Argentina en la encrucijada: entre la tecnoutopía y la distopía libertaria

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    Mesa larga

Argentina en la encrucijada: entre la tecnoutopía y la distopía libertaria

07 Febrero 2025

Si tuviéramos que pensar la política argentina hoy, a principios del año 2025, podríamos  imaginarnos una gran mesa. Puede ser redonda, cuadrada, rectangular u ovalada. De cualquier forma. Lo que no puede ser, es chica. En esa mesa encontramos a todos los principales cuadros y dirigentes políticos argentinos. Dirigentes y dirigentas (digámoslo todo). Ahí están, sentaditos y con miradas recelosas, todos y todas (o casi).

En alguno de los lugares centrales están Cristina y también Mauricio. Un poco más cerca o más lejos los vamos a ir viendo al resto. Patricia, Alberto, Guillermo, Jorge (el primo de Mauricio), Máximo (el hijo de Cristina), Sergio Tomás, Daniel, Florencio, Juan (el de Córdoba), Gildo, Leandro (Santoro), Mariano (Recalde), Diego (Santilli), y podríamos seguir con la lista pero no nos alcanzan las palabras. Pero la mesa es grande y en la mesa sí están todos (o casi).

En esa mesa transcurre la discusión política argentina. Por momentos acalorada, por momentos pausada. En alguno de los rincones de la mesa se pueden sentir los puños azotando la madera. Emergen dedos índices acusadores. Se murmuran o se gritan palabras. Acusaciones sinceras de traiciones profundas. Amenazas descubiertas, pero también solapadas. Hay vetos y censuras, carpetas y escuchas. En algún rincón alguien pide la palabra y no le es dada. En el otro alguien quiere hablar sobre una mano que lo amordaza. Están los habilitados y los inhabilitados. Los gritones, los sobradores, los acomodaticios, los resignados y los tilingos. En algún rincón se juega a la play. Vuelan guantes, cascos, pero también reposeras y bastones de mariscal. En otro lugar alguno ve Nextlix desde el celular mientras otros planifican algún cumpleaños clandestino o un viaje en yate con alguna modelo top. Están todos en la mesa. No falta nadie (o casi).

La mesa es grande, de tipo victoriana. Una mesa antigua, con incontables tablas de alargue, de caoba maciza, con patas acanaladas. Una mesa grande, linda, tan linda que es difícil no verla. Una mesaza diría la Chiqui. Una mesa grande pero está apolillada. Una mesa grande, pero vieja y apolillada. Una mesa robusta, pero del siglo pasado.

En esa mesa grande, pero vieja y apolillada, se discute la vieja política argentina. La política del siglo pasado. La política de los que no se dieron cuenta que el mundo cambió y mucho, pero sobre todo que nuestra sociedad cambió y el país cambió. ¿Cuándo? Las fechas (hasta la de nacimiento y la de muerte) siempre son un capricho. Digamos entonces, caprichosamente, que el mundo cambió en el 2008. Cambió con la crisis financiera global, cuando las economías tradicionales colapsaron y la tecnología tomó un rol central en el poder económico. Cambió con la consolidación del capitalismo de plataformas: Amazon Google, Facebook, Apple y Microsoft dejaron de ser empresas tecnológicas para convertirse en las nuevas estructuras de dominación global. Cambió con la monetización del dato. Cambió con el algoritmo y la Inteligencia Artificial. Cambió con el paso de lo analógico a la digital y de ahí a lo virtual y la realidad ampliada. Cambió con la incorporación de las herramientas tecnodigitales al mundo financiero: la famosa “tecnoanarquía capitalista”, un modelo donde la economía se rige por plataformas descentralizadas, donde las reglas del mercado ya no son fijadas por Estados ni bancos centrales, sino por algoritmos, criptomonedas y sistemas de inteligencia artificial que escapan a toda regulación. En fin, que cambió y mucho. El mundo no es lo que fue, pero sobre todo el futuro no es lo que era.

Llegados a este punto, el atento lector se dará cuenta que en esa mesa hay Uno que no está. Javier, el “Leon”. Y es que esa ausencia no es un olvido. Porque Milei ha hecho (porque mejor que decir es hacer), y está haciendo (corrijo) una revolución. Aunque le pese a quien le pese, y no le guste a quien no le guste, es necesario asumir y comprender que Milei viene haciendo, desde que apareció en la tv como panelista, una revolución.

Y es justamente por eso que no se sienta en esa mesa. Porque en esa mesa se discute la política del pasado y Javier plantea dos grandes diferencias. 

La primera es dimensional. Si pudiéramos decir que la mesa funciona en un plano bidimensional, tendríamos que decir (de manera acertada) que Javier está planteando una política en el plano tridimensional. Para volver a la metáfora de la mesa, digamos que Milei vio la mesa, la despreció, y salió a discutir en el barrio. Milei no discute en la mesa, porque lo que está sucediendo sucede en el barrio. 

