Lucía Cirmi: “Si no cerrás la brecha de los cuidados, es muy difícil que cierres la brecha salarial”
Lucía Cirmi Obon es subsecretaria de Políticas de Igualdad en el Ministerio de Géneros y economista feminista. Autora del reciente libro Economía para sostener la vida conversó con AGENCIA PACO URONDO sobre los aportes de esa rama de la economía a las políticas públicas.
Agencia Paco Urondo: ¿Qué es Economía para sostener la vida?
Lucía Cirmi: Es un poco el estandarte de la economía feminista. Lo que ésta dice es que la economía tradicional se quedó con un pedacito de la realidad, muy masculina. Y con la idea de que la gente se autoresuelve en el mercado. Como si simplemente intercambia y con eso es feliz, consume. La visión de la economía feminista, al incluir lo que pasa dentro de las casas se pregunta si no se dieron los fines por los medios. Se supone que participamos del mundo del trabajo, producimos, para después vivir bien, pero esta economía nos está proponiendo achicar nuestra vida para aumentar la producción. Dejamos la vida para sostener la economía y nosotras sostenemos que tendría que ser al revés.
APU: En el Frente de Todos estaba el planteo de introducir la mirada de la economía feminista para pensar diferentes políticas públicas ¿Qué balance se puede hacer de estos 4 años de gobierno?
L.C.: Ya había una mirada feminista en muchas cosas, media implícita y en determinados espacios. Lo que es característico de esta etapa es la institucionalidad de género. No sólo a nivel nacional, sino también en las provincias. También adentro de los clubes, los sindicatos, de las empresas. Todo el mundo empezó a tener estas áreas aunque, muchas veces, corren el riesgo de quedar en un plano simbólico, por falta de presupuesto, con poca incumbencia directa. Porque las desigualdades contra las que los feminismos quieren luchar se construyen en otras carteras. En economía, trabajo, política social. Transversalizar esa mirada es un desafío, estar sentadas en la mesa de las decisiones también lo es. Se hizo, pero falta mucho más. Una de las cosas que propongo en el libro es usar más la mirada feminista en la política social, en la política tributaria y, obviamente, en la política económica. Para que eso avance, debemos tener mejor distribuidas las tareas de cuidado, eso se hace con un sistema.
Estamos en el Congreso, en este momento, debatiendo un proyecto de ley que enviamos que tiene que ver con eso, avanzando en el registro de casas particulares. La derecha propone cerrar dos cosas; dolarizar para cerrar el Banco Central y hacer lo mismo con el Ministerio de Mujeres, Género y Diversidad, con la idea de que renunciemos todas a los movimientos feministas. Son las dos cosas que más han transformado en el último tiempo, y a la vez, nos necesitamos mutuamente. La economía heterodoxa y el proceso de justicia social, si quiere de verdad reducir la pobreza, reducir la informalidad, tiene que ponerle mirada feminista. A la vez, los movimiento feministas necesitan cruzarse más con lo económico, porque si no queda en un lugar donde no pueden terminar de transformar, banalizado por el propio patriarcado.
APU: ¿Qué balance se puede hacer del programa Registradas? Entiendo que sigue siendo muy alto el nivel de informalidad de las trabajadoras en casas particulares. ¿Creés que sirvió, creés que falta?
L.C.: Creo que falta difundirlo mucho más. Registradas fue pensado para la pandemia, para recibir un apoyo. Todos los sectores productivos lo recibieron en el subsidio del salario, pero Casas Particulares no y se cayeron 300 mil. Además, ya existía un problema histórico de no registración por una cultura de privilegio, que no trabaja sino que te ayuda. Sobre todo esto se montó la pandemia. El programa salió mucho mas tarde de lo que hubiéramos querido, pero es importante porque, cuando te fijas qué pasa en ese universo de casi 600 mil trabajadoras que no están registradas, tenés que hacer políticas distintas.
Hay un sector que es el de los deciles más altos de ingreso que tienen toda la información, la disponibilidad, hasta tienen contadores, contadoras a cargo de sus cuentas y no registra a las trabajadoras por una cultura de privilegio. Ahí tenés que tratar de avanzar con todas las políticas de fiscalización posibles. Hay un índice que te permiten pensar que en determinadas casas que se vive de tal forma, ahí, hay una trabajadora. Declarala. Después, hay otro sector compuesto por familias trabajadoras y que, a su vez, emplean a una. Para esas familias está pensada el Registradas. Es un subsidio por cuidados, el Estado te puede subsidiar, apoyarte en la organización del cuidado, siempre y cuando registres a tu trabajadora. La verdad, nos falta mucho y te diría que una de las principales trabas tiene que ver con los mitos acerca de las compatibilidades.
APU: ¿Cómo sería?
L.C.: Hay una idea de que si registrás a la trabajadora, ella pierde derechos como la Asignación Universal o el acceso al Progresar o el Potenciar Trabajo y no es cierto. Pero está muy instalado. Sólo se ganan derechos e, incluso, se gana bancarización, que es lo que tratamos de hacer con el Registradas, porque es un colectivo que, además de que tiene mucha precarización, no está bancarizado y sí muy endeudado con sus propios empleadores y empleadoras.
