Trabajo sexual: "Vamos a seguir ejerciendo y necesitamos mejorar nuestra calidad de vida"
Por Maricruz Gareca y José Cornejo* en coordinación con la sección de Géneros de la Agencia Paco Urondo
Fotos: Daniela Morán
Nina León, además de poeta (hace un par de meses publicó su primer libro de poemas: Puta poeta) y trabajadora sexual, es una usuaria muy activa en las redes sociales. Quienes la siguen tienen la posibilidad de interactuar con ella a través de su Instagram. Leer sus historias permite adentrarse en el universo del trabajo sexual. Nina, al igual que sus compañeros y compañeras de AMMAR, milita por los derechos laborales que todo trabajador y trabajadora debería tener (jubilación, obra social, entre otros). Asimismo, desde el sindicato abogan por la despenalización del trabajo sexual, en tanto se encuentran constantemente en diferentes modos de violencia institucional.
Agencia Paco Urondo: ¿Qué balance hace sobre el efecto de la estrategia publicitaria de Jimena Barón?
Nina León: Respecto al balance de la estrategia publicitaria de Jimena hay dos cuestiones muy claras: la primera es que por ser una artista tan masiva logró poner sobre la mesa algo que desde el movimiento de trabajadoras sexuales no habíamos podido lograr con esa magnitud, es decir, logró que hoy se esté hablando de trabajo sexual en todos los espacios, en todas las casas, y además generó que todos los medios replicaran no solo lo que ella hizo, sino todo lo que sucedió a partir de la reunión que tuvo con Georgina (Orellano), nuestra secretaria general de AMMAR.
En ese sentido me parece que salió a la luz algo que nosotras planteamos hace un montón y que tiene que ver con una de las modalidades del trabajo sexual que en este caso son los departamentos privados. Son las compañeras que laburan ahí las que utilizan los papelitos (NdR: se refiere a las publicidades pequeñas que suelen pegarse en la calle con una imagen femenina y un número telefónico) para publicitar sus servicios a partir de que el Rubro 59 se dio de baja, y a partir de un montón de normativas que han ido criminalizando a las trabajadoras sexuales y, obviamente, sometiéndonos a mayor clandestinidad.
En este marco, nos parece favorable que se estén discutiendo un montón de cuestiones respecto al trabajo sexual. Por otro lado, también queda al descubierto –y esto es una valoración más negativa– cuánta desinformación hay sobre el trabajo sexual y también sobre cuánta gente nunca se sentó a hablar con trabajadores sexuales. Que nunca se acercó al sindicato para saber cómo funciona AMMAR, qué es lo que hace, hace cuánto tiempo está, con qué objetivo nació y cuál es el objetivo actual. Mucha de esa gente se toma el atributo de opinar sobre el trabajo sexual y sobre la prostitución en general. Esto es un poco peligroso entendiendo que muchas de esas personas tienen peso en la opinión pública. Esto más allá de que no estén trabajando en medios hegemónicos, pero sí manejan sus redes con un montón de seguidores y seguidoras, y tergiversan información. Hay un montón de supuestas feministas que están fomentando el odio y la bronca, hacia un colectivo tan históricamente vulnerado como el nuestro, el de las trabajadoras sexuales. Entonces, más allá de que se haya puesto el trabajo sexual sobre la mesa, hay un discurso de odio que está siendo incentivado desde que sucedió todo esto, y que nosotras como trabajadoras sexuales lo venimos padeciendo en muchas asambleas, reuniones feministas donde tenemos que estar escuchando a personas que no ejercen el trabajo sexual diciéndonos si somos o no trabajadoras.
Quedó al descubierto la cantidad de mujeres violentas cuya opinión mucha gente consume, o consume sus libros. De pronto se encontraron con la hipocresía de esos personajes. Nosotras lo sabíamos de antemano porque ya las conocíamos, pero no el común de la gente que cree que ser feminista incluye a las trabajadoras sexuales y ahora recibe informaciones tergiversadas o discursos de odio. Hay amplio sector de la sociedad que no entiende la cuestión del trabajo sexual, que es algo diferenciado de la trata de personas.
