¿Medicamentos caros o rentabilidades extraordinarias?
Por Sergio Soloaga*
La disyuntiva de los precios de los medicamentos y su accesibilidad van de la mano cuando hablamos de un país con las puertas abiertas a la importación. Siendo productos con un mayor grado de inelasticidad, el incremento de precios no se ve reflejado en una reducción en los consumos, ya que muchas veces al ser una necesidad primaria, los bolsillos de los consumidores se enflaquecen más, engordando las ganancias de ciertos grupos concentrados y altamente rentables como lo son los laboratorios en general y las droguerías en particular. Luego del desbaratamiento de los controles de precios por parte de la Secretaría de Comercio, los mismos han fluctuado de manera libre hacia arriba, sin encontrar un techo próximo.
En el pasado cercano, los incrementos de precios particularmente en los medicamentos, eran ampliamente compensados para aquellos sectores de mayores consumos (jubilados, discapacitados, etc.), paliados con incrementos en los haberes que dichos sujetos percibían y los cuales se actualizaban por lo menos dos veces al año, siempre por encima de los niveles inflacionarios. La protección de la industria nacional de producción de medicamentos hacía posible el surgimiento de nuevos laboratorios, droguerías y farmacias, lo que permitía diversificar y darle más miembros a una cadena de valor que históricamente estuvo concentrada. La multiplicidad de actores en el rubro no solo mejoraba la competitividad, sino que permitía un escalafón variado de precios, siempre de producción nacional.
Con la eliminación de los controles de importación, el flujo desde afuera hacia dentro de medicamentos terminados se ha incrementado considerablemente, poniendo en jaque a los pequeños laboratorios y droguerías y ahogando la producción nacional mediante precios más bajos. Pero no todo medicamento importado y de precio más bajo es siempre mejor. Debemos tener en cuenta que por cada nueva droga que es procesada y convertida en producto final dentro del país existe un complejo proceso intermedio, que no solo suma valor agregado en sentido monetario, sino tecnológico, laboral y científico. Pero dentro de este análisis el problema del sector no lo constituyen las empresas chicas, sino aquellas más grandes y concentradas.
En base a estadísticas del Indec se puede advertir como la facturación de la industria farmacéutica aumentó en términos nominales 27,2% en el segundo trimestre del año, interanual. En este período se vendieron productos por 24.275,7 millones de pesos, dando por sentado que al sector de las grandes empresas no les va mal. La facturación de local de medicamentos importados creció por encima de la facturación total y llegó a 6.791,9 millones de pesos, cifra que representa una suba interanual de 31,5%. Por su parte, las ventas de producción nacional, dirigidas al mercado interno y externo, crecieron solo 25,6% nominalmente, alcanzando los 17.483,8 millones de pesos.
Según el reciente informe del Observatorio de Políticas Públicas de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV), en los 21 meses de gestión del nuevo gobierno, el promedio de precios de medicamentos se incrementó un 95%, superando ampliamente a la inflación acumulada de dicho periodo del 69%. Pero los incrementos no se limitaron a montos debajo del 95%, sino que en algunos casos se observan aumentos superiores al 100% y 200%, en aproximadamente tres de cada diez medicamentos, mientras que siete de cada diez aumentaron por encima de la inflación. También se desprende de dicho informe que la cobertura de la jubilación de una canasta de 12 productos seleccionados, es la menor entre cinco países analizados (Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay). Esta pérdida de poder adquisitivo del haber jubilatorio respecto a los medicamentos se produce por un lado por un incremento insuficiente de las remuneraciones y por un aumento significativo en los precios de los medicamentos.
*Economista e integrante de EPPA