Feminismo, eso que está aprendiendo(se) a ser
Por Sol Cialdella
¿Qué es el feminismo? ¿Qué significa? ¿Significa lo mismo para todxs o más bien es una problemática de tipo específica según muchas variables? La pregunta podría ser en términos de las ciencias sociales: ¿hay un feminismo universal? ¿o el feminismo es siempre una particularidad, una pregunta por la diferencia? Estas son sólo algunas preguntas retóricas que podemos hacernos al respecto.
Huiremos de la cuestión teórica, en la que se puede situar toda experiencia del conocimiento, para ahondar en algunas preguntas más concretas. Si soy feminista, ¿debo ser “pro” trabajo sexual, para que sea legalizado e independiente? ¿o debería ser unx tipo abolicionista que dice que eso no puede ser trabajo? Y ¿debo estar a favor del aborto adscribiendo a la postura de las “socorristas”? o en términos más nac and pop progresistas ¿debería desdramatizarlo, desmedicalizarlo, despaternalizarlo y desclosetarlo? Para quien nunca haya escuchado esto, se trata de las famosas 4 D del aborto, que nos dicen: ¡Abortá tranquila en tu casa colocándote debajo de la lengua o en la vagina 12 pastillas de misoprostol! ¡No mueras en un consultorio ginecológico (y con suerte sería ese el lugar) por causa de un legrado negligente! Es decir, al aborto ¿lo significamos como traumático? ¿o dudamos de que pueda ser un mayor trauma a tener un resfrió?
¿Qué? – ¿Qué clase de feministas somos entonces si tenemos tantas posiciones diferentes en cuestiones tan importantes como la prostitución y el aborto? Claro está, las respuestas no están, ni siquiera me atrevo a decir que hay mejores respuestas que otras. Lo que hay son variadas perspectivas que cada vez más están adquiriendo visibilización y un creciente entendimiento de que dentro del feminismo hay discusiones no saldadas, y en todo caso, algunas saldadas, pero con una fuerte adscripción por la diferencia.
Entonces, como primera cuestión debería de decir que el feminismo es un movimiento heterogéneo, conformado por un conjunto de identidades autopercibidas como mujeres o como identidades no cis género, que sufren en primer lugar la violencia de este sistema patriarcal. El hombre cis también lo sufre, pero de manera más leve, en tanto a la vez disfruta de su lugar de privilegio y por ello lo señalamos en segundo lugar. Y al patriarcado, sin ponernos densos ni punzantes, habría que entenderlo como un gran sistema, al igual que fácilmente signamos de significado el significante “capitalismo”. Porque digo, no hace falta ser teórico de nada para entender qué es el capitalismo. Cualquiera lo entiende, lo siente, lo vive en su día a día. Lo mismo pasa con el patriarcado, cualquiera lo entiende, lo siente, ¿pero lo vive en carne propia en el día a día?
Aquí me detengo: ¿qué pasa inclusive con el hombre cis crítico y bienintencionado, supuestamente deconstruido (y hagamos algunas más suposiciones: un hombre clase media urbano, medianamente informado, medianamente insertado en la educación media o superior formal) qué, por ejemplo, ¿se sorprende en saber que las mujeres realmente vivimos como un sufrimiento la situación del acoso callejero? ¿Qué tortuga se les (nxs) escapó para descubrir que ellos no entienden que suframos al oír ¡Cómo re rompería la orto mamita!? ¿Qué trabajo tan cuántico o científicamente difícil no hicimos para que ellos empaticen con nuestro dolor de no poder caminar tranquilas por las calles? Y es que últimamente la sorpresa está en descubrir(nxs) que ellos ni siquiera detectaban eso como nuestra realidad. Algunas de estas cuestiones son por las cuales me vengo preguntando y que entiendo nos marcan aun cuán largo es nuestrx camino a recorrer.