Pedro Salas: "Vicentín es una empresa privada y miren el estado en que la dejaron"
Por Martin Massad y Juan Cruz Guido | Foto Daniela Morán
AGENCIA PACO URONDO: En una publicación reciente hizo una analogía sobre Vicentin, donde menciona que devolverle el control de la empresa a sus dueños sería como darle un fósforo a un piromaníaco. ¿Cómo analiza esto a la luz de los hechos?
Pedro Salas: La verdad es que me sorprendí con el fallo del juez Lorenzini, porque, aunque lo entiendo, considero que no era lo adecuado para este momento. Acá lo esencial es mantener las empresas a pesar del capricho de las terceras generaciones que son las más peligrosas para el manejo, ya que lograron que las empresas sean extranjeras. Obviamente, teniendo en cuenta el problema que esto significa para los ciudadanos que dependen de la empresa, del trabajo, del transporte. Esto no es como cuando estaban las empresas familiares, donde el planteo era distinto.
En el marco de esta crisis, con todo lo que va a seguir pospandemia, no podemos aferrarnos a soluciones radicales ni a cuestiones dogmáticas, porque si creemos que la solución es económica, van a venir con el dogma del libre mercado, de la libre empresa y que la solución es privatizar. Vicentin es una empresa privada cien por ciento, y la llevaron a este estado, entonces todos los dogmas del libre mercado se caen a pedazos. Hay que sumar a todo esto la convergencia de que esta gente se llevó puesto al Banco Nación, y eso también es un delito. Además hubo un direccionamiento político a través de Javier González Fraga, al que ni siquiera le prohibieron la salida del país, como tampoco a todos los directivos que se prestaron a vaciar el Banco Nación.
APU: ¿Qué piensa acerca de que Vicentin, bajo el control del Estado, resulte una empresa testigo que garantizar la soberanía alimentaria argentina?
P. S.: En estos últimos tiempos vamos quemando dogmas, porque el mercado de comodities internacional, especialmente el de granos, transformó a todos estos mercados en valores para la especulación. Entonces, tenemos una producción que en general oscila entre los 450 a 500 millones de personas a quienes podemos dar alimento todos los días durante un año. Por ejemplo, si tomamos el caso de América Latina, donde hay un conjunto de países empobrecidos, es inverosímil que Argentina tenga el precio de los alimentos que tiene y que, además, tengamos problemas de gente con faltante de alimentos. Por eso, es imprescindible que haya facilidad de acceso a los alimentos, es decir, no podemos tener una población en ese estado de decadencia.
Ahora, más allá de si la empresa es testigo o no, lo que noto a nivel de chicana política es que en vez de definir la soberanía alimentaria y ponerlo como objetivo, accionan con un recurso descalificatorio. Creo que cuando a nivel de discusión política, no hay respuestas o argumentos para el caso o no se ha estudiado el tema, es ahí donde empiezan los problemas y los conflictos porque no podemos no debatir el hecho de tener una empresa testigo, cuando normalmente en todos los países con ese grado de producción la tienen. Pienso que países como Canadá y Australia, que tanto se ponen como ejemplo, no dejarían todo liberado al mercado y a un grupo de empresas cuasimonopólicas.
Creo que hay que hacer un replanteo de todos estos conceptos porque, como país, hay que garantizar alimentos diarios a todos los nacidos en nuestra tierra. A esta altura del siglo XXI, estar discutiendo sobre si la gente tiene que comer o no es realmente básico, y debería ser un derecho y el Estado debería se un garante de esto.