Kazajistán: ¿Estallido social o intento de golpe blando?
Por Pablo A. Vázquez*
El inicio del 2022 tuvo a mal traer a Kazajistán, gigante de Asia Central, siendo el noveno Estado en extensión territorial del mundo (el octavo es la Argentina, para darse una idea de su superficie), al impulsar el gobierno un aumento al precio de los combustibles, lo que generó el 2 de enero protestas y revueltas por varios días, con decenas de muertos entre civiles y fuerzas policiales. Aunque el gobierno dio marcha atrás con la medida, los disturbios se incrementaron violentamente.
Antigua república soviética multiétnica con mayoría musulmana, se independizó de la ex URSS en 1991, es hoy un enclave fundamental en la nueva Ruta de la Seda que China impulsó para su dominio del comercio mundial y un aliado de peso para Rusia, integrando la Unión Económica Euroasiática y la OTSC, de carácter militar.
Conocido por ser el país de origen del periodista Borat, personaje de Sasha Barón Cohen que protagonizó dos películas, Kazajistán es fundamental en el tablero internacional. Su actividad industrial y de riqueza minera es casi incalculable: Primer productor de uranio a nivel planetario, segundo en cromo, cuarto en titanio, noveno de carbón y oro, y el decimotercero en la producción petrolera. Y por su alianza estratégica con Rusia, clave en el ordenamiento de la región por parte del presidente Putin, aunque sin descuidar que el país socio de la OTAN.
La Argentina estableció lazos comerciales con dicha nación durante el kirchnerismo, ocupándose la ex presidenta Cristina Kirchner de establecer un acuerdo de comercio en marzo del 2012, apoyando el ingreso de dicho país a la Organización Mundial del Comercio, en consonancia con la unión aduanera que Kazajistán selló con Belarús y la Federación Rusa, por lo que el destino de este país no debe preocupar, y mucho, si queremos incrementar nuestras relaciones comerciales y seguir una alianza estratégica con el armado euroasiático que desarrolla Putin como gran jugador del escenario político mundial.
Los enemigos declarados por medios y grupos occidentales son el presidente kasajo, Kasim – Yomart Tokáev, y el ex presidente Nursultán Nazarbáyey, ex primer ministro y jefe del PC local desde los ’80 en la era soviética, y, posteriormente, presidente desde la independencia del país hasta el 2019, ocupando desde 1991 hasta el 5 de enero pasado la presidencia del Consejo de Seguridad Nacional de Kazajistán.
El primero ordenó restablecer el orden institucional, recuperar los edificios públicos tomados y detener a los infiltrados y activistas antigubernamentales, amén de activar la asistencia de fuerzas de paz de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC) – casi un remedo del Pacto de Varsovia – integrado por Armenia, Bielorrusia, Tayikistán, Kirguistán, Kazajistán y la Federación Rusa.
Mientras el segundo, hombre fuerte del país que ostenta la presidencia del partido oficialista Nur Otán, y es un destacado miembro del Consejo Constitucional, se le carga la mayor responsabilidad y concita el mayor repudio de los manifestantes – viralizándose cuando se tiró una estatua en su honor - renunció hace unos días a su cargo en Seguridad Nacional.
De un estallido social espontáneo se pasó a una escalada en la violencia con grupos organizados (desde un supuesto Frente de Liberación de Kazajistán hasta infiltración de sectores del ISIS, como en Siria e Irak), manejo de medios, donde emisoras occidentales condenan el accionar gubernamental y la influencia rusa, y la hegemonía en las redes sociales con mensajes “democráticos” en consonancia con la Institución Albert Einstein, dirigida por Gene Sharp, la misma que “inspiró” las “revoluciones de colores” de años atrás en ex repúblicas soviéticas y luego tuvo su réplica en el Medio Oriente.
Más allá del descontento popular por la cuestión de los combustibles, hay una estrategia de “golpe blando” tratando de afectar a las autoridades de Nursultán, la capital, y, por carácter transitivo, a Rusia, generándole un supuesto nuevo frente de conflicto del desatado en Ucrania, y China, intentando afectar la Ruta de la Seda, sus grandes aliados comerciales y políticos.
Si bien se restableció cierta calma habrá que estar atentos a nuevos levantamientos allí y en la región, a la vez de observar como diversas organizaciones internacionales pro occidentales intentan perturbar el equilibrio que ha logrado mantener Putin en la zona.
*Licenciado en Ciencia Política