Aritz Recalde: “El peronismo tiene que darle un nuevo mito movilizador a la militancia"

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DISCUSIONES EN EL CAMPO POPULAR

Aritz Recalde: “El peronismo tiene que darle un nuevo mito movilizador a la militancia"

14 Marzo 2024

Aritz Recalde es sociólogo (UNLP), magister en gobierno y Desarrollo (UNSAM) y Doctor en Comunicación (UNLP). Se dedica a la divulgación de investigaciones históricas relacionadas al peronismo y al pensamiento nacional. Su último libro “Pensadores del nacionalismo popular“ propone un análisis lúcido y pormenorizado de la vida y la obra de un conjunto de pensadores del nacionalismo popular entre los cuales se encuentran Juan Domingo Perón, José María Rosa, Juan Bosch, José Vasconcelos, entre otros. Su mirada sobre el momento del peronismo.

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo ve al peronismo actualmente? 

ARITZ RECALDE: El peronismo atraviesa una crisis en cuatro dimensiones: de representación, de identidad, de organización y programática. La derrota electoral del 2023 refleja la crisis de representación y el deterioro de su relación con la masa popular. Anteriormente, el justicialismo nacional fue vencido en 2013, 2015, 2017 y 2021. 

En 2023 el espacio fue derrotado a nivel nacional por una fuerza política nueva, sin mucha trayectoria. La Libertad Avanza no tenía un armado político territorial, si bien en la segunda vuelta tuvo el sostén del PRO. En la última etapa de la campaña Milei no recibió apoyo de buena parte del periodismo concentrado y pese a todo se quedó con muchos de los votos que en otras épocas estaban al Frente para la Victoria y al Frente de Todos. 

Además del descalabro nacional, el justicialismo perdió varias provincias como es el caso de Chaco, Santa Cruz, San Luis, San Juan, Santa Fe y Entre Ríos. Incluso, ganando como fue el resultado de la provincia de Buenos Aires, perdió un importante caudal de votos en relación a elecciones anteriores. 

Las clases medias y también los sectores populares, mayoritariamente, le dieron la espalda a los candidatos peronistas. Incluso y es bueno destacarlo, un sector considerable del electorado argentino votó a Milei por el hecho de que llevaba la bandera del que se “vayan todos, que no quede ni uno sólo”, de la “anti casta” y de la “motosierra contra el Estado” manejado por el binomio Alberto Fernández y Cristina Kirchner. 

El espacio justicialista sufre además una crisis de identidad. En sus orígenes, el Movimiento conducido por Perón formuló una doctrina nacionalista, popular, antimperialista y de orientación humanista y cristiana.  Luego, a partir de fines de los ochenta  y durante la presidencia de Menem en los años noventa, derivó en la ideología del neoliberalismo. Con Duhalde primero y luego con Néstor Kirchner fue desarrollista. Desde 2019 con Alberto Fernández y con Cristina Fernández el justicialismo derivó en un progresismo liberal feminista.  

En general, las elites provinciales del peronismo no adhirieron a la ideología progresista  ya que en sus comunidades los pueblos tienen una identidad federal, tradicionalista y mayoritariamente cristiana. Lo mismo ocurrió en las gobernaciones radicales, del PRO y en las manejadas por expresiones locales que no asimilaron la revolución cultural que promovió el gobierno nacional del 2019.  

La muerte de Perón y los nuevos liderazgos

APU: ¿Predomina una mutación en el peronismo?

A.R: Como parte de estas constantes mutaciones, el peronismo carece de una doctrina unificada y hay dirigentes que bajo un mismo sello partidario profesan posiciones políticas e ideológicas totalmente enfrentadas y no existe una conducción que pueda sintetizarlas y encausarlas. 

La carencia de una identidad partidaria acentuó la crisis de representación y profundizó la crisis de la organización. En temas organizativos, Perón creó un movimiento pluri-clasista con eje en los trabajadores sindicalizados. La identidad fue pluri-étnica y se amalgamó a partir de un humanismo cristiano. El movimiento se estructuró como un espacio pluri ideológico y reunió a referentes provenientes de la izquierda, derecha, radicales y socialistas, creyentes y agnósticos. El movimiento no se disgregó pese a la diversidad de dirigentes e ideologías, ya que tenía un conductor estratégico que los convocó a dejar en un segundo lugar sus diferencias y orígenes partidarios, para construir una agenda compartida de una patria libre (soberanía política), justa (justicia social) y soberana (independencia económica). El centro del dispositivo de poder del proyecto fueron el sindicalismo, la iglesia y las fuerzas armadas. La ruptura de Perón con estos dos últimos factores de poder auspició su caída en el año 1955. También conllevó una gran dificultad para gobernar en el año 1973. En su tercera gestión Perón intentó reorganizar su frente político acercando nuevamente a los militares, la iglesia y a los empresarios. Encontró un alto hostigamiento por parte del capital trasnacional y del empresariado concentrado interno. En su Movimiento rechazaron la convocatoria a la unidad sectores de la juventud que se referenciaban en la izquierda y la lucha armada y por grupos identificados con la derecha. 

