Deóntica de tu justicia, repatriación de nuestro cielo
Por la redacción de APU
Después de más de un año de idas y vueltas con artilugios legales y complicidades, la Cámara Federal de Bahía Blanca, revocó el fallo del Juzgado Federal Nro. 1 de la misma ciudad y fijó audiencia para el próximo 18 de marzo a las 10.15 para tomarle declaración al director del diario La Nueva Provincia (actualmente La Nueva.), Vicente Massot, quien está imputado por crímenes de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura cívico-militar.
Uno de los herederos del clan Massot - Julio está acusado de integrar junto con los mandos militares del Ejército y la Armada una asociación ilícita con el objetivo criminal de eliminar un grupo nacional, para lo cual habría contribuido desde el multimedio actuando “de acuerdo a las normativas y directivas castrenses y en cumplimiento de tales”.
Cabe resaltar que fue imputado como coautor del homicidio de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, “instigándolo, determinándolo, prestando aportes indispensables para su concreción material y encubriendo a sus autores inmediatos”, y de haber efectuado “aportes esenciales”, que “consistieron en el ocultamiento deliberado de la verdad”, en los secuestros, torturas y homicidios de 35 personas.
Después de años de impulsar la investigación, la fiscalía logró que, finalmente, el director y propietario del diario La Nueva Provincia sea imputado de haber sido parte del grupo medular con poder de decisión en el matutino al momento de producirse la “campaña de propaganda negra” desde sus páginas como modo de operatoria psicológica en favor del régimen de la represión clandestina. Deberá, entonces, en la cita fechada dar cuentas de su accionar.
“El cielo por asalto”
Es el nombre que Vicente Gonzalo Massot le dio a su último libro. Paráfrasis de una cita de Karl Marx, que por estos días se convierte en algo más que una paradoja.
Según relata José Pablo Feinmann en Peronismo: Filosofía política de una obstinación Argentina, “La frase "el cielo por asalto" es la más hermosa que escribió Karl Marx. "Estos parisienses que toman el cielo por asalto." No es parte de El capital. Ni de los Gründrisse. Ni del Manifiesto. No podría serlo: surge, como una estrella jubilosa y única, de un hecho posterior a la redacción de esas obras maestras. No pertenece a un libro. Está en una carta que le escribió a su amigo Kugelman, desde Londres, el 12 de abril de 1871. Apesta para el paladar de los anticomunistas. Es una frase subversiva.
Tomar el cielo por asalto es apoderarse del poder de la sociedad burguesa, es ponerlo en manos del proletariado y, desde ahí, partir en busca de una sociedad más justa, sin desigualdades. Como la esencia del capitalismo es la desigualdad, tomar el cielo por asalto es quebrar su lógica y trastrocarla por otra que proponga la igualdad entre los hombres. La política, la jurídica y la económica. "El cielo" es la sociedad capitalista porque ésta siempre se ha postulado como "lo mejor". O lo "menos malo". O, de todos los mundos posibles, como postulaba Leibniz y lo burlaba Voltaire, el mejor de todos, el que Dios nos ha cedido generosamente luego de haber analizado a los otros y descubrir que éste, el nuestro, es el superior y entregárnoslo. Tomar "el cielo por asalto" es adueñarse de él. Hacerlo propio. Ahora, el cielo es nuestro. De quienes hemos vivido casi en el infierno o, sin más, en él. Se nos hacía difícil pensar que esto podía ocurrir. Siempre nos parecieron demasiado poderosos los dueños del cielo. Siempre nos enseñaron que era de ellos, que les pertenecía por derecho divino o por linaje histórico o por tener las armas necesarias para defenderlo de cualquiera que se lo quisiera arrebatar.
De esta forma, hemos aprendido las reglas del cielo. El cielo no se toca. El cielo tiene dueño. Cualquier intento de cuestionar el orden que reina en el cielo será castigado severamente, con la vida a veces. Prohibido escupir en el cielo. Robar es escupir en el cielo. Negarse a cumplir las órdenes de las autoridades constituidas es escupir en el cielo. No trabajar es escupir en el cielo. Quejarse por el salario recibido es escupir en el cielo. Matar -sobre todo a un miembro de la clase poseedora, de la clase superior- es escupir en el cielo. Desobedecer cualquier orden de un policía es escupir en el cielo, ya que en todo policía se encarna el orden celeste.
[...] Los dueños del cielo serán siempre los mismos. O sus socios, o sus familiares o sus descendientes. Hombres de sana ambición y laboriosidad pueden llegar a compartir algo del cielo con sus dueños, siempre que éstos lo encuentren beneficioso para los intereses del cielo, que son los de todos, los de la patria. Pero propiedad de los poseedores del cielo. El cielo tiene propietarios. Cada vez hay menos propietarios y más no propietarios. Esta desigualdad es propia del cielo. Al ser el derecho de la propiedad el elemento esencial del cielo no todos pueden ser iguales en él. Algunos tendrán muchas propiedades, otros tendrán menos y la enorme mayoría no las tendrá. O tendrá sólo las necesarias para su subsistencia, sin la cual no podrían trabajar para los poseedores del cielo. Se ha comprobado que los muertos no trabajan. El cielo tiene creencias en las que todos deben creer, leyes que todos deben cumplir y una jerarquía que nadie debe alterar. Todo ser humano puede ser feliz en el cielo. Sólo tiene que aceptar el lugar que en él le ha tocado. Algunos, como se ha visto, pueden modificarlo. Sólo algunos.
Cuando son muchos los que quieren modificar el orden del cielo, sus naturales poseedores consideran esa acción como la más perniciosa para el cielo, pues quiere subvertir el orden que en él reina. Reaccionarán con extrema violencia. Porque subvertir el orden que reina en el cielo es la acción más destructiva que pueda emprenderse contra él. Quienes lo hagan morirán o serán sometidos a terribles castigos de los que tal vez no salgan con vida. Es decir, también morirán. Subvertir el orden del cielo, pretender apoderarse de él, asaltarlo por medio de la fuerza y las ideas perniciosas, es pretender matarlo. ¿Qué otra cosa sino la muerte merecen quienes perpetren semejante agravio? Se prohíbe asaltar el cielo. Está terminantemente prohibido tomar el cielo por asalto….”
Te quedo grande el cielo Vicente…
Tu usina golpista no se "ocupó" de todo. Quedamos los que quedaron, los que vinimos y los pocos y solitarios que hicieron propia la lucha y la búsqueda de la Justicia en Bahía Blanca, la plasmaron en dos sentencias y hasta hoy pelearon para que a los Massot se los juzgue por su responsabilidad ante tanta muerte.