Recién empezaron y ya fracasaron
Por Ezequiel Kopel
No falta ser adivino para saber que van a fracasar. No hace falta ser un especialista para ver que es todo mímica y no hace falta ser un optimista para entender que es imposible que lleguen a un acuerdo. Y si, no obstante, llegan a un entendimiento nada va a cambiar porque el ocupante no esta decidido a terminar con la ocupación. Tan simple y tan complicado.
Las conversaciones de paz entre palestinos e israelíes relanzadas días atrás nacieron muertas, aun antes de su comienzo, no solo por un pesimista augurio sino porque Israel no esta dispuesto a cumplir lo único que puede llevarlas a buen puerto: abandonar la colonización y explotación de los territorios ocupados en 1967. Pues a pesar de todas las disputas religiosas, políticas y sociales, el conflicto israelí-palestino es un conflicto por la tierra, una larga puja por un territorio en disputa y, por lo tanto, el control del mismo; incluyendo sus recursos naturales, económicos y por ende, el control de sus habitantes. Tan simple y tan complicado
Hay que remarcarlo para dejarlo en claro: Israel sólo esta dispuesto a negociar con una parte de la población palestina, la Autoridad Palestina, que no es mas ni menos una simple autoridad municipal bajo control del gobierno israelí. Funciona como un ente encargado de manejar los destinos de la población en los grandes centros urbanos de la Cisjordania ocupada (el resto de la población cizjordana está regida por un burocrático ente militar israelí llamado “Administración Civil”, creadores de un sistema legal dual que aplica una discriminación institucional basada en la nacionalidad con la intención de favorecer a un grupo sobre otro) La otra parte, representada por el movimiento islámico de masas Hamas que controla parcialmente la Franja de Gaza, es considerada irrelevante por Israel para alcanzar un acuerdo de paz pues es catalogada como una organización terrorista comprometida con la destrucción del estado hebreo. Sin embargo cuando lo necesita, Israel negocia con ella por canales indirectos (mediadores de otros países) ya sea para intercambiar prisioneros o para alcanzar ceses al fuego luego de disputas bélicas.
La situación en Gaza tampoco es simple debido a que sigue cercada por el ejército: si bien los israelíes no tienen más colonias en el territorio costero y replegaron sus bases militares de la misma en 2005, controlan el espacio aéreo, marítimo y todos los pasos fronterizos (menos uno con Egipto). Además, Gaza ha sido invadida varias veces después de la supuesta retirada y sufre la amenaza constante israelí del corte de suministros médicos y alimenticios que entran por sus fronteras, que por supuesto Israel controla junto con el suministro de agua y energía eléctrica. Los ciudadanos israelíes repiten hasta el hartazgo que Gaza no está ocupada y que sólo reciben agresiones y cohetes provenientes de la misma después de su retirada pero –un improvisado diría- “si esto no es ocupación, ¿la ocupación donde esta?”.
A la vez, el perverso juego del palestino “bueno” (con el cual negociar) y el palestino “malo”(al cual repudiar), es una formula que imposibilita la llegada a buen puerto de cualquier entendimiento por la paz. Cualquier acuerdo alcanzado con la Autoridad Palestina (que controla parte de Cizjordania) será automáticamente rechazado por el Hamas (que controla parcialmente Gaza) al quedar al margen del mismo. Sumado a que la organización político-islámica posee la mayor cantidad y calidad de armamento entre todos los movimientos de resistencia palestinos, están bien organizados y representan a una gran parte de la población, cualquier tratado firmado sólo con los palestinos “buenos” es como guardar “un misil en el placard” esperando a que estalle.
Es decir todo termina en un ida y vuelta imposible ideado para que las negociaciones con la Autoridad Palestina sean irrelevantes a pesar de cualquier entendimiento final (no hay que ser adivino para entender que si no hay un acuerdo que incluya a Hamas, una nueva ronda de violencia está asegurada). Y para que se cumpla el fin de sus propósitos, Israel tiene que tener a Hamas dominando Gaza porque le garantiza la desconexión entre la Franja y Cizjordania y su realidad como dos entidades separadas. Cabe recordar que los acuerdos de paz de Oslo, firmados en la década del noventa entre palestinos e israelíes, estipulan que los dos territorios son una sola entidad geográfica inseparable pero, en la práctica, Israel hace todo lo que está a su alcance para dividirla.
