Margo Glantz: la fragmentariedad literaria, la Malinche, París y la moda

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    Margo Glantz
ENTREVISTA LITERARIA

Margo Glantz: la fragmentariedad literaria, la Malinche, París y la moda

30 Octubre 2022

Fractura, suplemento literario de AGENCIA PACO URONDO conversó con la escritora, traductora y periodista mexicana Margo Glantz en el marco de su visita a la Feria de Editores (FED) realizada este año en Buenos Aires. Se refirió a temas muy variados que dan cuenta de su trayectoria literaria, su ideología política y su hilarante personalidad.

Agencia Paco Urondo: Sabemos que a partir de los años ‘50 en México emergen mujeres que se reivindican como hijas de la Malinche para resignificar un poco esa figura. ¿Qué significa para usted, hoy, ser hija de la Malinche?

Margo Glantz: Bueno yo no soy hija de la Malinche. Yo trabajé la idea de las hijas de la Malinche como las mujeres mexicanas que son más bien de origen criollo, blancas, y que sienten un complejo de no ser mexicanas, como la Malinche. Pero como la Malinche era considerada un personaje traidor, se sienten como traidoras de alguna forma. Yo no me siento traidora. Por ejemplo Rosario Castellanos está criada por una nana, que es indígena, es maya, pero para ella es mucho más importante que su madre biológica. Cuando la despiden a la nana, y trata de reconocerla, ve a una cantidad de mujeres idénticas a ella, entonces no sabe cuál es su nana. Hay como una incapacidad de la blanca o de la mestiza de reconocer al indígena. Entonces en ese sentido hay un sentimiento de traición. De cómo no reconozco a una persona que es como mi madre. Yo tuve una madre caucásica y la reconocí.

APU: Y la infancia es ese momento donde no hay lugar para la indiferenciación esa.

M.G.: Elena Poniatowska llega a México a los diez años e inmediatamente se siente más a gusto con las mujeres indígenas. Su madre es una señora de la alta sociedad, muy guapa, mexicana que migra a Europa por la Revolución Mexicana, y cuando regresa a México se dedica a ser caballista, a cosas de la alta sociedad. Son las sirvientas, las criadas decíamos en México, las que la atienden a Elena. Y el español de Poniatowska proviene de ese grupo de gente que la atendió. Elena siente que tiene que reivindicar a las mujeres que la ayudaron y entonces le da voz al pueblo. A mí me parece un poco exagerado porque yo creo que nadie le da voz a todo el mundo.

APU: Dice Octavio Paz que el mexicano no quiere ser ni indio ni español, entonces su identidad se forma en esa negación. ¿Usted está de acuerdo con esto?

M.G.: La Malinche es concubina de Cortés y tienen un hijo, Martín Cortés. Después Hernán Cortés se casa con una noble, tiene otro hijo y también le pone Martín Cortés. Un poco absurdo, tener dos hijos que se llamen Martín Cortés. Pero él quiso mucho a la Malinche. Se dice que mató a su mujer y siempre la Malinche tuvo una casa muy especial, vivió en una dignidad muy alta. Porque gracias a ella Cortés avanzó muy rápido en la conquista. No sólo era una gran intérprete (hablaba español y maya), sino que también era tan inteligente a los 16 años que podía entender diplomáticamente cómo se podía funcionar entre dos culturas completamente disímiles. Y además como tenía la confianza de la gente con la que se iban encontrando en el camino, le contaba a Cortés las conspiraciones contra él.

Había rivalidades muy fuertes entre diferentes etnias indígenas, porque los aztecas eran los dictadores, y obligaban a la gente a entregar tributos. Les tenían mucho pánico a los aztecas. Ella está del lado de Cortés porque no pertenece a los tlaxcaltecas, por eso Elena Garro escribe un cuento maravilloso que se llama “La culpa es de los tlaxcaltecas”. Es uno de los cuentos más maravillosos que se han escrito en México.

APU: Usted se doctoró en Lenguas Hispánicas en La Sorbonne. ¿Cómo es especializarse en lenguas hispánicas, siendo usted mexicana, en un país europeo, en una ciudad como París?

M.G.: En París había gente muy importante que se dedicaba a lo español, a lo latinoamericano. Estaba Fernán Braudel, un gran historiador, mi marido de entonces era su alumno. Yo estaba con un profesor que se ocupaba de teatro clásico español, pero asumió la posibilidad de dirigirme la tesis. Me dirigí a una de las figuras más importantes que trabajaba Siglo de Oro y América, que era Marcel Bataillon, pero no me quiso recibir. Trabajé un tema mexicano: hubo una invasión francesa y un breve imperio de Maximiliano en México impuesto por los franceses. Yo trabajé dos períodos de la historia de México importantes de invasiones, del 47, cuando entraron los norteamericanos y se apoderaron la mitad del territorio mexicano, y el imperio de Maximiliano. Trabajé la visión francesa sobre esos dos acontecimientos en México. Y fue muy importante.

APU: ¿Cuáles son sus lugares preferidos de París?

