El rol de las redes en el proceso de validación del dolor emocional
Estamos transitando tiempos donde el vértigo por “ser felices” nos lleva a “pasar por alto” o “esquivar” aquellas situaciones o eventos dolorosos que sufrimos o hemos sufrido a lo largo de nuestras vidas.
Nos cuesta reconocernos vulnerables o con dolores emocionales ya que la sociedad nos empuja en todo momento a “estar bien” y “ser exitosos”.
Muchas veces tratamos de llegar apresuradamente a sentimientos sublimes como el perdón, la reconciliación o la aceptación, abandonando el proceso profundo y obturando la posibilidad de sanar emocionalmente.
Esto puede resultar en una doble violencia: la vivida en el pasado en el evento/hecho doloroso y la que nos ejercemos nosotros mismos al no validar el real sentimiento de dolor que estamos sintiendo.
La contracara de este mandato social capitalista de la felicidad constante y eterna es el surgimiento de distintas terapias alternativas o complementarias, grupales, que aparecen como una posibilidad de darnos un tiempo y un espacio con otros para sincerar nuestros dolores más profundos.
En estos grupos la prioridad pasa precisamente por validar el dolor o los dolores que cada uno de los participantes traen, porque lo colectivo tiene la virtud de canalizar estos dolores emocionales desde un diálogo compasivo.
Por otro lado, en lo grupal se legitiman las historias de cada uno sin juzgar las respuestas emocionales. Esas respuestas que tenemos ante determinadas situaciones y que tienen sentido y son entendibles dentro de nuestra historia y de nuestro contexto actual.
La confianza que genera el grupo hace que quienes lo integran sean alentados a expresar sus emociones, sus pensamientos, sin que haya necesidad de los miembros de ese grupo de entender ni comprender lo que alguien está sintiendo para validarlo. En otras palabras, no es necesario saber las razones que llevaron a la persona a su actual estado emocional. Se trata de aceptar lo que cada persona está sintiendo, de ponerse en los zapatos del otro, de abrazar ese dolor-entre todos- para luego transformarlo.
Así las redes, las tribus de mujeres, los grupos cumplen una doble función: por un lado son espacios para poder expresar los sentires individuales sin censura lo que coadyuva a la auto-validación emocional y, por otro, se construye un andamiaje que le permite a todos los integrantes sentirse parte de los dolores que compartimos como humanidad.
Desde la visión de la Psicología Analítica de Carl Jung, podría decirse que las terapias alternativas o complementarias grupales son un gran aporte y un maravilloso ámbito para hacer consciente ese conjunto de experiencias psíquicas, símbolos e imaginarios que compartimos como seres humanos, independientemente de nuestras experiencias individuales.
Así las redes, las tribus de mujeres, los grupos, nos invitan a construir caminos que permitan otra calidad de vida, otra forma de convivencia, una empatía genuina (y no discursiva) y nos interpela a construir espacios donde el dolor del otro no me sea ajeno.
La sanación emocional sucede, entonces, desde la dimensión colectiva, desde la reconstrucción de los vínculos, del tejido social, del amor por la tierra, de la experiencia y las prácticas ancestrales de las comunidades campesinas e indígenas, desde todos los espacios en donde nos hermanamos para sanar.
Porque como dice la canción Levántate y Canta del Cuarteto Zupay: “Por qué caerse y entregar las alas, por qué rendirse y manotear las ruinas, si es el dolor, al fin, quien nos iguala, y la esperanza, quien nos ilumina.”
* La autora es profesora y licenciada en Educación. Es facilitadora de "Círculos de Mujeres"