La reconstrucción de las fuerzas de la tierra y la ruptura de la hegemonía liberal

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REPENSAR EL PERONISMO

La reconstrucción de las fuerzas de la tierra y la ruptura de la hegemonía liberal

22 Enero 2024

La idea de central de este texto se la debo al compañero Claudio Scaletta, a quién le pedí permiso para usarla. En un grupo de Wathsapp en el que participo, uno de los tantos espacios en los cuales se está debatiendo para ayudar a reconstruir el Movimiento Nacional, integrado por compañeros peronistas de todo tipo y latitudes. Scaletta saludó por el fin de año: “Hoy brindaré con amor para que en 2024 las fuerzas terrestres, las de la felicidad del pueblo, venzan más temprano que tarde a las del cielo, portadoras de angustia y tristeza en este mundo. Feliz año para todos”. Apenas leí el saludo pensé en Carl Schmitt, el gran pensador jurídico alemán y su excelente libro “El nomos de la tierra”. Allí, Schmitt elabora la idea de la forma en que se construye un pueblo ligado a un territorio, trabaja con el concepto de ortung, al que podríamos traducir como localización o asentamiento en un espacio determinado, en este caso de un grupo social, es decir la ligazón a la tierra. Es a partir de esta relación entre grupo social y territorio que se desarrolla la cultura. A partir de las bondades o las dificultades que la naturaleza presenta. Si hay un determinado tipo de tierra, más o menos arcillosa, por ejemplo, da lugar a distintos tipos de elaboración de utensilios, lo mismo sucede con la alimentación, y eso deriva en rituales, músicas específicas, etc. Esto construye lo que habitualmente llamamos un folk, en alemán volk, un pueblo.

Lo que está en juego hoy en la Argentina es nuestra propia cultura, la argentina forma de vivir, la cultura de un pueblo que se ha forjado a partir de estar asentado en un territorio particular, dentro de las fronteras de la Patria. Un pueblo por cierto heterogéneo, tal vez constituido por muchos pueblos, pero que no obstante en esa heterogeneidad ha forjado una identidad en su recorrido histórico. Fueron también las bondades de la tierra las que supieron convocar las amplias corrientes inmigratorias, que le terminaron de imprimir el perfil a la modernidad de la Patria. En este legado común y sus particularidades territoriales se fundan las fuerzas de la Patria, que son las de la tierra, obviamente, porque también están vinculadas a la subsistencia, a la alimentación de las familias y de los clanes, a lo material a partir de lo cual se construye cultura. Qué es una cultura sino la espiritualización de las condiciones de vida, el paso a la abstracción de lo material fundante, tal vez la explicación de las virtudes y los defectos de la tierra, las abundancias y las carencias. Y las culturas, como todo en la vida, persisten si se hacen fuertes, expandiéndose o al menos preservándose.

Bien, las fuerzas de la tierra entonces, nos enfrentamos a una abstracción. A las fuerzas del cielo que están desterritorializadas, no tienen anclaje en la tierra porque son hijas de la civilización marítima atlántica que encabezó Inglaterra y hoy conduce USA. El cielo es capital circulando. Las fuerzas del cielo son la eliminación de toda particularidad. Uber es igual en cualquier territorio. Por eso su sujeto es el individuo. Nunca un colectivo social. Las fuerzas del cielo no tienen pueblo, tienen individuos, mónadas. Su expansión ya no es por el mar, o no sólo por el mar, sino por el nanosegundo y los blockchain. Es virtual como debe ser el cielo.

Carl Schmitt tiene otra reflexión profunda en el texto “Tierra y mar”, en la cual opone la tradición de los estados nacionales que se desplegaron por tierra (El imperio alemán) con aquellos que se internaron a la conquista marítima (el imperio inglés), este último como prototipo de talasocracia (basada en el dominio de los mares) y que presenta necesidades y caracteres peculiares, una concepción política más abierta a instancias liberales y una economía basada en el libre mercado. Esta reflexión de Carl Schmitt es retomada por ese gran pensador contemporáneo ruso, Aleksandr Dugin, a quién las “fuerzas del cielo” le masacraron a su hija colocándole una bomba en su auto. Dugin retoma a Schmitt para plantear la lucha entre las civilizaciones de la tierra y las de mar, en este caso la federación de Rusia y la OTAN respectivamente. Y establece la valorización del legado peronista para Iberoamérica a partir de una mirada patriótica y soberanista para oponer a la hegemonía liberal global. El continentalismo peronista es la forma iberoamericana de llevar adelante la civilización de la tierra, es decir, de la identidad. Una batalla ideológica, geopolítica, pero sobre todo ontológica. Que se opone al liberalismo individualista que concibe al ser humano como prescindente de cualquier identidad colectiva a las que considera violentas y coercitivas.

Sucede entonces que, en estos lares, quizá menos metropolitanos, quizá más periféricos. Hubo y hay apuestas que supieron y saben construir estados fuertes y democráticos, populares, soberanos y justos. Capaces de situarse en la reflexión schmitttiana, haciéndose eco de lo que hay de cultura en el asentamiento, en el territorio, en el “ortung” del mundo donde supimos construir una matriz que rompe la hegemonía liberal y se funda en la idea de comunidad organizada. Está acá, operando siempre, contra viento y marea, es una muralla contra el avance de la destrucción liberal. Hay un legado, una herencia y una tarea por cumplir, que hoy, a la luz de los hechos, necesitamos recuperar en la Patria y luego expandir a otros territorios, como una solución posible de un mundo más justo, más humano, más feliz.