Opinión: La CGT ha muerto, ¡viva la CGT!
Por Jorge Giordano. Foto de Manuel Fernández
La frase original hace referencia a la monarquía, pero el espíritu es el mismo. La importancia de la institución histórica trasciende a los nombres que la representan de manera transitoria.
Solamente desde esa perspectiva puede analizarse un acto como el de ayer. No se movilizan más de 400 mil personas, incluidos compañeros molestos con la conducción, si no se cree en el potencial de la CGT para incidir en la realidad.
Llena la Diagonal, llena Avenida Belgrano, llena Avenida de Mayo, llena la 9 de Julio. Las palabras de Daer todavía retumbaban entre los armónicos edificios de Diagonal Sur, coronando una jornada histórica, cuando comenzaron los desbordes. Un acto que de ninguna manera podía terminar con gusto a tan poco.
Nadie podía imaginarse a la conducción de la CGT escondida. Tampoco a una señora mayor, plantada frente a los muchachos de seguridad:
- ¿De qué te reís, hijo de puta? ¿qué me mirás sobrándome? ¡se nota que vos no te estás cagando de hambre!
Un momento increíble: los acusaban de conformar una burocracia sindical, corrupta y patotera, pero no tenían miedo de enfrentarlos cara a cara. "¡Paro general!", "¡Poné la fecha la puta que te parió!" fueron las consignas recibidas directamente por una conducción que intenta negociar hasta último momento. La foto de Schmid siendo alcanzado por un proyectil, corriendo por Diagonal Sur, o Daer esquivando manotazos hasta hacer escala en la entrada de un edificio, conforman imágenes que los más marchados no recuerdan en por lo menos dos décadas de movilizaciones.
Con los dirigentes ya evacuados y muy poca seguridad de la CGT presente, la toma del palco sucedió sin resistencia. Remiseros y choferes de colectivo nucleados en la CGT, militantes kirchneristas sueltos, docentes, señoras mayores se apropiaron del escenario principal. Periodistas y militantes nos mirábamos azorados, no podíamos entender lo que estaba pasando.
Corren rumores sobre cierta preparación de los incidentes: si la seguridad entregó a tal dirigente, si fue a propósito para quebrar la unidad de la CGT, si un intendente llevó gente. De haber existido alguno de esos factores, no conformaron la columna vertebral de lo que sucedió. La composición fue altamente heterogénea, montada sobre un malestar palpable.
En comparación con la monumental convocatoria, esta escena fue marginal, pero dio cuenta de algo: grupos sin preparación ni aparato equivalente le tendieron una emboscada espontánea a la conducción de la CGT, y terminaron copando el palco.
La secuencia del atril de la CGT, desacralizado por completo y utilizado incluso como escalón para subir al escenario, dio cierre a la serie de eventos inéditos pero no por ello inexplicables.
Las noticias se repiten desde hace quince meses. Se desploma la industria, sube la luz, cierra tal fábrica, sube el boleto. Clarín y La Nación lo publican en sus diarios: la imagen positiva del gobierno disminuye mes a mes. Frente a ese panorama, un gran sector de la población se cansó del marchismo sin consecuencias. No existe "cambiar el rumbo de la política económica" de este gobierno.
Los manifestantes de ayer se cansaron de una dirigencia a la que imaginan arreglando por detrás con el macrismo. Esto tiene que quedar claro: existe malestar dentro de la CGT, y se conformaron sectores con posiciones mucho más afines a la de los que hoy exigen un alto grado de combatividad. Algunos de estos dirigentes incluso cayeron ayer en la volteada y fueron insultados. Todos los reportes sindicales de hoy dan cuenta de estos movimientos al interior de la central obrera.
Algunos compañeros, en el sentido más amplio de la palabra, desprecian al conjunto del sindicalismo tradicional, al que caracterizan como burocrático y corrupto. Estas visiones terminan afectando a toda la CGT, compuesta por millones de trabajadores que representan la columna vertebral del movimiento. El problema nunca puede ser la CGT, sino las vertientes dentro de ella que intentan acordar con un gobierno que día a día empeora las condiciones materiales de la población.
Resulta mucho más productivo apoyar a los sectores más vitales de la central y buscar su integración dentro de un gran frente nacional, antes que caer en una postura anti-sindical que sólo destruye las chances de volver a tener un gobierno popular.
El desborde, repetido en todas las pantallas del país, es también un fuerte mensaje al gobierno. Nuevamente, los medios afines al macrismo dan cuenta de la preocupación del oficialismo al respecto. No resulta descabellado imaginarse a los funcionarios de Cambiemos pensando: "Si la conducción de la CGT se tuvo que ir así de su propio acto, ¿qué pasa si esta gente nos llega a cruzar a nosotros?". Las vallas que rodean todos sus actos no son decoración. El desborde de ayer se construyó momento a momento, al punto de que al final se escuchó:"¡vamos a Plaza de Mayo ahora!". No pasó. Por ahora. Lo de ayer puede ser el primero de varios escenarios disruptivos con el campo popular como protagonista.
El año pasado nos asombrábamos: se sucedían el escandaloso pago a los buitres, los recortes, tarifazos, la transferencia de recursos hacia los sectores concentrados, y no existía una respuesta que pateara el tablero. Ayer dos compañeros históricos se iban de la redacción, conmocionados por lo que acababa de pasar. "El mundo se mueve", le dijo uno a otro.