Con la muerte de Perón terminó el proyecto fundacional y nació una nueva etapa política caracterizada por las distintas y contradictorias apropiaciones y usos de su legado. Emulando su nombre, a nivel nacional surgieron el menemismo, el duhaldismo, el kirchnerismo, el cristinismo y un amplio abanico de partidos, organizaciones y dirigentes provinciales y municipales. En cada uno de estos momentos históricos se modificaron las alianzas internas, las formas de ejercer el poder y las agendas de política de Estado. 

Menem hizo un pacto con las corporaciones extranjeras y gobernó con la rama política. Para alcanzar el poder, diagramó un acuerdo con la provincia de Buenos Aires. A medida que avanzaban las privatizaciones y la desindustrialización, rompió con sectores del histórico sindicalismo peronista que pasaron a la oposición. El Presidente terminó de destruir lo que quedaba de las fuerzas armadas. 

También Néstor Kirchner llegó de la mano de la rama política a partir de un acuerdo de gobernadores. La articulación con la provincia de Buenos Aires referenciada en la figura de Duhalde, se asemejó al esquema del año 1989 por el cual Menem alcanzó la primera magistratura. Kirchner intentó recuperar la alianza con los trabajadores formales de la CGT/CTA y también con los obreros informales organizados en los años noventa en oposición a Menem y De la Rúa. El mandatario pasó de promover la transversalidad con el progresismo, a la conducción personal del Partido Justicialista. Kirchner aplicó una férrea centralización del poder, debilitó a los gobernadores justicialistas y bloqueó la posibilidad de construir frentes políticos federales.  

Con su muerte, terminó el kirchnerismo y surgió el cristinismo que se propuso hacer una nueva síntesis política con centro en los sectores medios juveniles. A partir del año 2013 la mandataria se propuso suplir la falta de representatividad de los nuevos dirigentes otorgándoles cargos públicos. La agrupación de Cristina construyó un entramado federal con los puestos gerenciales y con las designaciones de empleados en las empresas como Aerolíneas, PAMI y ANSES. Desde allí, se empezó a diagramar una disputa electoral contra los referentes locales y provinciales con los cuales se había caminado anteriormente bajo la comandancia de Kirchner. Desde la desaparición de Néstor y particularmente con la opción de Cristina de tener una agrupación propia, se tensó la relación con intendentes, gobernadores, sindicatos y  organizaciones sociales. Esa disputa y sus consecuentes grietas internas, permanece hasta nuestros días. 

Como consecuencia de estas y de otras cuestiones, hoy no existe una mesa nacional del peronismo y hay una gran dispersión. El desastre electoral en las provincias tampoco facilita la posibilidad de hacer un frente de gobernadores e intendentes. Como resultado de las incapacidades de los dirigentes, del estado emocional de la militancia y por decisión de las conducciones del justicialismo de los últimos 20 años, las ramas política, femenina, sindical, juvenil y las organizaciones sociales están divididas y enfrentadas.    

El peronismo ante la economía

APU: ¿Falta un norte respecto hacia donde ir en materia económíca?  

AR: Como consecuencia de lo que venimos diciendo, el justicialismo no tiene un programa nacional de desarrollo y tampoco un norte que marque el camino. Hace varios años que se remplazó la bandera del proyecto nacional y la planificación social a futuro, por un relato nostálgico del pasado kirchnerista. Hace tiempo que no coincide el relato con lo que efectivamente ocurre. Los datos de la economía muestran la acumulación de una década de estancamiento. Solamente durante el último año de gobierno de Alberto y Cristina se alcanzó una inflación cercana al 200%. La educación, la salud, la seguridad y la infraestructura públicas atraviesan serios problemas. En la última década se llegó a la preocupante realidad de que se puede ser pobre trabajando en blanco, teniendo profesión y oficio. 

