El otro es la Patria y el virus
Por Daniel Rosso | Foto Daniela Amdan
1. En una pandemia el terror adopta una progresión numérica: 23 mil contagiados, 2200 muertos; 23500 contagiados, 2234 muertos y así. La muerte pasa a ser diariamente cuantificable y los grandes medios se transforman en calculadoras donde irrumpe la progresión de esos números ascendentes.
2. Pero en la Argentina, la política ha tomado el control del discurso sobre la pandemia. Ese discurso dice más o menos lo siguiente: si te recluis en tu casa, te cuidas del virus del otro y cuidas al otro de tu virus. ¿Cuál es la particularidad de este relato? Crea una ciudadanía en la esfera privada. Más aún: en este discurso, el ciudadano sólo se constituye en la medida que abandona la esfera pública.
3. Por eso, en este discurso el otro es simultáneamente la patria y el virus. Es la patria porque lo cuido y es el virus porque me cuido de él. El reverso de la solidaridad es la paranoia. Lo virtuoso en este relato es que funcionan juntas. Depende donde se ponga el énfasis – en la solidaridad o en el terror – será la modalidad específica de ciudadanía privada ejercida.
4. Entonces, estamos ante una combinación discursiva muy novedosa: la solidaridad, en ese relato, consiste en cuidar al otro de mí mientras yo me cuido de ese otro. Al revés: ese otro se cuida de mí mientras yo me cuido de él. El interés individual es, simultáneamente, el interés colectivo. Ya lo dijimos: según donde se pone el énfasis ese ciudadano de la esfera privada actúa más por él o por el semejante. Es decir: procede más por la Patria o por el virus. Pero ambos movimientos son iguales de eficaces para llevar las relaciones sociales al mínimo. El virus no circula si no circulan las personas. Solidaridad y miedo funcionan juntas en la tarea de reducir los intercambios.
5. Por eso, creo que ese discurso puede ser eficaz: quienes lo adoptan expresan su interés individual y gestionan su miedo personal pero, además, obtienen los beneficios subjetivos de aparecer como quienes ejercen la responsabilidad, la solidaridad y el cuidado del otro.
6. En paralelo, los que no se cuidan ni cuidan al otro son rápidamente aislados por este discurso del consenso. Hay un otro imperial, el virus, que procede de afuera, al que nos oponemos la totalidad del país. No hay nadie que esté a favor del virus. Este viene sólo y actúa solo. No tiene alianzas locales. No hay una tercera posición porque tampoco hay una segunda.
7. La lucha contra el virus representa el máximo grado de unidad nacional y, al mismo tiempo, el grado cero de “la grieta.” En cualquier antiimperialismo hay lo que históricamente se denominó “cipayos”, es decir, ciudadanos locales a favor del agente externo. La oposición a este agente foráneo llamado coronavirus conforma un mundo interno sin cipayos. Unidad prácticamente plena y absoluta.
No hay en la historia contemporánea en la Argentina un grado tal de unidad nacional.
8. El discurso presidencial es la guía para todos los argentinos y argentinas en lucha contra ese enemigo sorpresivo. Su discurso propone el ejercicio de una ciudadanía privada para enfrentar la pandemia. Una épica de los espacios cerrados. Todos y todas las que puedan a hacerle caso al Presidente y a militar esa epopeya del minimalismo de movimientos.