Otro femicidio, esta vez en Entre Ríos (suman 32 desde que empezó la cuarentena)
Por Mariano Osuna *
Durante la tarde del sábado pasado se conoció el peor desenlace sobre la desaparición de Cecilia Basaldúa en Capilla del Monte, Córdoba. Se la buscaba desde el 5 de abril, la última vez que se supo algo sobre la mujer de 35 años, oriunda de Buenos Aires. Un día después, en el barrio Feria de la ciudad de La Paz, cabecera departamental en el norte entrerriano, fue asesinada Romina Roda, de 23 años. El feminicida fue su ex pareja, con quien tiene una hija en común, Jonatan Rivero, quien ya tenía dos denuncias por abuso y por violencia de género, realizadas por la propia víctima. Déjà vu interminable de la desidia del Estado, en un contexto de cuarentena, donde las denuncias por teléfono se han multiplicado y también las dificultades de las mujeres para realizarlas.
El feminicidio de Romina nos recordó a los sucesos previos al asesinato de Fátima Acevedo en Paraná, quien había denunciado en reiteradas ocasiones a su ex pareja, Jorge Nicolás Martínez, e incluso se encontraba en la Casa de la Mujer municipal, desde donde salió el 1 de marzo y nunca regresó. "Cuando termine muerta, puede ser que hagan algo", fue uno de los audios que la joven envió a Florencia, su mejor amiga, entre otras declaraciones de resignación e impotencia.
"Sos un abusador de niños, miserable", fue una de las actualizaciones del estado de whatsapp de Romina, que ya había denunciado en mayo de 2018 al feminicida por abuso sexual simple y volvió a hacerlo cinco meses después por violencia de género. La primera fue desestimada y la segunda fue ejecutada con restricciones que luego no fueron renovadas.
El feminicida Rivero se presentó luego del asesinato a la casa del sargento José Zárate, donde asumió el hecho. Hasta allí se desplazó la policía de La Paz que tomó intervención y lo trasladó a la Jefatura.
Los feminicidios son otra pandemia que no conocen de cuarentena y ratifican la falta de compromiso judicial, policial, legislativo y ejecutivo para prevenirlos y erradicarlos. Entre el 20 de marzo, fecha de comienzo del Aislamiento Social Preventivo y Obligatorio, y el 26 de abril ocurrieron 32 feminicidios. El 72% de esos asesinatos fueron consumados en la casa de las víctimas y el 64% fueron realizados por parejas o ex parejas.
Romina, Cecilia, Fátima, Susana, Lorena, Claudia, Solange, Cristina, Ada, María, Jésica, Priscila, Paola, Soledad, Natalia y Camila son algunos de los nombres de esas víctimas, convertidos en estadísticas, y excluido de las agendas hegemónicas.
Las amigas de Cecilia, luego de conocerse los hechos del sábado en Capilla del Monte, comenzaron a a replicar en sus redes sociales distintas frases y videos sobre las ideas viajeras de la víctima. En Comandante Piedra Buena, provincia de Santa Cruz, las mujeres salieron a reclamar por el feminicidio de Jésica Minaglia, respetando las distancias entre cada una, para instalar lo que la mayoría de los medios omiten y los dispositivos oficiales esquivan.
Estos últimos días también se cumplieron 4 años de la desaparición de Gisela López, ocurrido en Santa Elena, ciudad también del departamento entrerriano La Paz. Tenía 19 años y había sido vista por última vez en la noche del 22 de abril de 2016. 18 días después, el 10 de mayo, se desencadenó el peor final, que hoy tiene al tiempo como principal amigo de la impunidad.
Seres queridos, el movimiento de mujeres y ciudadanía en general se movilizó en las redes sociales para recordar aquel hecho y los pocos avances en materia judicial de dar respuesta, un poco de reparación, a la injusticia acrecentada que sentencia que la vida no vale nada.
Las agendas son cotidianas
Los relatos se repiten mientras transcurre la cuarentena. Diversas temáticas urgentes, que también requieren la emergencia, se reproducen en las vidas diarias de la comunidad. Todas urgencias y luchas que pese a los obstáculos de agenda oficial y mediática, penetran poco a poco entre la sobreinformación de coronavirus. Tienen la fuerza del agua que por insistencia y resistencia termina rompiendo la piedra, aunque parezca imposible. Ahí está el papel de las organizaciones comunitarias, sociales, políticas y colectivas y de las redes de medios comunitarios y alternativos, que intentan dar cauce al agua para que el ojo se diversifique y profundice en las distintas temáticas estructurales y urgentes que siguen sin respuesta.
* Corresponsal en Entre Ríos de Agencia Paco Urondo