Otra falacia consiste en hablar de la reanudación de los contactos entre las autoridades israelíes y palestinas cuando, en la práctica, nunca se interrumpieron. La Autoridad Palestina es dependiente de Israel en casi todos sus acciones y la tónica del dialogo es siempre la misma: los palestinos pidiendo día a día autorizaciones de todo tipo al gobierno israelí y el ocupante exigiendo gestos de “buena conducta” a cambio. Claramente la relación diaria entre un ocupado y un ocupante. De esta manera la misma dinámica se repite en las negociaciones de paz, donde todas las precondiciones que el ocupante le exige al ocupado son imposibles para un acuerdo: la exigencia al conquistado de que afirme que Israel es un estado judío y no un estado para todos sus ciudadanos (el estado hebreo tiene 20 % de población árabe), la no-partición de Jerusalem en dos capitales para dos estados, y el mantenimiento de la mayoría de las colonias en territorio palestino. Un circulo cruel donde predomina el “si no nos dan, no reciben”, y que transfiere la responsabilidad de la culpa de la ocupación al pueblo palestino.
Íntimamente el gobierno israelí sabe que estas conversaciones no van a llegar a ningún destino concreto, pero la insistencia para el relanzamiento de las mismas por parte de Israel se explica en tratar de conservar algún tipo de legitimidad internacional (¡los israelíes están negociando por la paz¡) luego de 46 años de colonización y tratar de posponer medidas internacionales contra ellos hacia un indefinido futuro. Sin ningún pudor ni secreto, los representantes israelíes vienen diciendo desde hace años que mientras no haya chances para un acuerdo “las conversaciones deben ser retomadas”. Tan simple y tan complicado.
Lo cierto es que las generaciones cambian y la población palestina actual no cree en la posibilidad de llegar a un acuerdo de paz con los israelíes, por la simple razón de lo que los israelíes están dispuestos a ofrecer no contempla las mínimas expectativas de la población autóctona árabe y todos los esquema presentados por el primer ministro israelí Benjamín Nethanyahu y compañía demuestran que los israelíes no están listo para un acuerdo justo. ¿Que seria un acuerdo justo para los ocupados?: el fin de la construcción de asentamientos en la Palestina ocupada, la libre circulación de la población Palestina por los territorios y la independencia económica del mismo. Algo que ni el mayor de los gobiernos liberales israelíes se comprometió jamás a cumplir por escrito debido a que no están dispuestos a pagar el precio social que implica evacuar casi doscientos mil colonos que viven en tierra ocupada. No hay que olvidar que de los seis acuerdos firmados en el pasado con los palestinos, ninguno compromete a Israel a no construir asentamientos en los territorios conquistados. Y esto no es un accidente.
Y para comprobar que el gobierno israelí no tiene ninguna intención real de abandonar los territorios ocupados, está el plan aprobado por la Administración Civil (autoridad israelí encargada de Cizjordania) de construir 473 kilómetros de vías junto a 30 estaciones para 11 líneas de tren con el propósito de conectar las ciudades palestinas y colonias judías con los grandes centros urbanos de Israel. Todo esto, días después que el secretario de estado estadounidense John Kerry relanzara las conversaciones de paz. Y si aún si los palestinos usaran este ferrocarril, sus rutas están planeadas según las necesidades de la población judía colona, ignorando de plano que Cizjordania es parte de un Estado Palestino independiente, reconocido el año pasado en las Naciones Unidas por amplia mayoría.
Tan simple y tan complicado como la realidad. Una realidad en la cual 20 años de conversaciones de paz solo han intensificado una férrea ocupación que ya lleva 46 años y contando.
* Fotografía de Ezequiel Kopel