El progresismo y la distorsión entre consumo (demandado) y producción (necesaria)
Más allá del debate especifico relativo a la discusión que amerita cada industria, no es extraño percibir en cada vez más amplios sectores del progresismo o la centroizquierda un clima “anti-industria”. Se trata de una corriente que tal vez no sea nueva pero hoy es cada vez más protagónica en la izquierda troskista, en diferentes activismos "asamblearios" y también en el Frente de Todos.
Es decir, cuando se habla de la posibilidad de nuevas inversiones relacionadas a la explotación de recursos naturales, inmediatamente la respuesta hegemónica no apunta a su regulación sino directamente a su prohibición. El más reciente debate se desarrolla ahora sobre la exploración offshore de hidrocarburos frente a la costa bonaerense, pero anteriormente podemos enumerar las salmoneras en Tierra de Fuego, la minería en Chubut y la industria porcina con capitales de la República Popular China. En la Argentina, hay siete provincias que prohiben la minería, un actor clave para pensar la generación de divisas, el desarrollo local y también la mentada transición energética (que requerirá muchos minerales).
El sentido de este artículo no es analizar específicamente cada industria ni rechazar de plano todas las objeciones que se hacen, sino señalar la preocupante tendencia que se expresa en distintas fracciones del campo popular, sobre todo en el kirchnerismo/peronismo, donde crece un ambientalismo de perspectiva antiproductiva que no visualiza la relación casi elemental entre crecimiento de la actividad económica y la baja del desempleo, la pobreza y la indigencia. No es condición suficiente crecer para mejorar la situación de millones de argentinos. Ahora, sin crecimiento no hay posibilidades de discutir nada. Con el PBI per capita actual, la Argentina tiene la pobreza que tienen todas las naciones con ese mismo indicador. No es magia.
Ni siquiera en la coyuntura actual, de restricción externa e inflación altísima, se permite identificar la importancia de impulsar exportaciones que generen los dólares necesarios para la economía. Es llamativa la crítica a la deuda externa altísima de los mismos sectores que cuestionan cualquier posibilidad exportadora del país. La economía crece con dólares (porque siempre hay insumos importados) y se consiguen con exportaciones o con deuda. El ambientalismo radical debería reconocer que pide más deuda cada vez que propone cerrar una vía de exportación.
Ese mismo discurso anti-productivo se basa en una distorsión fenomenal y muy preocupante entre el consumo que se reclama para la población y la producción necesaria para lograrlo. Se fantasea con el modelo noruego de bienestar social pero se rechaza el petróleo offshore, uno de los principales motores de la economía de Noruega. De hecho, un porcentaje muy alto de sus ventas al exterior son derivados de petróleo y gas. ¿Extractivismo noruego?
Por otro lado, se defiende el "derecho" de cada argentino a comprarse un celular, una notebook o comer un rico salmón en alguna cena especial. ¿No se ve la relación entre ese consumo y cómo se producen esos bienes? Ahora, muchos de los que se oponen a la minería celebran que vuelva a ponerse en marcha el plan Conectar Igualdad (¡gran noticia!), que reparte computadoras portátiles a estudiantes y docentes de secundaria de escuela pública, educación especial y de institutos de formación docente. ¿No saben que esas máquinas contienen minerales como el cobre, entre otros? ¿No ven que ese programa está alentando más extractivismo en la Argentina o en alguna parte del mundo? ¿O si es lejos no les importa?
Es tal la distancia entre consumo y producción que no se puede visualizar la importancia de la energía en el proceso económico. ¿Argentina estaría mejor sin la explotación de Vaca Muerta? Se llama "extractivismo", con tono crítico, al poder acceder a insumos claves de cualquier economía. Y muchas veces se hace desde supuestas posiciones nacionalistas. "¿Cómo puede ser que las empresas extranjeras exploten nuestro petróleo?", aseguran. De nuevo: o la energía se genera en el país o se importa. Si se importa, se necesitan dólares, que no se quieren generar por medio de exportaciones. ¿Qué opción nos queda? Más deuda. Por eso, esta corriente que crece es antiproductiva y es antinacional. Es llamativo que se hable de "soberanía" cuando se está sometiendo al país a consolidar un PBI que no alcanza para garantizar la calidad de vida a 45 millones de argentinos. Cuanto más pobre es un país, más débil es en sus relaciones con otros países o con los organismos internacionales.
Por eso, la única opción económica que le queda a esta corriente que cruza desde el troskismo a sectores filokirchneristas es perseguir "la plata que se fugaron". Con la cual, supuestamente, Argentina podría ser desarrollada. Qué fácil que era. Es decir: sin exportar prácticamente nada (recuerden que este sector también propone terminar con la venta de soja al exterior) la economía nacional puede multiplicar su PBI varias veces sólo con la que "se fugaron". Sería el único caso en la historia de la humanidad. ¿Hay otro? ¿Cuál sería? Y una pregunta accesoria: ¿Cuentan también los dólares que cada familia tiene en un colchón o en una caja fuerte? ¿Qué proponen para avanzar sobre esos dólares? ¿Los artistas o intelectuales que firman solicitadas anti-productivas no tienen dólares atesorados / "fugados"?
El mundo enfrenta restricciones ambientales graves que tendrá que resolver de forma gradual, a través de una transición energética, entre otras cuestiones. No puede resolverse de la noche a la mañana. Un parate de la economía mundial (de los que suele proponer algun ambientalismo delirante) generaría una crisis social jamás vista. Hablamos de la vida de 9 mil millones de personas (seremos 11 mil millones para fin de siglo). ¿O acaso se cree que "somos muchos" en el planeta y es necesario reducir población?.
En esa transición el petróleo y el gas jugarán un rol preponderante mientras se avanza con la descarbonización, algo que los países más ricos del mundo deberían hacer con mayor velocidad, si es cierto que tienen un compromiso en la lucha contra el calentamiento global. Argentina, por su parte, prácticamente no usa carbón en su matriz energética. Hay que avanzar, por supuesto, con las energías limpias, como la nuclear, hidroeléctrica, solar o eólica. Se podrá hacer más rápido pero esa velocidad depende, entre otras cosas, de los dólares que se consigan.