Al trabajador formal y a la clase media no le importó el relato de la dirigencia y buscaron salvar a sus familias de la decadencia argentina. Se fueron masivamente de la escuela pública a la privada, se pagaron obras sociales y sistemas de prepagas, financiaron seguridad privada o viven en barrios cerrados. Al sector informal se le aplicó una política de contención que reprodujo su condición de pobreza y hace años que en las barriadas populares se vive cada día peor. Es por eso que votaron a la Libertad Avanza y no solamente porque se lo recomendó Milei desde TikTok o un periodista de La Nación TV. 

En este contexto, si el justicialismo no vuelve a la realidad, difícilmente tenga posibilidad de formular un programa de desarrollo. Sin un plan se convertirá, definitivamente, en el pragmático administrador del subdesarrollo nacional y no en el gran motor de progreso económico y social que supo ser. 

Los problemas de identidad, de organización, de programa  y la manera de ejercer la conducción estrategia y táctica le quitaron musculatura partidaria, capacidad de decisión gubernamental y competitividad electoral. El frente electoral que permitió ganar la elección del 2019 fue un fracaso como alianza de gobierno y Alberto Fernández se convirtió en el equivalente al mal gobierno de Dilma Rousseff en Brasil que habilitó a Bolsonaro.  

Paradoja de la historia, en nombre del kirchnerismo el gobierno saliente en el año 2023 dejó el país en las terribles condiciones en las que lo encontró Néstor en 2003: la mitad de los argentinos pobres, el pueblo descree de los políticos, la clase media y los jóvenes desencantados se van del país, la deuda externa ahoga al Estado, el sindicalismo y las organizaciones sociales están divididas y el justicialismo nacional se encuentra balcanizado. 

APU: ¿Considera posible su reunificación en la actual coyuntura? 

AR: Desde la vuelta de la democracia el peronismo estuvo mayoritariamente en el poder estatal y el manejo de sus recursos muchas veces funcionó como un ordenador partidario. Un dirigente o una agrupación podían no compartir el rumbo del gobierno, pero se ordenaban a cambio de los fondos para sostener sus estructuras. Sin recursos la estrategia de “conducir es contratar” hoy entró en crisis y no es simple que ningún sector del peronismo acepte una conducción única. 

Luego del año 2015 Cristina se propuso ordenar a la oposición utilizando el capital político kirchnerista. Su derrota en el año 2017 demostró que con ella solamente no se puede triunfar y también hizo evidente que sin ella tampoco se gana. De esa realidad nació la candidatura de Alberto Fernández a presidente. Actualmente, el deterioro creciente de la figura de Cristina y el crecimiento de su imagen negativa achican considerablemente la capacidad de imposición de su conducción. 

Hay un tema que auspicia la reunificación justicialista y es la decisión de la Libertad Avanza de implementar cambios radicales en la economía, en la cultura, en el Estado y en la forma de financiar a los gobiernos federales. Los distintos frentes abiertos por Milei van construyendo un adversario en común y auspician la posibilidad de la unidad del justicialismo y de la acción conjunta con otros partidos provinciales. 

La gran mayoría de los sindicatos se ven perjudicados por el empobrecimiento de sus afiliados, por el intento de eliminar convenios y por el programa económico. Los gremios estatales están en conflicto por drástica reducción del personal. Hay que ver qué ocurre con los empresarios de la obra pública, con los proveedores del Estado y con aquellos perjudicados por la recesión y la apertura. Los ajustes en las universidades nacionales y en el sistema educativo provincial van a empujar a sectores de la juventud al conflicto callejero. 

APU: Hay ahogamiento de los gobiernos provinciales...

AR: Los gobernadores están recibiendo un hostigamiento presupuestario y Milei les exige que hagan el ajuste. En este marco, algunos optaron por pactar con el oficialismo a cambio de recursos como es el caso del justicialismo de Tucumán. Otros, intentan negociar y al mismo tiempo amenazan a confrontar como ocurre con los gobernadores de la UCR e incluso del PRO. Parte de estos sectores impulsaron un frente de Gobernadores de la Patagonia, que emitió varios mensajes duros contra la política oficial. Existen mandatarios que se enfrentan públicamente a Milei como es el caso de los titulares de La Rioja, de Formosa o de Buenos Aires. 