APU: ¿Involucra a la trabajadora sin importar la cantidad de horas que esté en un domicilio desarrollando su labor?
L.C.: En Argentina, casi todas las trabajadoras realizan su labor en varias casas, al mismo tiempo porque, sobre todo las familias trabajadoras, le piden que venga una o dos veces por semana, no les da el presupuesto. Lo bueno es que si aún fuera por dos horas, ya existe un sistema en afip.go.ar donde la podés registrar por ese tiempo. Una vez registrada, tocás un botón más y podés acceder al subsidio por seis meses por el 50% del salario. Al hacerlo, el Estado Nacional le abre instantáneamente una cuenta bancaria a la trabajadora, controla que pagues la parte que corresponde y se encarga de la otra mitad. Y si encima contratás a una persona trans que sufrió violencia de género o que tiene una discapacidad, el subsidio es de 8 meses.
APU: ¿En qué otros campos puede hacer aportes la economía feminista?
L.C.: Está haciendo aportes, pero no siempre se termina de cruzar la perspectiva. Por ejemplo, lo que es la discusión de la política social. En pandemia se habló mucho de la economía de cuidado, se visualizó y reconoció indispensable a las cocineras comunitarias, pero después, cuando mandamos un proyecto de ley que las remunera y las registra, aparece la idea de que “es medio caro”, “es para después”. Si vos querés reducir la pobreza ¿por qué no empezar por ahí? Cuando empieza la discusión de la generación de empleo el imaginario es un varón con traje o un obrero (que es varón, también) Ahí tenés mujeres que están trabajado, gratis y te constituye una pobreza. Las registrás, reducís pobreza, desempleo e informalidad. En la sociedad, todavía cuesta esa parte, ahí es donde falta el cruce. En el Congreso se estuvo discutiendo el proyecto de ley de licencias igualitarias, de cuidar en igualdad. Vinieron empresarios y apareció, otra vez, la misma discusión. Históricamente en Argentina, cuando aumentan los derechos, funciona mejor la economía. Con lo tributario también pasa, te dicen que no hay espacio fiscal para hacerlo. Y vos ves que existe, pero no está gravado.
APU: Cuando hablás del programa de las mujeres cocineras: ¿de qué gasto estamos hablando, es muy costoso?
L.C.: Se habla del 0,03% del PBI. Es muy poquito. Para tener una idea, cuando se le dio ese precio diferencial en los derechos de exportación a los sojeros, fue del 0,68% del PBI. O la Asignación Universal es del 0,5%. Hay una traba que es más patriarcal y de género. Esas cuidadoras comunitarias están haciendo algo con lo que el Estado no está cumpliendo, delega esa función y, a veces, transfiere subsidios. No termina de ser eficiente porque no terminás de contar un puesto registrado; a veces transfiere para todo lo que hay en ese espacio, menos para la cuidadora.
APU: Nombraste a las trabajadoras de casas particulares, a las cocineras comunitarias. ¿Qué otro universo laboral tiene su agenda pendiente?
L.C.: Quienes cuidan a las personas mayores. Hay muy pocas residencias de larga estadía en el país en relación a las que necesitás. Además, no es el modelo que más querés, quizás se necesita más cuidado domiciliario. Hay muchos países que avanzaron en esto, genera muchos puestos de trabajo dentro de un mundo que va envejeciendo. Se calcula que podrían crearse entre 200 mil y 400 mil puestos de trabajo en mediano plazo, con un costo que no es demencial, y es un sector con un trabajo intensivo, no reemplazable por las máquinas, no contamina, no se va al dólar.
APU: La pandemia lo puso en evidencia, sobre todo cuando no estaba la etapa de vacunación. ¿Cómo se identifica a la cuidadora o al cuidador?
L.C.: Cuando decimos que el trabajo de cuidado no es algo que las mujeres hagan simplemente por ser mujeres, estamos diciendo que te tenés que formar para cuidar a alguien. Y si hay saberes, hay que certificarlos. En el universo que planteamos, las trabajadoras se registran, se forman, se certifican. Hay muchos saberes como dispersos. Por ejemplo, si vas a contratar una niñera ¿qué tiene que saber? En general, se busca que sea una mujer y punto. En realidad, existen cursos de formación en el tema. Hicimos un mapa federal del cuidado y estamos incluyendo a todas y todos los trabajadores formados para que la gente los pueda contratar.
Otra agenda que está vinculada es la mal llamada guardería en espacios de trabajo. Reglamentamos, después de 50 años, los espacios de cuidado en el trabajo. Si la empresa tiene más de 100 personas, deben poseer un espacio para la primera infancia, para les niñes de los trabajadores menores de tres años. Empezó a regir en abril de este año. El 68% de los hogares que tienen una mujer ama de casa están por debajo de la línea de pobreza, es por eso que necesitás infraestructura para que todos puedan participar del mundo del trabajo y el sector privado tiene que poner lo suyo. Le construís un espacio de cuidado o le das un reintegro a la persona de lo que haya gastado en una niñera registrada o en un espacio de cuidado habilitado. Hay más o menos 9.000 empresas en el país que deberían cumplir esta normativa.
