Reflexiones sobre la comunidad trans y travesti durante la pandemia
Por Saira Millaqueo*
El desembarco del Covid 19 marcó al mundo. Y Argentina no fue la excepción. Particularmente en nuestro país, como comunidad travesti trans, nos forzó a un proceso de reorganización urgente. Desde el primer minuto desplegamos grupos de emergencia en todo el territorio nacional y tuvimos la iniciativa de forjar redes que sostuvieran las necesidades y demandas que entendíamos serían una constante, y que finalmente con el tiempo se concretaron.
Y es que las calles vacías habían dejado desolación en esa única práctica de subsistencia a las que nosotras podemos aspirar para comer, vestirnos y pagar nuestras deudas: la prostitución. Algunas compañeras contaban con el ahorro de algunos pesos, a otras directamente el anuncio del decreto de aislamiento de nuestro presidente las encontró esperando el fin de semana para salir a laburar y poder subsistir una semana más.
Luego del decreto de aislamiento se produjo una fuerte impresión se da en toda la población. Pero les más vulnerades son quienes pagan un costo más alto al soportar el peso de una medida abarcativa y necesaria para sostener una realidad desconocida, pero con un fuerte mensaje del exterior: miles y miles de personas mueren por la alta contagiosidad de este virus jamás visto en la historia humana. Las impresiones nos marcaron a fuego, nuevas medidas, nuevas prácticas e incorporación de nuevos hábitos para preservar la pulcritud. El más recomendado fue el usado por nosotras desde que nuestra expresión es manifestada: el de aislarnos casi desapercibidas por un buen tiempo. Quizás por que sabemos muy bien lo que significa guardarse frente al ataque y la amenaza de un sistema que nos mata constantemente cuando nos atrevemos a visibilizarnos.
Desde el principio de la cuarentena nuestras existencias, marcadas por el margen y la clandestinidad, comenzaron a sentir con fuerza el escaso movimiento en las calles. Porque ahí estuvimos y estamos siempre mientras el mundo se mueve, guardadas esperando a complacer la fantasía de un sistema que nos utiliza para saciar sus ganas a cambio de unos billetes. Ahí estamos desplazadas a una profesión sin título. Ahí estamos ignoradas por la vorágine de una ciudad que no ve el ejercicio de esas ciudadanías porque tampoco las permite.
Lamentablemente nuestra comunidad está acostumbrada a la desolación y el olvido de la sociedad sobre nuestras realidades. El “quédate en casa” no hizo otra cosa que fortalecer ese individualismo que nosotras reconocemos cada noche cuando, paradas en una esquina, nos topamos con una mirada indiferente, o con autos familiares que se deleitan con nuestras figuras, pero que olvidan que por dentro hay una historia, historia de castigos, violencias y represión. Que solo en la algarabía de la noche o en la trinchera secreta puede expresarse esa fuerza apasionada para los cánones de un status quo frio y dominable.
Los meses pasaron y aquellas que lograron acceden a un nivel de vida estándar pudieron desenvolverse con más tranquilidad. En muchos lugares el transcurrir fue cómodo y la conectividad
facilitó algún que otro esparcimiento. Pero hay una gran parte que quedó espaciada en el tiempo. Para algunas, los días se volvieron más hostiles y la desesperación se tornó más acuciante. Muchas, olvidadas en algún rancho de algún barrio, comían en el comedor de una iglesia. Sí, travestis y trans comiendo en iglesias evangélicas. Un llamado a la reflexión para pensar qué criticamos cuando criticamos.
En principio nuestra organización Ciudadana Trans Bahía Blanca, coordinada por un grupo de amigues y compañeres de causa, se fortaleció en el traspaso de mercadería. Como tejedoras fuimos desplegando telarañas para alcanzar a aquellas que no existían ni para los oscuros callejones de las zonas. Telas que se fortalecían con la fuerza de amigues, y activistes, como les Furias Ferias. Estes últimes, en un acto de rebeldía a la comodidad del hogar y contra todo pronóstico, se llevaron puesta a la burocracia a pura desfachatez, uniéndose a nosotras y generando una posta de campaña improvisada, pero con la fortaleza de cuerpas valientes e irreverentes contra este sistema del mal. Mientras muches se quedaron guardades en el calor del hogar, nosotres emprendíamos el viaje de activar en esa turbulencia que a cada momento se complejizaba más y aún requiere atención.
