Un abrazo al cielo, Guachi
Por Yael Crivisqui
Tras batallar largas semanas contra un virus que lo aquejaba, el Guachi decidió al fin dejarse descansar y pasar a la inmortalidad, como pasan todos aquellos que con su carisma, bondad, y arte dejan una huella eterna en esta tierra, en la que todos, en definitiva, estamos de paso.
Su partida causa conmoción y una tristeza que inevitablemente se siente cuando parten los indispensables, los buenos; cuando se van los nuestros. Venimos de tiempos muy violentos y agitados, y hay personas que con su sola presencia, en la vida cotidiana como en el escenario, hacían de esta época, de este mundo, un lugar un poco más fácil de habitar.
El Guachi era una de esas personas. Su presencia escénica, descociéndose mientras dejaba volar esos riff llenos de mística platense, su sonrisa entre pícara y dulce que denotaba ser ese buen hermano, buen amigo, buen hijo, buen pibe, al que todos queríamos, incluso sin conocerlo, nos hacía sentir en casa. No cualquier artista puede transmitir tanto de su ser desde un escenario. Él lo hacía. Pibe humilde y con el corazón tan noble que supo albergar a un público que siempre lo va a extrañar.
Le vamos a estar eternamente agradecidos por haber formado parte de la banda que nos devolvió la fe, cuando veníamos golpeados por la orfandad que sentíamos en la cultura rock de nuestros barrios. Por eso, también, nos duele, por eso nos quema. Porque, además, nos hiere que el dolor siempre se sienta de este lado. Acumulamos demasiadas batallas, demasiados moretones, y muchas ausencias. Pero estoy segura que el Guachi sitió nuestro cariño a lo largo de todos estos años que los acompañamos, por eso me queda la tranquilidad de saber que partió sintiendo nuestro abrazo infinito.
Ahora nos toca como público hacer trinchera y reivindicar la memoria de un militante de la buena fe, de un artista popular talentoso. Llevaremos su sonrisa como bandera en cada show. Ahora nos tocar bancar con amor y respeto a sus compañeros de banda; porque si algo tuvo desde su origen Sueño de Pescado, es esa conexión amorosa e incondicional con su gente.
Un abrazo al cielo, Guachi.
Te vamos a extrañar para siempre.
“Abrazar las heridas: dejarlas sangrar”