APU: Respecto a la campaña, ¿Jimena se asesoró con ustedes? ¿No ve un riesgo de romantización de la prostitución?
NL: Jimena no consultó para hacer la canción, ella la escribió y simplemente lanzó un avance con la campaña que ya conocemos. Después sí se asesoró al toparse con un montón de discursos que la violentaban, no entendía de dónde nacía toda esa violencia con que la acusaban de un montón de cosas que claramente no es. Fue ahí donde sintió la necesidad de tener más información respecto al trabajo sexual y a esta cuestión de los papelitos. Ella buscó entender sobre trabajo sexual tal como lo indicaría el sentido común de cualquier persona que quiere formarse en un tema puntual: recurrir directamente al protagonista y no a académicas que hablan por nosotras y que muchas veces ni siquiera se acercan para saber nuestras problemáticas. Ella sí se acercó a formarse y lo único que ganó es que esa violencia se multiplicara porque expuso la foto con Georgina.
Respecto a la romantización, no es una cuestión de romantizar o no el trabajo sexual, es una cuestión de entender que los papelitos son una herramienta de trabajo desde hace mucho tiempo de nuestras compañeras que ejercen en departamentos privados. No hay ninguna romantización, hay en todo caso una estrategia publicitaria vinculada a cómo las trabajadoras sexuales que ejercen con esta modalidad publicitan sus servicios.
APU: ¿Qué le pareció el rol de los medios respecto al tema? La vulneración de las mujeres y cuerpos feminizados en un contexto de crisis, ¿no hace difícil discutir sobre los derechos de quienes trabajan del sexo?
NL: Hubieron determinados medios que se acercaron a preguntarnos pero también muchos medios hegemónicos que trataron mal el tema, que armaron notas con hilos de twitter o dos artículos de Infobae. Lo cierto es que hay personajes que no han tocado el tema con responsabilidad, están generando muchísimos discursos de odio contra un colectivo históricamente vulnerado. Sí hubo medios alternativos, en cambio, que hicieron todo de una manera más responsable.
Jimena Barón terminó con contención psicológica y psiquiátrica después de toda la violencia que recibió. Nuestra compañera, que históricamente defiende el derecho de las trabajadoras sexuales y por eso recibe ese tipo de violencia día y a día, no terminó en ese estado porque entendió que organizándose adentro de un sindicato y sintiéndose contenida entre compañeras no iba a terminar afectándole la salud como a Jimena. Ahí nos dimos cuenta del límite que se traspasó. Estamos hablando de feminismo, por ende se supone que estamos hablando del cuidado de una misma y de la otra persona también y esto no es ningún gesto feminista. Violentar a las trabajadoras sexuales y salir a violentarla de la manera en que se la atacó a ella superó todos los límites.
Respecto a la vulneración de las mujeres y cuerpos feminizados en un contexto de crisis, me parece que es difícil discutir sobre nuestros derechos no por el contexto de crisis en sí, ya que históricamente en épocas donde no había crisis también era difícil, por lo que me parece entonces que no pasa por el contexto. De hecho en el contexto de crisis con Mauricio Macri como presidente fue el momento en que más pudimos sacar a la luz las problemáticas con la que históricamente convivimos.
Hay un montón de decisiones de invisibilizarnos por parte de un montón de sectores que no solo manejan las instituciones estatales, sino también la comunicación de género en medios donde nosotras querríamos acceder para poder visibilizar nuestras problemáticas, nuestras luchas y reclamos. Es difícil discutir cuando se vuelve todo una discusión moral porque trabajamos con nuestros genitales. Hay más bien una cuestión de fondo que hace que se impida estar hablando de lo que tenemos que hablar. Nosotras ya hace un tiempo que no nos preguntamos si nuestro trabajo es o no un trabajo, más bien empezamos a cambiar el eje y a preguntar si prefieren que lo sigamos haciendo de una manera clandestina –porque lo vamos a seguir ejerciendo y somos un montón– o si prefieren que accedamos a mejorar nuestra calidad de vida con derechos laborales como corresponde, como en cualquier otro laburo.
APU: Recientemente en un programa de Moria Casán una chica trans relataba su pasaje traumático por el trabajo sexual. ¿Qué reflexión le despierta?