La segunda diferencia es temporal. En la mesa se está discutiendo el siglo pasado, con las herramientas del siglo pasado. El libertario viene a discutir con las herramientas y las armas del siglo XXI: el dominio del algoritmo, la manipulación de las redes sociales, la segmentación de audiencias y el uso masivo de la analítica de datos. Parece que es el rey del tiktok y de X (ex twitter), pero en realidad es el dueño de los trolls, el inquilino de la analítica de datos, la segmentación y el mensaje diferenciado.

Pero -y siempre que hay un “pero” el lector debe prestar especial atención-, con las herramientas del siglo XXI, Milei no nos quiere llevar al futuro. Con ellas fantasea con volver al siglo XIX, con un Estado mínimo, sin derechos sociales y sin regulaciones. Su objetivo no es la modernización ni la transformación tecnológica, sino la disolución del nacional: el debilitamiento del Estado como garante del desarrollo, dejando a la sociedad a merced de la “mano invisible” del mercado, que en la práctica solo beneficia a los grandes capitales. Milei está planteando entonces una revolución conservadora, o ultraconservadora cuya finalidad es la disolución nacional.

Ahora bien. Llegados a este punto y toda vez que ninguna escritura (ni ninguna lectura) es inocente cabe hacerse una pregunta. ¿Y ahora qué? ¿Qué se hace con una propuesta política, que logra interpelar las novedades del siglo XXI nos mete de contrabando una turbada fantasía de retroceder al siglo XIX?

Se me ocurren en este punto al menos dos soluciones posibles. La primera tiene que ver con lo que pareciera que proponen quienes están sentados en la mesaza victoriana. Compremos barniz, algún matabicho y reparemos esa mesa del siglo XX que es tan linda que resulta difícil no verla. 

Creo que esa no sería la mejor solución. El mundo cambió y mucho y nuestra sociedad ya está en otro lugar. Quedarse en esa mesa es volverse la pintura bidimensional de la mesa y todos sabemos en las pinturas no hay vida.

La otra opción, el desafío, es replantear una nueva utopía para el siglo XXI. Imaginar una tecnoutopía permita comprender las novedades del siglo XXI y se articulen con el futuro. El desafío no es romper el Estado, es repensarlo en la era digital, desburocratizado de lo analógico y potenciado con la inteligencia artificial. Una visión estratégica de lo estatal que tome en consideración al menos cinco ejes que apenas pretendo enunciar: 

1. el vínculo con el sector agroexportador, durante muchos años nos quisieron hacer creer que la soja era un “yuyito verde”, pues bien, sepamos de una vez que detrás de cada poroto de soja hay tecnología. Una facultad, una universidad, un área de I+D del sector privado (es el Estado y el privado!), hay miles de ingenieros, tecnólogos, biotecnólogos, inversores, familias que están detrás de ese sector. Más aún, es uno de
los sectores que genera las divisas para el desarrollo de la Nación! 

2. El desarrollo del sector de minería y combustibles. Se trata de un sector estratégico cuyos resultados deben ser usufrutuados por todos los argentinos. Se estima que para el 2030 las exportaciones de estos dos sectores van a duplicar (sí, duplicar!) las exportaciones del sector agrícola. En pocos años estos dos primeros ejes van a permitir superar el histórico problema de la restricción externa argentina. 

3. El desarrollo industrial. Y aquí el principal enemigo de los libertarios que nos quiere hacer creer que la industria es deficitaria. La destrucción de la industria es la destrucción del Estado, de puestos de trabajo, de familias, de consumo! Se trata de repensar una industria estratégica para el desarrollo del futuro y esto hacerlo con los inversores y con el estado que garantice reglas de funcionamiento claro. Otra vez, detrás de cada fábrica o industria o emprendimiento o desarrollo hay inversores, emprendedores, dueños y trabajadores! Son miles de familias en ese sector. 

4. La educación, la ciencia y la tecnología, pero con un desarrollo alineado con el sector industrial y el agroexportador. No hay futuro y utopía posible si desmantelamos las inversiones en educación ciencia y tecnología como pretenden los libertarios! La cuestión educativa, en todos sus niveles, constituyó la columna articuladora del crecimiento y desarrollo social ascendente en nuestro país.

5. La defensa nacional. El mundo está atravesando una etapa de profundos conflictos. No es posible pensar el futuro del país sin las fuerzas armadas comprometidas con el desarrollo y la defensa nacional. Unas fuerzas armadas comprometidas con el desarrollo tecnológico e industrial con capacitación y tecnología que permita no solo garantizar efectivas políticas de defensa de nuestros recursos naturales y estratégicos, sino también que les permitan general valor a través de un vínculo estratégico con el sector industrial (y otra vez el Estado con el privado!).

El desafío es pensar qué país le vamos a dejar a nuestros hijos y nietos y procurar que sea mejor que el que nos dejaron nuestros padres y abuelos. Los que están sentados en la mesa pareciera que son el pasado. Los libertarios son puro presente, sin futuro y con una pulsión del siglo diecinueve. La necesidad y el compromiso es entonces convertirse en los intérpretes y hacedores del futuro una nueva tecnoutopia que incluya a toda la sociedad por encima de las viejas grietas, donde los individuos puedan desarrollarse plenamente. Esa es la tarea.