Julian Assange y Ana Belén Montes, ejemplos de dignidad
Por Julio A. Muriente Pérez *
Julian Assange y Ana Belén Montes tienen cosas importantes en común. Ambos han sido perseguidos implacablemente por el gobierno de Estados Unidos y sus agencias de seguridad y espionaje. Se les ha acusado de poner en riesgo la seguridad de Estados Unidos y la vida de sus soldados repartidos por el mundo, de trabajar al servicio de gobiernos enemigos de Washington, en fin, de pertenecer a la especie más peligrosa que se hubiera visto. A Ana Belén, por tratarse de una “ciudadana americana” que burló una de las más importantes agencias de conspiración y espionaje de ese país, se le ha acusado hasta de “alta traición”.
Assange es australiano. Ana Belén es puertorriqueña. Aunque en contextos diferentes, en ambos se fue dando un proceso de desarrollo de la conciencia social y del enjuiciamiento crítico de las acciones cometidas por grandes potencias, sobre todo Estados Unidos, para controlar el planeta a como diera lugar. El gran defecto de ambos ha sido su honestidad, su voluntad inquebrantable para denunciar las barbaridades cometidas por el gobierno de ese país y su disposición a quemarse las manos con tal de que se supieran tantas verdades ocultas por los grandes intereses políticos, económicos y militares.
Ambos descubrieron que tenían ante sí la posibilidad de exponer ante el mundo los escandalosos actos delictivos cometidos continuamente por gobiernos que se proclaman democráticos y defensores de la justicia y los derechos humanos.
Julian Assange, junto a Chelsea Mannig y otros, dio forma a la estremecedora voz de Wikileaks, a través de la cual se hicieron públicos cientos de miles de documentos confidenciales que delataban las atrocidades cometidas por las fuerzas armadas estadounidenses en Irak y Afganistán, entre otros tantos atropellos. Ello implicó, según el Departamento de Justicia estadounidense, una de las mayores filtraciones de información “clasificada” en la historia de ese país.
Ana Belén Montes logró penetrar la Agencia de Inteligencia del Departamento de Defensa (DIA) de Estados Unidos en 1985. Se convirtió en la Analista Superior sobre temas cubanos de dicha agencia. Pudo constatar desde adentro el terrorismo de Estado que se aplicaba—y se sigue aplicando--contra Cuba, su gobierno y su pueblo. No guardó silencio. Como una muestra de desprendimiento y justicia extraordinarias y aun a costa de su libertad personal, entregó esa información “clasificada” a los cubanos, para que pudieran defenderse de las agresiones que se maquinaban desde allí. Pura solidaridad. Pura conciencia social y política.
Ana Belén fue arrestada en 2001. Al año siguiente fue procesada y condenada a veinticinco años de prisión. Instantes antes de ser condenada, reafirmó ante el juez lo justo y correcto de sus acciones, e insistió en lo censurable del comportamiento de Estados Unidos contra Cuba. Se encuentra en la Prisión Centro Médico Federal Carswell en Fort Worth, Texas.
Assange ha logrado evitar hasta ahora la extradición a Estados Unidos que reclama el gobierno de ese país, luego de años de acoso y demonización. Recientemente un tribunal británico decidió en contra de esa demanda, aunque Washington anunció su intención de apelar la decisión. La sed de venganza es grande. Mientras tanto el presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, ha expresado su intención de ofrecerle asilo político.
En esta historia de roles invertidos, los delincuentes verdaderos son gobiernos como el de Estados Unidos y otros, que pretenden tener impunidad para hacer lo que les plazca: violar la soberanía nacional de otros países, cometer actos de genocidio, estimular invasiones y golpes de Estado, asesinar funcionarios civiles y militares, desatar agresiones militares, mandar a matar jefes de Estado, sabotear economías… Se sienten con licencia para disponer del mundo. Y luego se cantan los más mansos; y ponen cara de víctimas.
De Julian Assange y Ana Belén Montes, en todo caso, debemos estar agradecidos y, en correspondencia, reclamar su pronta libertad. Son ejemplos de dignidad.
Gracias a su valentía hemos podido conocer mejor la naturaleza monstruosa de esos gobiernos totalitarios. Esos dos ciudadanos ejemplares han contribuido, por así decirlo, a destapar la caja de Pandora. Por su valeroso esfuerzo, hoy se les hace más difícil engañarnos a los embaucadores de siempre. Porque nos han ayudado a conocer la verdad.
* Catedrático Universidad de Puerto Rico (UPR) | Geógrafo