Encontrar tiempo y espacio para leer, pensar y ensayar: “Los findes del profesor”, de Flavio Zalazar
Los que vivimos hoy de la profesión docente (quienes apreciamos el fin de semana porque es allí cuando, posiblemente, nos entregarnos a nuestras aficiones con más libertad) es uno de los disparadores de Los findes del profesor, de Flavio Zalazar, presentado el 25 de julio pasado en El Trocadero, junto a Roberto García y quien escribe.
Es cierto que como docentes nos sentimos tan exigidos en estos últimos años que pareciera que no disponemos de tiempo no sólo para el abordaje de los intereses particulares que, en nuestro caso, ronda la literatura, sino tampoco para la reflexión sobre la propia práctica docente.
Muchas veces nos encontramos, por un lado, imposibilitados de sentarnos a escribir alguna idea lúcida que llega y, por otro, repitiendo fórmulas y tratamientos pensados por otros, convertidos en meros transmisores de ciertos contenidos y no en constructores de aprendizajes si no significativos al menos cercanos o relevantes.
Pero también es cierto que buscamos ese tiempo en el fin de semana, y por eso sufrimos si hay un evento que nos requiere y nos alegramos por los findes largos.
Otro disparador que nos propone Flavio Zalazar es la idea de la literatura como descanso, ya que nos alejamos del trabajo docente vinculado a enseñar lo literario para acercarnos a la literatura desde otro lugar (la lectura no regulada, los apuntes literarios, las elucubraciones e hipótesis, etc.). En otras palabras, nunca salimos de su territorio, sólo nos posicionamos desde cierta autoridad (entiéndase este concepto relacionado a aquella cualidad creadora de la que da cuenta su origen etimológico): elegimos leer y releer lo que nos gusta o desafía para pensarlo y, llegado el caso, escribir bajo el amplio espectro de las ideas, de unos y otros, dejando a un lado lo que ‘debemos decir’ para ‘decir lo que debemos’, aquello que consideramos haber hallado entre líneas, soterrado: ensayamos.
Así, el ensayo de Flavio Zalazar surge con una voz más pareja, coloquial, como se menciona desde un principio en el libro. Esa elección de la voz empleada en nuestra escritura es toda una postura política si se quiere, porque aquello que ensayamos puede compartirse desde la grandilocuencia y el lenguaje culto, técnico o académico limitando así el acceso al texto o a la interpretación, o bien, desde una voz cercana, amistosa, que invite a permanecer en la lectura de los artículos con el objetivo de pluralizar el encuentro entre ensayo- ensayista- lectores.
La voz elegida por Flavio Zalazar retoma, entre otras cosas, la relación existente entre periodismo y literatura (cuando menciona, como casos significativos, el trabajo de Sara Gallardo, Rodolfo Walsh o Truman Capote) y se acerca a lo menor, porque se encarga de aquello que resulta marginado dentro de los circuitos ya establecidos de lectura, crítica y difusión.
Quizás esa voz más pareja constituya una treta en la forma de expresión (cabe decir que la figura de Josefina Ludmer también es tema de uno de los artículos) ya que siempre hay un lugar tangencial, que cuestiona el mensaje emanado tanto desde el púlpito o el lugar común, pretendiendo la direccionalidad o la culminación de las significaciones.
Por ese motivo, el escritor retoma a un Paul Groussac anticipándose a la crítica, defendiendo lo publicado en Del Plata al Niágara (1897) cuando sostiene que lo escrito allí fue producto de una impresión subjetiva, la suya, “y que nada va en ello la opinión de la delegación” (la flamante oligarquía de esos tiempos), y también los carpetazos a Emile Zola, señalando al mismo tiempo que todo arte es un acto político (citando como ejemplos las obras de Mármol, Borges y Cortázar, pero también una reciente ficción televisiva) para preguntarse qué pasa hoy, cómo se hace política desde cierta literatura que ejerce una mirada sobre lo real.

Flavio Zalazar (Rosario, 1971) es magíster en Literatura Argentina por la UNR, especialista en Escritura y Literatura por el INFOD, profesor en el área de Letras por la UNR y el IES nº28. También es periodista con mención en Cultura, egresado del extinto Círculo de la Prensa de la ciudad y docente de Nivel Superior, ejerciendo actualmente en las ciudades de Córdoba, Cosquín y La Falda. Integra el colectivo editorial El Furgón (Sudestada) de la ciudad de Buenos Aires. Colabora asiduamente en medios gráficos de Rosario, el país y el exterior. Participa del proyecto de estudio autogestivo denominado Escuela de Literatura Aldo F. Oliva.
A lo largo de Los findes del profesor tendremos una mirada sobre una variedad temática que se despliega desde lo clásico, o lo general, como la cuestión ‘ciudad y muerte’ o ‘poesía y revolución’, para llegar a joyas de una literatura más cercana, y quizás poco conocida, para el lector: Arturo Fruttero, Beatriz Vallejos, Aldo Oliva, Eduardo D’Anna, son objeto de la mirada sagaz de Zalazar. Todo ello más el gesto de Zalazar cuando señala la referencia a aquella obra de Enrique Anderson Imbert, Los domingos del profesor, que reuniera artículos y ensayos de divulgación, logrando que éste sea un libro generoso para quienes queremos leer desde otros ojos.
El cierre no puede ser de otra manera: reivindicando que “Cuando se tiene algo que decir (yo le agregaría ‘aún siendo docentes’), se escribe en cualquier parte, sobre una bovina de papel o en un cuarto infernal (‘en el barullo del salón o en la, a veces poco amable y confortable, sala de profes’). Dios o el Diablo están a uno dictándole inefables palabras”. Cosa que Flavio Zalazar ensaya en su libro, cuestionando, discutiendo y tomando posturas conducidas por la reflexión, haciendo de la suya, siempre una voz disruptiva.