M.G.: Como yo era estudiante el Barrio Latino era lo más importante para mí. Y vivía en la Ciudad Universitaria, porque era más barato pero también más interesante. La Casa de México, que era un pabellón nuevo, reconstruido en aquella época, estaba muy cerca de la Casa de Argentina, y ahí la mayor parte de los argentinos eran antiperonistas. Cuando cayó Perón descolgaron el retrato de Perón felices, y luego casi todos se volvieron peronistas.

APU: En una entrevista usted dijo que hasta los 30 años se había sentido tonta y fea. ¿Es de algún modo una herencia de la mujer sentirse tonta y fea? ¿Una herencia de la que eventualmente nos empezamos a desligar?

M.G.: Yo era linda. Pero me jorobaba todavía la nariz, era muy tímida, no tenía el menor éxito con los muchachos. Estaba en una organización sionista donde había bailes colectivos y nunca me escogían a bailar a mí, y me quedaba parada. Obviamente me sentía horrenda. Tenía un tipo que me gustaba y una amiga mía que le conté que me gustaba se lo quedó. Se quedó con él. Pero no es una herencia. Cada quien se siente como puede. 

“La literatura feminista ha llegado a una exacerbación impresionante después del Me Too. Advierte muchísimas esclavitudes, subordinaciones, violencias domésticas, violaciones de chicas, impunidad de las autoridades”.

APU: ¿De qué manera la literatura se relaciona con la traición y la rebeldía hoy en día?

M.G.: La literatura ha sido muy constante en ese sentido y ahora si vemos por ejemplo la literatura feminista, es una literatura que ha llegado a una exacerbación impresionante después del Me Too. Advierte muchísimas esclavitudes, subordinaciones, violencias domésticas, violaciones de chicas, impunidad de las autoridades. Seguimos con el problema del aborto. Ustedes lo lograron conseguir pero en Estados Unidos revierten lo del aborto. Constantemente vemos que hay ciertos avances muy importantes que inmediatamente son frenados.

Yo pensaba que en la sociedad romana había habido un gran avance para las mujeres pero leyendo un libro muy importante de un francés, El sexo y el espanto, se muestra que hay una regulación muy importante de los cuerpos femeninos y masculinos, y que las mujeres tienen bastantes problemas, a pesar de que hay una gran libertad en cierta medida, sobre todo antes de casarse. Hay reglas muy serias en el matrimonio, obviamente porque la mujer es la que da a luz. La identidad del padre es más movediza. Así es muy esquemático, pero en realidad es mucho más complejo esto.

APU: Usted ha dicho alguna vez que estima la literatura de Juan Rulfo, que es una literatura muy fragmentaria, como la suya, más que nada en su último libro, Solo lo fugitivo permanece. ¿Puede encontrar alguna relación entre su fragmentariedad y la de Rulfo?

M.G.: Yo estaba estudiando mi doctorado en París cuando me llegó El llano en llamas y Pedro Páramo. Que me asombraron profundamente. Yo me dedicaba más bien a otras literaturas. Leía a los norteamericanos, a los alemanes, a los ingleses. Tenía predilección por una literatura que no fuera en español ni latinoamericana. Rulfo me pareció deslumbrante. Fue muy criticado él en su tiempo por esa fragmentación, porque decían que no era una novela lógica. Hubo una crítica muy fuerte de gente que luego fue adoradora de Rulfo. La primera reacción fue violenta. Pero no creo en mí que ese tipo de fragmentación, porque hay muchos tipos de fragmentaciones, a lo mejor inconscientemente me ayudó, pero no creo que para mí haya sido un modelo. 

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Solo lo fugitivo permanece

APU: ¿Cómo describiría su tipo de fragmentación?

M.G.: Escribía yo porquerías. Escribí varios textos que a mí me parecían muy malos. Últimamente que estoy revisando mi archivo encuentro que no son tan malos. Y por ejemplo había un escritor muy importante, muy reaccionario, muy transgresivo, poeta de una generación muy extraordinaria en México llamada Los Contemporáneos. La mayor parte de ellos eran homosexuales. Novo era una figura muy controvertida, gran poeta, cronista de la ciudad, hizo teatro también. Muy abierto en una época donde era difícil eso, y al mismo tiempo muy agresivo. Una especie de Oscar Wilde mexicano. Acabo de recibir una carta de un amigo mío de Princeton que está estudiando a Novo y tiene ahí sus archivos. Encontraron una carta de un amigo de Novo que era más o menos su mecenas, en donde se dedica a mí completamente, y dice que yo soy genial, que escribo cosas interesantísimas y muy subversivas, y eran los trozos que a mí no me parecían buenos, entonces no era tan mala.

APU: Usted además empezó a escribir de grande, a los 47 años.

M.G.: Publiqué el primer libro de ficción a los 47, porque había escrito varios textos, de los que elogia Novo, que se consideraban como poca cosa. Yo era alumna de un gran novelista mexicano, Agustín Yañez, con el que yo conversaba mucho, tomaba café con él y todo, y él me decía que le parecía interesante lo que yo escribía, pero que era deshilado, que necesitaba yo, como en un collar, enhebrar las cuentas. Y yo no acaba de enhebrar cuentas, entonces sentía que era pésimo.

