Apuntes sobre el trabajo informal de los jóvenes
Por Darío Martínez (Conicet-FPyCS)
La relación de los jóvenes de los sectores populares con lo educativo involucra trayectorias furtivas. Es decir, hay entradas y salidas, reencuentros y despedidas que varían en intensidad de acuerdo con las historias afectivas, familiares e institucionales que se relacionan entre sí. Los desencuentros son constantes y es necesario trabajar para recomponer el vínculo, donde los jóvenes logren sentirse interpelados por la escuela durante un tiempo prolongado. Ese proceso será arduo: generar horizontes de futuros justos e igualitarios demanda ingenio, creatividad política, amor y paciencia.
En nuestro país todavía la obligatoriedad de la educación secundaria no ha cumplido una década. Lo hará recién el año que viene. Mientras tanto miles de jóvenes y adultos buscaron terminar sus estudios en escuelas nocturnas, en organizaciones sociales y políticas, mediante el Plan Fines 2 o en los CENs. También, es preciso recordarlo, hay muchos inmigrantes de países limítrofes, se tratan de mujeres adultas principalmente, que están culminando su educación primaria en organizaciones comunales.
En la ciudad de La Plata los y las jóvenes de sectores populares quieren terminar la escuela. Es una falacia suponer que les da lo mismo no hacerlo. Lo perciben como una herida abierta que deben suturar, contrariamente a lo que supone el discurso mediático. Quieren cerrar sus trayectorias educativas y para ello emplean las herramientas que tienen más a su disposición para lograr el objetivo. Aún así, tampoco se someten mansamente a los requisitos instituciones que no les reconocen sus propios procesos de subjetivación.
Cuando fueron excluidos de la escuela, luego de un tiempo, comenzaron a trabajar. Hacían changas, empleos temporales con altísimos grados de informalidad. Muchas changas que variaban en sus características y son los lugares que la hegemonía les destina como potenciales escenarios de realización a los sectores populares. Al regresar a la escuela, muchos continuaron con sus changas. Otros, con mejor suerte, las dejaron para dedicarse íntegramente a estudiar.
Si bien se ha logrado incrementar el acceso de muchos jóvenes a la educación, mediante diferentes políticas públicas (AUH, Progresar, entre otras), todavía queda un número considerable de hombres y mujeres jóvenes de sectores populares que no han finalizado su trayectoria educativa obligatoria. Debemos ir a buscarlos y buscarlas para que puedan trazar, si así lo desean, un horizonte de futuro diferente donde la escuela puede ser un punto de partida. ¿Dónde están los jóvenes y las jóvenes que no han terminado su escuela? Un camino posible es reconocerlos por las changas que realizan y que permiten la reproducción de las condiciones de vida de otros sectores sociales más privilegiados. ¿En qué changas es posible encontrar a estos jóvenes en la ciudad de La Plata?
En los lavaderos de autos.
En los deliverys de las casas de comida y pizzerías.
En las obras en construcción. Son peones de albañil. Cuando todos los demás llevan ropa Ombú y casco, ellos tienen sus camperitas deportivas de feria y la visera para atrás. En el centro de la ciudad, se los ve muy temprano cuando los corralones comienzan con el reparto de materiales; a ellos les toca la descarga, cuando los inspectores no madrugan. En las afueras de la ciudad hacen de todo, allí los inspectores no llegan.
En el personal doméstico de limpieza, al que todavía el planchado de camisas les resulta muy difícil.
En las bachas de los restaurantes del Camino Centenario y el Camino General Belgrano.
En la atención al público en las parrillas.
En los planilleros de los torneos de fútbol amateurs en Arana, Los Hornos, Romero y Ruta 36.
En las motitos que arrastran un carrito y la bordeadora para cortar pasto.
En el cuidado de niños y niñas mientras sus padres y sus madres trabajan.
En las viviendas que no tienen cloacas haciendo pozos de baño.
En los repositores de mercaderías en los supermercados chinos.
En la atención de despensas familiares, donde el despacho de mercaderías se hace a través de una ventana enrejada de la vivienda.
En el escritorio del teléfono de las remiserías de barrio.
En la instalación de material de zinguería y haciendo las zanjas para caños.
En los cumpleaños de 15 y en los casamientos, con un pantalón negro y una camisa blanca, repartiendo el servicio de catering.
En las pollajerías y las carnicerías preparando las milanesas.
En las quintas, en los tractores sin cabina, en los invernaderos, en las naves del mercado.
Es probable que existan otras changas más que se escapen a este apresurado listado. Pero allí es factible encontrar a estos hombres y mujeres jóvenes. Habrá que ir a buscarlos para dialogar, con el respeto como matriz de reconocimiento mutuo, para invitarlos a imaginar que otro futuro es posible.