Si Milei se fusiona definitivamente con el PRO y rompe sus alianzas con los salteños, los cordobeses y los misioneros, se abre la posibilidad de un nuevo frente anti oficialista. La relación de la Libertad Avanza con la UCR tampoco es simple y lineal y en el futuro puede reconfigurarse el espacio político.  

Si el Ejecutivo nacional continúa con su programa de ajuste, los gobernadores justicialistas pueden tender a unificarse y a articular acciones con los sindicatos, los empresarios, los sectores de la cultura y con las representaciones de la economía informal. También pueden sumar a otros gobernadores de distintos partidos políticos. Objetivamente, todos estos sectores sociales, partidarios y culturales tienen a Milei enfrente. Subjetivamente aún eso no está claro. Políticamente tampoco. 

Igualmente, a tan solo tres meses de iniciado el gobierno es muy promisorio adelantar la forma que adquirirá el peronismo o cómo se llame el espacio. Dependerá mucho de la mejora o no de la economía y de la suerte del actual frente de gobierno nacional. 

También hay que ver qué ocurre con la gestión y con la proyección de los flamantes gobernadores como el de Córdoba o de otras tradiciones políticas como el de Santa Fe. Hay una nueva generación política joven en lugares de responsabilidad que tienen mucho futuro. Estamos en la antesala de un cambio político generacional. 

APU: ¿Cuáles deberían ser los planteos que deberían retomarse en esta etapa tan adversa para volver a ser alternativa de poder? 

AR: Primero, hay que volver a la realidad y dejar atrás el relato de autobombo. Hay que interpretar el contundente mensaje de las urnas. Hay que poner el oído en el planteo de la iglesia católica, que en soledad, está denunciando el descarte humano y el temerario panorama social del país. Es momento de escuchar a los sectores populares, al empresariado del comercio, los servicios, del agro y de la industria. Es fundamental recuperar el dialogo con las comunidades provinciales y eso demanda dejar atrás la cultura del progresismo porteño, para adherir a un pluralismo de verdad, a una identidad federal y popular. Nuevamente, el peronismo debe representar una alternativa realista de mejora y tiene que generar una expectativa en la gran masa de pueblo. Políticamente, hay que terminar con el sectarismo y con las divisiones que destruyeron al peronismo y que fueron parte causal del actual drama argentino.  Primero la patria, después el Movimiento y finamente los hombres. 

Es fundamental recuperar una identidad a partir de la cual construir una unidad de destino, unificar a la organización y darle un nuevo mito movilizador a la militancia. Hoy Milei tiene un relato de futuro y genera una emoción entre los jóvenes que el justicialismo perdió hace años. Con realismo, con un amplio acuerdo movimentista de dirigentes, con una identidad doctrinaria y cargados de valores movilizadores estamos en condiciones de avanzar  en la reorganización. Digo organización y no frente electoral, cuestión que tiene que venir luego de tener acuerdos programáticos y políticos. 

Otro tema central es la formulación de un programa que sea el resultado de una doctrina y de un acuerdo nacional.  Sobre esta cuestión, solamente quiero destacar un par de ejes. El primero, es que tenemos que recuperar la cultura del trabajo y no creo en que se pueda construir un país sobre el consumo o sobre el subsidio a la pobreza. Se puede vivir dignamente trabajando con un salario modesto. Por el contrario, la persona humana es humillada malviviendo del bolsón de comida y del eterno subsidio de desempleo estatal. 

APU: ¿Falta recuperar un proyecto nacional vinculado a la producción?

AR: Es fundamental reordenar el Estado y motorizar las voluntades detrás de un proyecto de producción y de trabajo. El actual intento de controlar la inflación y de sanear las rentas públicas, son solamente aspectos parciales de la economía y no suponen un programa de desarrollo. El peronismo debe ser la fuerza de la producción y tiene que enfrentar a los especuladores financieros y a sus socios en el gobierno que organizan la fuga de la riqueza e impiden la existencia de un capital nacional. La renegociación de deuda y la reforma del marco institucional que garantiza la especulación (ley de entidades financieras y regulación del Banco Central) deben ser parte de una causa nacional. 

Es fundamental tener acuerdos básicos para la explotación de los recursos naturales y el desarrollo eficiente de las empresas públicas estratégicas.  

Un tema fundamental es volver a la doctrina acerca de que los únicos privilegiados son los niños. La crisis de la Pandemia fue, posiblemente, la única desde el año 1983 en adelante en la cual frente al desastre social el peronismo no priorizó el cuidado de embarazadas y de los bebés del pueblo que quedaron totalmente desamparados. El gobierno saliente dejó el 60% de pibes pobres y eso es una inmoralidad injustificable. La marginalidad juvenil actual es uno de los grandes impedimentos para el desarrollo futuro. 

