Carlos A. Ricciardelli: “No me interesa el arte o la literatura para pocos”

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    Carlos Ricciardelli
    Foto: Juli Ortiz
ENTREVISTA LITERARIA

Carlos A. Ricciardelli: “No me interesa el arte o la literatura para pocos”

30 Julio 2023

Carlos A. Ricciardelli nació en la ciudad de Buenos Aires en 1973. Es docente y autor de varios libros de ficción, entre ellos: Piedras contra un vidrio (1998), Las recónditas ganas de quedarme aquí (2014), Fiebre (2020) y la antología de relatos prehistóricos El quinto elemento (2016). Su último libro de relatos es Rabia (2022), de la colección Tinieblas de Clara Beter ediciones. Publica periódicamente en su blog Ríos urbanos 

Rabia tiene 11 relatos breves y crueles con escenarios en la periferia de la ciudad: los alrededores del Riachuelo, los conventillos, el barrio de Pompeya, los pasillos de la villa, las canchitas. También hay un pueblo del norte en la montaña y la ciudad de Goya, en Corrientes, a orillas del Paraná.

Los personajes en su mayoría viven en la marginalidad y hay uno recurrente, Martín Rilli, que también aparecía en el libro Fiebre. El clima es muchas veces opresivo dado por las escenas de violencia, en esa “ciudad infernal de cuerpos dolidos”.

Las imágenes y lo sensorial impregnan textos como “Otoño” o “Fríos” que llegan a la prosa poética. El otoño es “la estación de los ocres , de la selección de inciensos y maderas a quemar”. En “Fríos” el invierno significa carencia para esas familias que “apuran un guiso y alimentan estufas a fuerza de aserrín y kerosene”.

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Libro Rabia de Carlos Ricciardelli

 

AGENCIA PACO URONDO: ¿Cómo fueron tus comienzos en la escritura?

Carlos Ricciardelli: Todo empieza un poco en la infancia, tengo algunos recuerdos que me marcaron para ese lado. Ni mi mamá ni mi papá hicieron la escuela secundaria y en mi casa había muy poquitos libros. Tengo el recuerdo de un día de Reyes, yo tendría 7 u 8 años, cuando me regalaron dos cuentos ilustrados de los hermanos Grimm quedé fascinado con esas historias y dibujos. Después en la primaria en el colegio Bernasconi, una maestra nos desafió a escribir poesía. Ya en séptimo grado inventaba historietas con personajes. En tercer año del secundario, en el Normal 5 de Barracas, descubrí a Cortázar, Horacio Quiroga y Borges; fueron ventanas que se me abrieron al mundo y quedé deslumbrado. Por aquel entonces me había puesto de novio con una chica que era muy lectora y nos pasábamos recorriendo la avenida Corrientes en busca de libros.

Al terminar el secundario empiezo a hacer un taller de dibujo e historieta en Parque Patricios y el profesor me fue guiando también con algunas lecturas como Ray Bradbury; al poquito tiempo me invitó a participar de una revista cultural que se llamó Frente de tormenta, que salió a principios de los 90, una época donde se hacía todo en forma manual. Ahí descubrí que era por ahí lo que más me gustaba, el tema de las letras.

APU: ¿Cómo llegaste a publicar tu primer libro?

C.R.: El primer libro lo publiqué con dos compañeros y se llama Piedras contra un vidrio (1998) que son cuentos cortos. Antes habíamos hecho una incursión en los fanzines con dibujos, poesías y relatos cortos que distribuíamos gratuitamente a la salida de los recitales de rock under, en San Telmo o en las plazas, como el Parque Lezama.

APU: ¿Hiciste alguna vez talleres de escritura?

C.R.: Cuando me convocan a trabajar en este proyecto que te comenté de la revista Frente de tormenta muchos de mis compañeros eran escritores y me sugerían temas. Pero nunca participé de un taller formal de escritura.

APU: En tu libro Fiebre, si bien hay una prosa sencilla que atrapa al lector, se nota un trabajo para llegar a esa simpleza. También mencionás a escritores y hay situaciones de lectura y bibliotecas.

C.R.: Sí, lo que tiene que ver con la sencillez del lenguaje es una búsqueda, está bueno que lo menciones porque a mí no me interesa el arte o la literatura para pocos, para entendidos. Me interesa que cualquiera pueda acercarse y leer lo que estoy escribiendo. Son textos simples en un punto, más allá de las temáticas que son complejas. Lo de situaciones de lectura no lo había pensado tanto pero es verdad, aparecen, también personajes que están pensando en la escritura.

“Hay algunos temas a los que vuelvo todo el tiempo, que me obsesionan: la violencia en todos sus aspectos, la opresión del hombre y el amor dentro del capitalismo”.

APU: También está la influencia de escritores como Bukowski.

C.R.: Sí, leí mucho a Bukowski y tiene poemas de amor que son bellísimos. También leí mucho a Onetti y si bien sus escrituras son distintas en un punto coinciden en ese existencialismo de cierta soledad, cierta marginalidad, cada uno en su lugar, uno en el Río de La Plata, otro en los Estados Unidos; y el tema de los vínculos con la mujeres.