NL: Me parece que no solamente en el trabajo sexual se dan los hechos traumáticos, sino que se dan en absolutamente todos los trabajos que nos brinda este sistema capitalista. Yo trabajé en call centers, donde me quemaban la cabeza obligándome a vender y a cagar a la gente por dos mangos. He pasado por laburos periodísticos donde recibí violencia psicológica por parte de los machos que tenía de jefes y en esos trabajos, además, estaba re contra mil precarizada y siempre excluida por ser mujer. Pasé por trabajos administrativos dónde veía cómo mi jefe las hacía llorar a mis propias compañeras y no podía hacer absolutamente nada por el temor que las echaran.
Me parece que hay muchos trabajos dentro de este sistema capitalista que generan situaciones traumáticas y el trabajo sexual no es la excepción. Si no, sería pretender que el trabajo sexual es perfecto y ahí sí lo estarían romantizando quienes no ejercen el trabajo sexual. Nosotras siempre decimos que si pasamos por situaciones de violencia adentro de un hotel o en un encuentro tampoco es que esas situaciones nos pasan solo por ser trabajadores sexuales, sino que nos pasan por ser mujeres, lesbianas, travestis, trans o personas no binaries.
Hay un montón de personas que por historias personales prefieren no seguir ejerciendo en el trabajo sexual y que prefieran otras oportunidades laborales. Nosotras abogamos desde AMMAR porque eso se dé de esa manera. También hay personas que se han dedicado al trabajo sexual que ya tienen otras oportunidades laborales, pero las historias personales tampoco tienen que contrarrestar una lucha colectiva que lleva 25 años en Argentina. Una lucha que pide básicamente derechos laborales para todas las personas que ejerzan el trabajo sexual.
APU: ¿Cree que hay una forma de salir de la rivalidad abolicionismo-regulacionismo?
NL: Quienes ejercemos el trabajo sexual y nos nucleamos en AMMAR no estamos pidiendo regulacionismo para acceder a una ley sobre trabajo sexual. No somos ni reglamentaristas ni regulacionistas sino que estamos pidiendo la despenalización del trabajo sexual. Porque hoy está penalizado en todas las modalidades donde podemos ejercer mediante un montón de normativas, de códigos contravencionales, leyes como, por ejemplo, la ley antitrata que termina quitando la palabra consentimiento de su concepto principal y, por ende toda persona que ejerza el trabajo sexual ya estaría en situación de trata. Además termina criminalizándonos. Por ejemplo si queremos organizarnos en cooperativas de trabajo nos condenan. No somos regulacionistas, pedimos la despenalización del trabajo sexual y el acceso a los derechos laborales. Nuestra idea es acceder a un monotributo en el que no tengamos que seguir mintiendo que somos tarotistas, peluqueras o que somos personas que ejercemos otras profesiones, porque eso también es seguir invisibilizándonos como laburantes. Simplemente poder acceder a pagar un monotributo que nos permita obra social y jubilación y otros derechos laborales como cualquier trabajador o trabajadora.
Respecto a la rivalidad, me parece que el abolicionismo es una postura, mientras que la despenalización del trabajo sexual es un pedido de todas las trabajadoras sexuales. Vamos a seguir ejerciendo el trabajo sexual y lo que queremos es que la sociedad tome consciencia de si van a seguir incentivando que lo hagamos de manera clandestina o con los derechos laborales correspondientes.
No se trata de una cuestión de rivalidad, sino que se trata simplemente de generar conciencia de que existimos, de que vamos a seguir ejerciendo este trabajo y que necesitamos mejorar nuestra calidad de vida porque tenemos compañeras que están en edad jubilatoria hace más de diez o quince años y no pueden hacerlo. Son un montón de personas a las que estamos exponiendo a malas condiciones de vida y ni siquiera pueden dejar de ejercer el trabajo sexual que es el trabajo al que se han dedicado toda la vida, mucho menos a acceder a una jubilación. No es una cuestión de que si nuestro trabajo lo es o no – esta es una discusión que ni nosotras ya la tenemos– sino si sigue clandestino o con acceso a los derechos.
* Director Agencia Paco Urondo.