Reseña: “Rodolfo Walsh, la casa del Tigre donde ejerció ese peligroso oficio de escribir”
“Carapachay 459, la casa en cuestión que finalmente alquila Walsh en el delta de Tigre, es modesta, de no más de treinta y ocho metros cubiertos. La casa cuenta apenas con agua corriente, gracias a una bomba manual que llena un pequeño tanque. Cincuenta bombazos cada uno pactados entre Lilia y Rodolfo. No tiene luz eléctrica y por supuesto tampoco teléfono. Con respecto al nombre de la casa, que en el Tigre casi todas lo tienen, esta parece no poseerlo, o tal vez, se había perdido en el tiempo. Rodolfo piensa inicialmente que debiera tenerlo, pero luego, con el objetivo de pasar lo más desapercibido posible, con un propósito de clandestinidad, dispone dejar las cosas como están y llamarla solo “459”. Con respecto al parque, tanto Lilia como Rodolfo, no son muy prolijos. Los pastos y las ligustrinas están creciendo en exceso y esa parece ser la forma en que lo conciben. Algún tiempo más tarde, resulta que de pronto al retirar la ligustrina, apareció un modesto cartel del frente de la casa que le daba finalmente el nombre que siempre supusieron que no tenía. Para sorpresa de ambos y analizando que jamás la hubieran bautizado así, Carapachay 459 se llamaba nada menos que, Liberación (...)”
Este breve relato sobre un momento imprescindible de la vida de uno de los intelectuales más importantes de nuestro país proviene del primer libro de Daniel Argüello. En este explica cómo llegó a ser el propietario de la casa que había habitado Rodolfo junto a Lilia en los últimos diez años de su vida. No sabía quiénes habían sido sus dueños y, cuenta, la sorpresa que le causó el descubrirlo. Daniel Argüello nació en Laboulaye, provincia de Córdoba, estudió derecho en la Universidad de Córdoba, sin recibirse, participó en el Cordobazo y militó activamente en el peronismo revolucionario durante la dictadura cívico militar.
Este es su primer libro aunque escribió y publicó cuentos cortos referidos a varios temas. Consultado por AGENCIA PACO URONDO sobre su decisión de escribir este texto, se refirió a la dedicatoria del mismo. La destinataria es Lilia Beatriz Ferreyra, compañera de Walsh en los últimos diez años: “Cuando comencé a escribir este libro lo hice pensando en todos los datos que ella tenía, lo logrado en la biblioteca de la casa, lo investigado para tres ediciones del cuadernillo que se escribió, lo leído sobre Walsh en excelentes biografías escritas por sus amigos profesionales eruditos por todos conocido. Apenas me senté, aparecieron aportes e informaciones de toda clase que traían los amigos de la casa que hacían crecer diariamente los datos en papel o electrónicamente. Me generaron interrogantes que me obligaron a seguir buscando. Tantas veces pensé en Lilia, cómo me hacían falta sus comentarios, sus críticas, sus consejos. Por eso, al terminar mi propuesta, pensé que lógicamente este libro, esta manera de militar a Walsh solo puede ser dedicado a Lilia”.
"Al igual que su colega, Haroldo Conti, buscó en la tranquilidad del delta, el marco inspirativo para culminar su obra, para desarrollar El violento oficio de escribir. De haber podido, seguramente ambos habrían elegido envejecer por allí, junto a sus compañeras, donde el río y los pájaros se fusionan en un único sonido musical".
Y Daniel no dudó. Transformó la casa del delta en un lugar de memoria, de homenaje, de reunirse a recordarlo y releer sus obras. Esa casa mencionada en su Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar que abandonaron en mayo o junio de 1976 porque se dieron cuenta que estar allí ya no era seguro. Dejaron ese hogar que había cobijado desde 1971. Cuando se produjo el allanamiento Rodolfo no se encontraba allí, y seguramente lo sabían, pero también iban por su producción literaria. Los vecinos, testigos de estos hechos, observaron cómo fueron cargadas, por lo menos dos lanchas, con bolsas llenas de efectos personales de los antiguos moradores. Esto fue en septiembre. En agosto Lilia había pagado, mediante giro postal, el último alquiler de la casa de Carapachay 459.
Las casas no son una cáscara vacía. Guardan entre sus paredes las vivencias y las historias de aquellos que las habitaron. Ningún allanamiento podrá llevarse la esencia de Rodolfo que quedó en ese lugar para siempre. Al igual que su colega, Haroldo Conti, buscó en la tranquilidad del delta, el marco inspirativo para culminar su obra, para desarrollar El violento oficio de escribir. De haber podido, seguramente ambos habrían elegido envejecer por allí, junto a sus compañeras, donde el río y los pájaros se fusionan en un único sonido musical. Ese “Juan se iba por el río” no fue un testimonio anticipado de su partida porque Rodolfo sigue allí, en la casa del Tigre.