Otro tema estratégico es avanzar en un acuerdo federal y pluri-partidario sobre la educación, la capacitación en oficio y la ciencia.  Esto involucra al justicialismo y a todos los gobernadores y actores del sistema.   

Luego está la cuestión de la seguridad y la terrible violencia en las barriadas populares. El narcotráfico hace que la Argentina avance, vertiginosamente, hacia una fragmentación y a la pérdida de soberanía territorial como ya ocurre en México o en Colombia.  Miles de pibes están involucrados en el menudeo de droga, mueren consumiendo ese veneno y a partir de la brutal violencia vinculada a esta criminalidad como trágicamente se muestra hoy en Rosario. 

La política exterior también debe ser parte de una agenda nacional.  No es bueno el partidismo de corto plazo en relaciones internacionales. El MERCOSUR tiene que ser la primera prioridad y con este fin hay que afianzar la relación con Brasil. Poco contribuyó en este sentido el trato despectivo de Alberto Fernández a Bolsonaro y el actual de Milei hacia Lula.  

Un país como el nuestro que padece una ocupación extranjera en Malvinas y que está frente a un conflicto mundial en la Antártida, no puede darse el lujo de no tener políticas de defensa. 

Solamente se puede encarar esta gesta de refundación con patriotismo y con valores de solidaridad social. 

APU: ¿Ve algún liderazgo posible en perspectiva? 

AR: En el contexto de descalabro político general actual, Cristina conserva un piso de legitimidad, aunque las encuestas muestran que cada día es más baja su popularidad y más alto el rechazo a su figura. Desde el 2013 en adelante, la ex mandataria trabajó para que crezca su tropa propia y conformó una liga de intendentes y una representación en ambas Cámaras Legislativas. Cristina puede aplicar ese capital político para intentar dividir al peronismo, impidiendo que surja alguna alternativa electoral competitiva de una provincia o de un gremio. Otra posibilidad y dada que su debilidad relativa es mayor que la del 2019, puede mandatar a su espacio a acoplarse a un frente más grande. 

No hay claridad de cómo jugaran en el mediano plazo los otros candidatos justicialistas históricos. Scioli está integrado al gabinete de Milei. Massa permanece en silencio y reordena su militancia del Frente Renovador. Parte del gabinete de Milei se completó con figuras cercanas a Schiaretti. Pichetto creó el bloque legislativo Hacemos Coalición Federal y van de un apoyo crítico a Milei a un aparente distanciamiento para volver al justicialismo.  Guillermo Moreno desde Principios y Valores impulsa una reunificación del justicialismo de base amplia. 

Hay gobernadores e intendentes con gestión, con recursos y con representación. Los gobernadores del justicialismo de la Pampa, de la Rioja y de Formosa hoy están activos. Ziliotto participa de la mesa de gobernadores de la Patagonia, Quintela se muestra públicamente en la oposición a Milei e Insfran es un histórico referente del Partido Justicialista Nacional. Jalil de Catamarca y Jaldo de Tucumán hoy están cercanos a la estrategia de Milei y no parecen tener voluntad de formar o de conducir un frente peronista opositor en el corto plazo.  

Por volumen demográfico, por importancia económica y por representar nuevos liderazgos, los gobernadores justicialistas de Córdoba y de Buenos Aires seguramente intentaran conducir un espacio propio. El primero sumando a los sectores no cristinistas y el segundo a partir de apropiarse de la tradición y militancia de la ex mandataria. 

Los sindicatos tienen una estructura nacional y una base popular organizada. Es de lo poco que quedó en pie del peronismo histórico y frente a la crisis de los partidos seguramente van a tener mayor voz en las decisiones que vienen. 

Luego existen miles de agrupaciones políticas, culturales, deportivas, estudiantiles, profesionales, sociales, empresarias y religiosas a lo largo y lo ancho del territorio del país que funcionan de manera autónoma y descentralizada y que se pueden movilizar si existiera una conducción y un proyecto. Todo lo que hoy digamos es especulación. Se inicia una etapa de renovación generacional política y hay que ver cómo juegan los nuevos dirigentes. 

"El peronismo atraviesa una crisis en cuatro dimensiones: de representación, de identidad, de organización y programática"