A lo largo de la historia y con mucha más fuerza en los últimos años, el Estado ha emprendido la búsqueda de respuestas que expliquen por qué las travestis y trans aún seguimos depositadas en los marcos de la clandestinidad y marginalidad de la sociedad. La reflexión que puedo traer a cuenta, no solo por la experiencia vivida en este último año, sino en todos los años que nuestra organización ha intentado cooperar, es que quien refuerza esa idea de clandestinidad y marginalidad es el Estado a través de sus propias instituciones y sus agentes.
Sin embargo, en el año 2012 la sanción de la ley de identidad de género 26.743 nos otorgó la posibilidad de ser sujetxs de derechos. Sabemos que para ejercer la capacidad de obrar esto significó el comienzo de un proceso de empoderamiento y lucha en el que las vidas de las travestis y trans van quedando como puntos de fugas que generan expectativas en una sociedad que nos desconoce y nos relativiza a los meros estereotipos marcados para nuestra supervivencia. El silencio de quienes maniobran las estructuras del Estado, cómplices de esta relativización, profundizan la objetivación que las travestis y trans afrontamos y nos enfrentan a la espera de respuestas cotidianas por parte de quienes deberían garantizar el bienestar social, por el que esta comunidad ha peregrinado por muchas décadas. Pero hay pocas respuestas y se nos sigue depositándonos en el último lugar de la fila para exagerar la propaganda política, las promesas y el punterismo partidario. Ya lo decía lohana Berkins “Las travestis somos el deseo ilícito de la derecha capitalista, ¿Cuándo seremos el deseo lícito de la izquierda revolucionaria?”
Hoy nuestro destino va virando hacia una mirada donde la ampliación de derechos es el nuevo paradigma. Las nuevas generaciones lo sostienen desprestigiando el sistema binario sexo genérico que tanto mal causa con el fin de categorizar a las civilizaciones. No digo que otra nueva civilización esté por nacer, nos falta mucho para ver la verdadera transformación social que refleje vínculos desintoxicados de estas ideas arcaicas, pero sí creo y estoy convencida de que este camino que estamos trazando será difícil de cerrar. Nuestras voces ya no pueden ser ignoradas. En este umbral entre la reivindicación y la precariedad seguimos resistiendo. El legado que hemos heredado es el de muchas gritando en los pozos de la criminalidad y está impregnado en nuestro ADN. Hemos transformado, dando un salto a esa historia, los momentos oscuros a los que puede ser arrastrado un ser humano, resistiendo a los golpes más duros y acá estamos, en otro lugar, pero con la memoria y existencias de todas las nuestras a cuesta.
En este momento excepcional de la historia, en el que nuestro tejerío irreverente se inmortalizó, deseo manifestarlo como parte del legado que aprendí. Seria injusto no compartir estas reflexiones, donde a pesar de todo lo expuesto acá, sigo con el mismo sueño desde el primer día: que nuestra causa en común prevalezca ante todo. Porque para vivir mejor no alcanza solo con nombrar la libertad, igualdad y democracia, sino que hay que aprenderlas y la forma que tenemos para realizarla, es seguir avanzando en esta conquista por nuestra dignidad. Todavía hay quienes se oponen a esto para mantener sus privilegios y seguir dependiendo de un sistema al que le queda poco tiempo. Por eso considero que nuestra mira debe estar puesta en conformar esa verdadera revolución que entienda que es momento para dejar las vanidades de lado. En donde el problema no sean las personas individuales, sino aquello que amenaza contantemente todo lo conquistado.
*Coordinadora ciudadanastrans bahia blanca
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