APU: Con respecto a los personajes, son vívidos y bien delineados. ¿En qué te inspirás para crearlos?

C.R.: En general hay algunos temas a los que vuelvo todo el tiempo, que me obsesionan: la violencia en todos sus aspectos, la opresión del hombre y el tema del amor dentro de lo que es el capitalismo, el que nos toca a nosotros es muy brutal. A partir de ahí hay una escena que me aparece y empiezo como a desarmarla, a tirar de esa punta del ovillo para ver qué le pasó a esa persona. Hay algunos personajes que son recurrentes que me los imagino como si fueran amigos, son cosas que me pudieron haber pasado a mí, no necesariamente, pero tienen que ser cosas que le pueden pasar a la gente común.

APU: Me pareció un hallazgo el uso de los tiempos verbales en el relato “Constantino”, jugando con la segunda persona para Irina y una tercera para el protagonista.    

C.R.: Sí, quería jugar con distintos narradores, no me convencía la idea de que el narrador sea en primera persona, me parecía que había que buscar una vuelta. Jugué con la idea de cuando hablo conmigo mismo frente al espejo y digo: “Te dije que te iba a pasar esto” (risas).

APU: También lo relaciono con que el personaje de Irina es una chica trans y esa segunda persona verbal le da un mayor misterio.

C.R.: Yo soy muy curioso y todo lo que es periferia y borde me despierta muchísima curiosidad y admiración. Todo lo que es la otredad mía es el mundo que me fascina, el que quiero descubrir, conocer. Y retomando lo que hablamos antes de Bukowski, de Onetti, a lo largo de mi vida con todos estos cambios en la manera de vincularnos los varones con las chicas trans también, todo esto me llena de preguntas. 

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Carlos Ricciardelli
Foto: Juli Ortiz

APU: En Rabia, tu último libro, cambiás tanto los escenarios como los personajes y aparece la prosa poética, sobre todo en los relatos “Otoño” y “Fríos”. ¿Cómo es tu relación con la poesía?

C.R.: Intento escribir poesía, en mi blog hay algunos intentos, no me siento seguro con la poesía. Sé que en Rabia hay una prosa poética. La poesía es como “el arte” para mí, llegar a eso es un trabajo de escritura y reescritura que lo hago con la prosa porque es mi forma de trabajar, pero siento que todavía me falta. Y en general los poemas que me gustan son como pequeños chispazos que irradian belleza o una reflexión muy fuerte. Como cuando vas caminando por la calle al atardecer y empiezan a prenderse las luces de las calles, me parece que la poesía es eso, pequeños resplandores de belleza en la ciudad, porque yo soy un tipo muy urbano y si bien mis historias a veces suceden en otros espacios, el tema de la ciudad está en mí todo el tiempo.

APU: También en Rabia hay un trabajo con la imagen y lo sensorial en esos relatos breves.

C.R.: Sí, yo redescubrí el otoño y luego las cuatro estaciones con Gelman, con sus descripciones del otoño me conmovió profundamente, por supuesto también su poesía política, es un maestro. Es esto, mirar por la ventana, las hojas en el piso, la hora en la que empieza a oscurecer, el olor al café en los bares, todo eso tiene que ver con cierta calidez del otoño. Pero bueno, acá, que nosotros dentro de todo podemos disfrutarlo. Pero nos corremos un poquito a la periferia de la ciudad y está ese borde filoso, esa cosa dura de la marginalidad, de la escasez, de la falta.

APU: Tenés un blog desde hace muchos años. ¿Cómo trabajás tu escritura allí y en las redes en general?

C.R.: Todas las herramientas nuevas me parecen maravillosas, pero yo llego siempre con poquito de delay a todo. El blog trato de actualizarlo una vez por mes, sé que ahora los blogs se leen muy poco, pero es como una especie de último borrador de lo que vengo escribiendo y esas cosas me sirven de material preliminar si empiezo a pensar en un libro. Además los relatos del blog son mucho más cortos que los que aparecen en los libros. Salvo en el último, Rabia, que son relatos muy cortitos de manera deliberada. El blog es un cuaderno de bitácora, lo hago circular entre conocidos y amigos para sondear qué está pasando con eso. También tengo mi libreta analógica, esto de juntar papelitos.

APU: ¿Estás trabajando en textos nuevos o pensando en un próximo libro?

C.R.: Estoy escribiendo para un próximo libro. Entre las últimas entradas de mi blog hay una historia que se llama “Crónicas del capitaloceno”, hace rato que me preocupa y me angustia todo lo que tiene que ver con el cambio climático y a pesar de que le pongo mucho esfuerzo soy bastante pesimista y eso trato de canalizarlo a través de la literatura. Estoy escribiendo varios relatos, hay uno o dos que pueden llegar a ser novelas cortas, están impregnados por esto, cierto fin de época que está cruzada por el cambio climático. Y siempre esta preocupación por la violencia, por la forma que nos tratamos nosotros dentro de este capitalismo cada vez más brutal. Veo un fin complicadísimo para todo.