Cómo se construye un nuevo orden mundial
Por Norberto Emmerich (investigador Prometeo, IAEN, Ecuador)
El presidente ruso Vladimir Putin llegó en la madrugada del sábado 12 de julio a la ciudad de Buenos Aires reuniéndose a las pocas horas con la presidente argentina, Cristina Fernández, para firmar distintos acuerdos, principalmente sobre commodities energéticos. Allí declaró que la Argentina es el principal socio estratégico de Rusia en América Latina.
Los acuerdos bilaterales firmados en materia nuclear con fines pacíficos servirían para “crear una base para una cooperación sólida en esta esfera”, según su discurso en la Casa Rosada.
Una delegación rusa se trasladó luego al megayacimiento petrolífero de Vaca Muerta, en el sur del país, para conocer “una de las mayores reservas de gas no convencional del mundo”.
Más tarde los presidentes Evo Morales (Bolivia), José Mujica (Uruguay) y Nicolás Maduro (Venezuela) se sumaron a la cena en la casa de gobierno argentina.
Por su parte el presidente chino Xi Jinping también comenzó una gira por América Latina, considerada “extremadamente importante, no es otro viaje de rutina más” ya que China es el segundo socio comercial de la región y uno de sus principales inversores.
En Brasil firmó varios acuerdos de cooperación, que incluyeron exportaciones de la brasileña Embraer e inversiones chinas en infraestructura, especialmente en transporte.
Xi fue luego a la Argentina, país con el cual mantiene un nivel de intercambio comercial por debajo del potencial, 14.800 millones de dólares en 2013. Allí buscó reimpulsar la relación bilateral y reconoció a la Argentina como “socio estratégico integral”. Al igual que su colega ruso, Xi habló con la presidenta sobre el interés chino en el yacimiento de Vaca Muerta, donde yacen las segundas reservas mundiales de gas de esquisto y las terceras de petróleo, un fuerte lugar para invertir y mantener reservas estratégicas.
En los días siguientes los líderes de Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica (BRICS) celebraron en Fortaleza y en Brasilia su sexta cumbre. Se trata de las grandes economías emergentes, donde vive el 42 % de la población mundial y donde se produce el 21% del PBI mundial.
En Fortaleza se anunció la creación del Banco de los BRICS, que nacerá con un capital inicial de 50.000 millones de dólares, de los que cada país aportará una quinta parte.
Además se discutirá sobre un Acuerdo de Reservas de Contingencia (CRA), un fondo de estabilización económica por 100.000 millones de dólares para rescatar a países en crisis, con dificultades en su balanza de pagos o que sufran ataques especulativos.
En Brasilia mantuvieron una reunión con los presidentes de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), donde los BRICS expusieron las potencialidades del Banco, una alternativa al Banco Mundial dominado por las grandes potencias.
Esta Cumbre fue la antesala de una cita entre China y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe (Celac). En esa reunión se anunció formalmente la realización del Primer Foro de Cooperación entre China y los 33 países de la Celac en Pekín. Este foro representa “un éxito de las diplomacias tanto de China como del subcontinente: la República Popular logra sentarse a la mesa con todos los Estados de América Latina y el Caribe”.
Porque además de los numerosos y profundos acuerdos económicos, China y Rusia buscan aumentar los lazos políticos con la región. Muchos analistas descreen de las posibilidades de que estos acuerdos e Instituciones se conviertan en una realidad efectiva y eficiente. China atraviesa por una ralentización de su economía, lo que produce recelo en los países de la Alianza del Pacífico, Chile y Perú en primer lugar. Si estos hechos que agrupan a Rusia, China, los BRICS, la Unasur y el Celac son demostraciones de una fortaleza que en realidad no se tiene, precisamente en ello radica la importancia específica del momento. El poder potencial tiene fuertes resortes simbólicos, construidos discursivamente, con recursos que Robert Kagan expuso brillantemente en “Poder y debilidad”. Los BRICS, al igual que sucedió con el Mercosur en sus comienzos, se mueven torpemente, con lentitud y serios disensos internos. Pero siguen avanzando.
¿Cómo deben comprenderse estos rápidos y numerosos movimientos de las potencias emergentes? ¿Por qué tienen interés en América Latina?
En el este de Ucrania el ejército y los aviones del golpismo fascista bombardean las ciudades industriales mientras en la franja de Gaza los bombardeos ya suman caso 200 palestinos muertos, justo cuando la ofensiva "Margen Protector" amenaza con descalabrarse totalmente en una invasión de infantería. Las grandes potencias y sus socios aplauden, incentivan, financian y hacen cálculos de probabilidades. En el fondo de esta desesperación bélica siguen operando las consecuencias de la crisis económica de 2008. La economía mundial languidece, los precios de los commodities no bajan, la recesión se convierte en depresión.
Esta debacle económica impide una gestión política exitosa de los asuntos mundiales porque los intereses amenazados se disparan en direcciones opuestas, hacia una desglobalización cada vez más evidente. La intención de dictar nuevas reglas de juego en base a ordenanzas imperiales no está funcionando. Estados Unidos y sus socios parecieran pretender el retorno a un orden unipolar lo más rígido posible, cerrando los ojos ante la realidad de un "occidente" profundamente resquebrajado. América Latina, desde la lentitud mexicana a la velocidad brasileña, se despega rápidamente de todo alineamiento automático y habla con claridad de un orden multipolar. Hay dos órdenes en construcción y en disputa entre sí. Y los recambios hegemónicos no suceden sin guerras mundiales.
Por eso la tradicional combinación de diplomacia y guerra, útil en los tiempos de normalidad estratégica, cede ante una ofensiva declarada de los halcones de la política exterior. Si el “Eje Asia” de Barack Obama significó la retirada de Estados Unidos de Medio Oriente, también terminó incentivando el surgimiento del Estado Islámico en Irak y un nuevo empantanamiento. Si Israel bombardea a Gaza, al parecer sin mucho sentido estratégico y con la excusa de la lluvia de misiles, es precisamente por la debilidad y soledad en la que se encuentra. Y si Estados Unidos jaquea a Rusia en su frontera vital, lo hace con socios impresentables que son profesionales de la rapiña pero no del combate. Mientras Estados Unidos esconde su rostro transformándose de actor global en operador global, Rusia y China están comenzando a hacer las dos cosas al mismo tiempo.
El capitalismo es un sistema de guerra permanente, generalmente armado pero siempre amenazante. Rusia y China se defienden atacando, en un mundo con liderazgos rudos pero vacilantes, rediseñando los términos del intercambio, y con ellos un nuevo orden mundial, en términos diplomáticos, económicos y políticos. Y allí donde residen los commodities es donde toda crisis económica global encontrará su salida. Tener acceso a insumos básicos abundantes y si es posible baratos, esencialmente energéticos, sigue siendo la receta clásica de toda recuperación económica. Y se sabe que todo acuerdo empieza siendo económico pero se garantiza por eslabonamientos políticos. En Buenos Aires, Fortaleza y Brasilia se juega un campeonato mucho más importante que el que acaba de terminar.