que no aparenta, que es genuinamente. Aquí recrea una escena que se convierte en palabras de la poeta en: “Un talismán, / dispuesto/ a desafiar, /el roce/del tiempo”.
¿Qué es el tiempo? ¿A dónde se lleva la jocosidad adolescente? ¿Qué desgaste produce? ¿Es el amor, quizá el culpable? “el amor” dice la poeta: “es una máquina/ para hacer agujeros: / te vacía/ un cargador completo/ en los lugares/más recónditos”.
La poesía de María Laura desafía lo etéreo hasta materializarlo, toca lo inasible, pretende llegar a aquello inalcanzable, lo que se escurre de las manos: la espuma del mar, el silencio, el rayo de sol, la ausencia.
La misma palabra cobra consistencia, la importancia de aquello que se nombra: “tu nombre” “el nombre”, ese tú del poema del que solo sabemos que lleva un nombre, que aparece porque se escucha: “Alguien, / por casualidad/ dijo tu nombre” pero también porque se lleva adentro “en el hueco de mi garganta” en “la cavidad de mi boca” en los labios. Como si ese nombre pudiera desarmarse, deshacerse, y cada letra tuviera una parte de quien invoca: “Algunas letras/ descansan/ovilladas/cómo un gato/al sol”.
Me remite al poema “Francesca” de Ezra Pound: “Yo que te vi he visto en medio de las cosas/ esenciales/me enfurecí cuando pronunciaron tu nombre/ en lugares ordinarios”.
¿Existe la tormenta perfecta? ¿Dónde está el cazador de temporales? María Laura utiliza la metonimia y el cuerpo es viento, es lluvia, es relámpago y trueno. El clima acompaña el estado de ánimo y a veces hasta apacigua la espera permitiendo darle utilidad al vidrio empañado del otoño para escribir “ese nombre”.
La poesía de María Laura desafía lo etéreo hasta materializarlo, toca lo inasible, pretende llegar a aquello inalcanzable, lo que se escurre de las manos: la espuma del mar, el silencio, el rayo de sol, la ausencia.
Las flores también son protagonistas, elementos que sostienen el ritual del tiempo. La pradera es la calma y en oposición las flores blancas aquello con lo que no se puede identificar.
El estado de ánimo oscila, la que no es desconfía, los días domingos son presagios que aturden pero que no aseguran un lunes mejor. El domingo es desazón inquieta pero también es un colibrí en el jardín.
Los elementos citadinos intervienen en el paisaje del poema: el auto, la coca cola, los lentes, pero se funden con la pradera, con las flores, con el campo. Confluencias que traducen el interior de ese yo poético aletargado por la ausencia que lo aqueja.
Entre el amor y la incertidumbre irrumpe el proceso creativo ¿Existe el poema perfecto? ¿El poema precede a la tormenta? las palabras como principio y fin: ¿Hay una palabra exacta para describir los sentimientos? El poema “Palabras” sintetiza esta inquietud, la importancia de la poesía: “Quisiera escribir/pecas/nariz/hija/y que en esa/enumeración/esté guardado el nombre/de todas las cosas/que amo”.
Las mujeres son el hilo que une la trama: la poeta, la madre, la hija, la mujer que es observada, como un sí se tratara de una misma constelación.
La misma mujer que sale a caminar en el último poema para alejar las uñas afiladas del domingo, la que encuentra la luz en el recuerdo de la infancia.