“En Argentina, cuando aumentan los derechos, funciona mejor la economía”.
APU: ¿Cómo es la articulación, el diálogo con los empresarios?
L.C.: Depende mucho de cómo interpretan el funcionamiento de la economía. Los que entienden que funciona de abajo para arriba le dan lugar a estas cosas, entienden que cuando dan más derechos, el trabajador está mejor, consume más. Como consume más, hay más ganas de invertir y todo eso redunda en más recaudación del Estado, entienden que es una inyección al mercado interno. Es nuestra Historia. Cuando se dijo hay que achicar los costos para que los inversores tengan más ganas de intervenir y cuando se hizo, el desempleo, lejos de bajar, se duplicó. No funcionó. En los momentos que le dimos más a los trabajadores, triplicando en términos reales el salario mínimo, vital y móvil, ahí se redujo el desempleo del 20% al 7%. En las empresas, en todo este tiempo, hubo muchas capacitaciones y nuestro trabajo es ir a ver qué pasó con eso, qué cambio estructural hubo. Para romper los techos y las paredes de cristal, tenés que poseer una política igualitaria en todos los sentidos. Armamos un sello que se llama Igualar y eso funciona con el empresariado, que le gusta la distinción. Y a nosotras nos sirve para evitar retrocesos.
APU: ¿El sello Igualar vendría a certificar que la empresa cumple con una serie de requisitos en materia de igualdad de género?
L.C.: Exacto. Si cumple con todo eso se le da una distinción. Es utilizar las herramientas de la competencia de mercado con las que ellos juegan, también. De hecho, estamos escribiendo la norma “IRAM” de género, sería en la misma línea, con la idea de que puedas acceder más rápido a aportes no reembolsables y otros beneficios del Estado, pero era importante que fuéramos nosotras las que chequeábamos que se cumplan esos requisitos, porque si bien el tema se puede poner de moda, a veces, se desdibuja. Creo que si uno piensa bien las categorías económicas, la productividad está medida en un muy corto plazo. La diferencia entre gasto e inversión depende de qué variables considerás y, en líneas generales, si vos aplicás estas políticas, mejorás la productividad de los trabajadores y trabajadoras, cambiás los ámbitos de trabajo. Hay ámbitos de trabajo masculinos donde los propios varones sufrían, un espacio tóxico. Entra una diversidad, una mujer y rompe esa lógica.
“El 68% de los hogares que tienen una mujer ama de casa están por debajo de la línea de pobreza”.
APU: ¿Desde cuándo se aplica este sello?
L.C.: Lo lanzamos en diciembre del año pasado. Ahora estamos evaluando a todas las que adhirieron, pero tuvimos mucho éxito porque sabíamos que muchas empresas grandes ya habían empezado a avanzar. Queríamos levantar el trabajo de esas compañeras que desde adentro de esas empresas están tratando de cambiar las cosas.
APU: ¿Qué impresión les da esas grandes empresas que se adhirieron? ¿Tienen una política abierta a la hora de pensar estos temas?
L.C.: A veces tienen un área de género, pero el área de Recursos Humanos todavía no tiene esa perspectiva y ahí cuesta un montón que avance. Ahora, si el área de Recursos Humanos entendió esa lógica, avanza mucho más rápido. Son desafíos, más que nada con lo que tiene que ver con ir cambiando las jerarquías. En los sectores más masculinizados te dicen “no encuentro mujeres formadas”. Para que la formación tenga éxito, las mujeres y diversidades tienen que visualizar que es posible trabajar de eso y ahí vas al fondo de la cuestión. En los directorios de las empresas que cotizan en bolsa, de cada 10 personas sólo una es mujer.
APU: Pensaba que este sello Igualar también se podría aplicar para gestiones públicas locales o provinciales.
L.C.: Estamos por lanzar un índice que se llama índice de paridad municipal que tiene que ver con esa justicia. Ahí no es menor el rango que le das a las instituciones de género para que articulen con las demás. Las provincias que tienen ministerio, además de ira los temas de violencia, pueden ir a la desigualdad estructural que la genera.
APU: ¿En qué lugar está la desigualdad salarial entre géneros con el mismo empleo?
L.C.: Hay una diferencia promedio de ingresos en Argentina, primero porque hay un montón de mujeres que tienen ausencia salarial. Hay dos millones y medio de mujeres que son amas de casa sin ingresos. En las que participan, cuando analizás cómo se llega a la brecha, abrís eso y ves como cuatro pedacitos. Uno, nosotras trabajamos menos tiempo. Dos, vamos a sectores que se pagan menos. Tercero, ascendemos menos. Y por último, las situaciones de violencia, muchas compañeras interrumpen su carrera laboral por alguna situación de este tipo. Si no cerrás la brecha de los cuidados, es muy difícil que cierres la brecha salarial. Es condición necesaria, no suficiente. Tenés que seguir haciendo.