Luces y sombras en el frente exportador
Por Enrique de la Calle
En los primeros siete meses del año, Argentina tuvo un superávit comercial de 8300 millones de dólares, que surge de la diferencia entre las exportaciones (por 42,6 mil millones) y las importaciones (34,3 mil millones). Es una buena noticia para la economía argentina que permite reducir las tensiones en el frente externo y en relación al tipo de cambio.
Durante 2020, el país acumuló otro superávit de U$S 12 mil millones, lo que da un saldo favorable de 20 mil millones si se toman los primeros 19 meses de gobierno del Frente de Todos. Según resaltó la Universidad de Avellaneda, las exportaciones de julio arrojaron el registro más alto en un mes desde junio de 2013.
Por el lado de las importaciones, tuvieron un crecimiento interanual del 66%, en gran medida por la suba en las cantidades de bienes y servicios adquiridos. Ese crecimiento apuntaló la mejora de la actividad, que en el primer semestre del 2021 fue del orden del 10% y se espera que termine el año alrededor del 7% (en 2020 el PBI perdió 10%). Más actividad económica implica y requiere más importaciones, sea porque se consumen más productos comprados afuera o bienes que incluyen partes importadas o porque diferentes sectores productivos necesitan de maquinaria para producir más. Por eso, es importante comprender que el crecimiento necesita dólares.
Sin embargo, no todas son buenas noticias en torno al comercio internacional. La película muestra más claroscuros. Las exportaciones están aumentando en relación a 2020 pero eso se explica mayormente por suba en los precios de las commodities (33%) antes que en las cantidades de bienes vendidos al exterior (crecieron un 9%). De hecho, si uno ve la secuencia más larga, el perfil exportador se mantiene estable por lo menos en los últimos 7 años (a esta altura de 2014, el número era muy parecido al de este año).
Además, si se ve el saldo comercial, el mismo se viene achicando en los últimos dos años: pasó de 9700 a 8300 en los primeros 7 meses del año. La razón: el aumento de las importaciones por el crecimiento económico. Vale agregar que por el momento nada de ese saldo debe destinarse al pago de la deuda externa, que en algún momento empezará a pesar en esa dinámica. De allí que el país necesite con urgencia ampliar su oferta exportadora, ya sea para permitir mayores importaciones (que acompañen el crecimiento) y/o para cumplir con los acreedores (privados y FMI).
Por último, el escenario actual no permite arriesgar ningún pronóstico sobre la situación cambiaria en lo que resta del año. El tremendo superávit comercial le permitió recuperar reservas al Banco Central aunque en número menor al saldo positivo de los últimos 20 meses, porque la entidad financiera debió vender dólares para evitar saltos abruptos en el valor de la divisa norteamericana. Hoy, las reservas están en los 44 mil millones de dólares, lo que significa el punto más alto de la administración de Alberto Fernández, pero es un nivel bajo si se considera que las reservas de libre disponibilidad están en torno a los U$S 5/7 mil millones, lo que da un margen justo para operar en los próximos 5 meses.
Con esas luces y sombras en el frente comercial, el desafío de mediano plazo sigue siendo el mismo que el de otros momentos de la historia argentina: cómo exportar más para destrabar la recurrente restricción externa, que en la última década tiene atrapada a la economía nacional.