También otro amigo, que era muy prepotente pero yo lo admiraba, era un tipo bien inteligente pero que nunca logró escribir cosas muy importantes y era un tanto despectivo, vio mis cosas y me djio que me parecía a no sé qué autor francés, pero que necesitaba mejorar. Todos me descorazonaban. Pero yo escribí mucho ensayo antes, es decir, mis trabajos de facultad, mi tesis de doctorado, fueron cosas muy importantes. Para mí. Algunas de esas son buenas. Mi tesis de doctorado tiene algunos capítulos muy interesantes que no publiqué sino hasta 30 años después. Me sentía yo muy acomplejada física e intelectualmente. Y no era yo así. Me siento al contrario.

“El libro 'Y por mirarlo todo nada veía' es una reflexión sobre Twitter. Hace una especie de inventario que a mí me parece importante sobre todo por el orden en el que coloqué las cosas, para mostrar la violencia que hay entre las diferentes formas de información”.

APU: Usted es muy activa en Twitter, que se caracteriza justamente por la fragmentariedad, y lo utiliza con mucho humor. ¿Se puede gestar en las redes sociales algún tipo de literatura?

M.G.: Se publicó un libro que tiene que ver con Twitter, que me tradujo Paloma Vidal al portugués, se llama Y por mirarlo todo nada veía, que es una reflexión sobre Twitter. Hace una especie de inventario que a mí me parece importante sobre todo por el orden en el que coloqué las cosas, para mostrar la violencia que hay entre las diferentes formas de información. Cómo toda la información, aún la más siniestra, la más terrible, la más dañina para la humanidad, se junta con una información completamente banal que llama la atención a muchísima gente que la sigue.

Yo quería trabajar ese problema de cómo hemos llegado a través de esa información tan vasta, a veces tan inútil, muy útil también porque aprendemos mucho más rápido que con los periódicos, pero sin embargo es un tipo de información muchísimo más evanescente. Además la organización de colocar noticias de muy diverso orden, algo fundamental frente a una cosa muy banal, hace que la gente tenga muy poca posibilidad de pensar. También hay un fenómeno muy curioso en Twitter de caer en la literalidad absoluta. Cualquier cosa que una ponga, yo tengo mucho sentido del humor, la gente me toma en serio. Escribo alguna cosa de broma, y me dicen Margo qué barbaridad si quieres te ayudamos, porque no se qué cosa. Al libro lo hice como experimento literario, pero al mismo tiempo como una crítica a un momento fundamental donde las redes están influyendo muy violentamente sobre nosotros.

APU: En el libro Solo lo fugitivo permanece Nora García en un momento dice que los tacones “le encantan pero le hacen daño”. ¿Cuál es su relación con la moda?

M.G.: La moda es un elemento de frivolidad pero es fundamental en la cultura. En la historia de la moda está la historia del mundo. Si usted ve a una gente sobresaltada en los años 20 sabe por el peinado y por la ropa que es de los años 20 sin que haya un letrero que diga sucedió en 1920. Ve un caballero con una armadura y sabe que es del siglo XVI o XVII. El corte de pelo a mí me interesa mucho. Hice un libro sobre el pelo que se llama La cabellera andante en donde yo trabajaba cómo el pelo había influido de una manera fundamental en las relaciones humanas. Aparecen Los Beatles con el pelo cortado, cantan son muy importantes e inmediatamente se dejan crecer el pelo. Ahora los señores se rasuran la mitad de la cabeza y uno está a la moda si tiene cierto tipo de peinado. Despeinado como usted.

Pero usted no ve a ninguna mujer por ejemplo de los años del cine mudo o de la época de Greta Garbo, que esté mal peinada. Siempre van al salón, siempre están bien peinadas. Se levantan después de hacer el amor con los ojos bien pintados. En México había una telenovela que me gustaba mucho con una mujer que hacía el amor con zapatos. Con zapatos de taco alto. Todas esas cosas son muy especiales. Y aparte de niña mis padres lograron sobrevivir alguna vez, porque siempre tuvieron problemas económicos, con unas zapaterías que teníamos. Entonces yo tenía la obsesión de la zapatería. Y cada vez que me quería comprar zapatos, mi mamá me daba unos de la zapatería nuestra, horrendos.

APU: Y ahora estamos en una época donde se reivindica más usar zapatillas, peinarse como una quiere, no estar tan arreglada.

M.G.: Yo me acuerdo cuando empezaron los jeans. Las mujeres no usaban jeans en los años cincuenta. Pero viene el movimiento de Los Beatles y el jean empieza a ponerse de moda. En esa época algunos hippies decidieron romperse los jeans. Ahora usted ve a un montón de señores con los pantalones rotos, que los venden como de primera. La gente se los compra rotos, a mí me parece siniestro.