¿Hacia dónde va la economía? Un paciente terminal que no encuentra remedio
Por Martín Massad
Con un dólar que el último viernes llegó a tocar los treinta pesos a pesar de la lluvia de su propia especie que el FMI desató sobre nuestro país, la economía argentina -como dice el tango- sigue “cuesta abajo en su rodada”. Y lo peor de todo es que ya podemos pensar que el remedio es sin dudas peor que la enfermedad. Es que Argentina pasó de ser ese paciente sano que caminaba solo, sin ayuda y que prometía crecer a este paciente enfermo que anda con muletas prestadas y que su propia actitud negadora parece ponerlo cerca de la muerte. Ya no queda demasiado margen para que nuestra economía arranque.
A esta altura, de nada parece haber servido el salvataje del FMI. A la euforia que mostró Macri después del arreglo con Christine Lagarde, directora del Fondo, se le impone hoy la desconfianza de los inversores que encuentran en la divisa estadounidense el trampolín para hacer crecer sus activos o fortunas. Por otra parte, los pequeños ahorristas ven al dólar como el único refugio para salvar sus ahorros. Y esto sucede más allá de la exorbitante tasa de interés que trepó hasta el 47% pero que ni así pudo doblegar al billete verde. La desconfianza en el Estado argentino es la de un familiar que cree que ya no hay más que hacer frente al paciente terminal y lo deja solo.
Este paciente, que es la Argentina, recibió un remedio fulminante, por la cantidad y por la droga en sí. Y a pesar que la cantidad de la medicina fue generosa a esta altura parece que es insuficiente y las farmacias pretenden no abrir más sus puertas. Es que, de los 15mil millones de dólares que recibió el Estado de manos del Fondo, 7.500 son para cerrar la brecha fiscal e intervenir en el mercado de cambios, mientras que otros 5.500 son para reforzar las arcas del BCRA. Los otros 2.000 millones son para atender los vencimientos pero son insuficientes teniendo en cuenta que para el resto del año habrá vencimientos por 10.800 millones. En síntesis, los dólares son insuficientes y encima la demanda de compra por parte de los pequeños ahorristas y los grandes inversores no da tregua.
Para que el panorama económico sea aún más desahuciante y el cuadro de la enfermedad de nuestro paciente tenga un diagnóstico completo, es imprescindible mencionar que este gobierno ha abierto las importaciones sin restricciones, que además de matar a la industria nacional hacen que los dólares se sigan yendo de nuestro país. Y las exportaciones del agro, que deberían generar el ingreso de divisas, se liquidan en el exterior y llegan al país cuando a los patrones de estancia se les ocurre. Por supuesto sin retenciones, ni nada que se les parezca.
Para finalizar, a futuro nada augura que la economía argentina mejore. Entonces mucho menos mejorarán las condiciones de los trabajadores y sus familias, que encuentran en la inflación y en la merma de sus salarios un agravante que los está impulsando a condiciones de precariedad y subsistencia. Sin embargo, el gobierno y el equipo económico siguen apostando a un país para pocos y a la bicicleta financiera, mientras el paciente terminal pide otro diagnóstico para poder curarse de su enfermedad.