Homenaje al Bocha Maschio: la historia detrás del ídolo

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    Humberto Maschio
    Maschio, campeón del mundo en Racing.
El adiós a un grande

Homenaje al Bocha Maschio: la historia detrás del ídolo

21 Agosto 2024

Este martes partió Humberto Maschio, el Bocha. Una gloria de Racing y del fútbol argentino e italiano, ya que jugó para la selección azzurra el Mundial de Chile ‘62 y en Atalanta, Inter, Fiorentina y Bologna.

En cualquier necrológica van a poder leer sus logros deportivos: figura del seleccionado argentino que con aquellos "carasucias de Lima" ganó el Sudamericano (actual Copa América) del ‘57 goleando a Brasil en la Final y cerebro en la cancha del Equipo de José, fue campeón de Primera en el ’66 y el año siguiente obtuvo la Libertadores y el primer título mundial del fútbol argentino. Como técnico, siendo hincha e ídolo de Racing, sacó campeón de la Copa Libertadores nada menos que a Independiente: una muestra de que el fútbol todavía no estaba copado por la “cultura del aguante”.

Pero, para mí, el Bocha era el primo hermano de mi viejo. Es decir, parientes bastante cercanos. Ambos compartían como segundo nombre Dionisio (Andrés Dionisio era mi viejo y Humberto Dionisio, el Bocha), por un tío materno, hermano de mi abuela y de mi tía abuela: Carola, la mamá de Maschio. Había un tercer Dionisio, Osvaldo, del que solo me enteré de su existencia por el propio Bocha, hijo de una tercera hermana del tío Dionisio.

Aquel tío murió asesinado, por la época en que los primos nacieron, con un mes de diferencia (enero/febrero de 1933). Fue una catástrofe familiar. Aparentemente, el Dionisio original se metió en problemas por una mujer y su pareja se vengó a tiros. Las versiones difieren en un detalle: según el Bocha el victimario era nada menos que el mejor amigo de Dionisio, que terminó sus días en la cárcel, acongojado por el dolor. Un detalle que le escuché a mí viejo es que ese amigo era parte de la pesada de Barceló, el caudillo conservador y mafioso de Avellaneda de esos años.

Dionisio era fanático de la Academia. Tanto, que trasmitió esa pasión a la familia, empezando por los primos Ruggeri/Maschio. Según me contó mi papá, en unas de las escasas charlas sobre su infancia y familia, Dionisio vivía al compás de la campaña de Racing, feliz cuando ganaba y triste si perdía, al punto de encerrarse en la pieza por horas o días cuando eso pasaba. Su trágica muerte quedó marcada en los nombres de los primos, hijos de sus hermanas María Luisa y Carola.

Humberto y Andrés se criaron juntos. Cuando mi abuela fue internada en un psiquiátrico, mi viejo tenía 4 años y la tía Carola, la mamá del Bocha, pasó a ocupar su lugar. Poco y nada sé de ese período, ni tampoco cuál fue el problema de mi abuela. Posiblemente, algo que ahora se trataría de otra forma y en esa época significaba un encierro de por vida. Mi viejo se vio privado de su mamá a esa temprana edad, y no la volvió a ver.

Después, la vida separó a los primos: el Bocha se convirtió en un futbolista de excelencia y fama internacional, mi viejo en un periodista prometedor. Por supuesto, siempre nos hablaba del Bocha: estaba profundamente orgulloso de su primo, pero nunca nos llevó a verlo, se distanció tanto de él como del resto de la familia, a la que apenas conozco. Solo conservo algunas imágenes de la memoria infantil, anécdotas que me contó mi padre, y saber que era pariente de un campeón del mundo con Racing.

Hace cinco años, en septiembre de 2019, lo contacté (ya lo habían hecho mi vieja y mi hermano) y lo fuimos a ver con mi hermana Paula a un café de Avellaneda donde iba a desayunar todos los días.

Nos recibió como si fuéramos unos sobrinos que siempre veía, charlamos como dos horas. Al Bocha le gustaba hablar y, casi por costumbre, supongo porque es lo que todos le preguntaban, habló de su vida de futbolista, en Italia, en Racing, incluso como entrenador de Independiente.

Pero nosotros queríamos saber otra cosa, de tiempos más lejanos. Entonces nos contó de su padre, un obrero duro y trabajador; de su madre y de nuestro abuelo (poco: “un tipo muy callado”, dijo). Gracias a una pregunta de mi hermana, nos enteramos que todos venían de un mismo pueblo de Italia: Castano Primo, cerca de Milán. Es decir, mi abuelo y mi abuela (y obviamente la madre del Bocha) eran oriundos de ese pequeño pueblo, lo que fue una sorpresa.

En las palabras del Bocha iban apareciendo pinceladas de una historia del pasado, de inmigrantes tanos llegados a este país hace más de un siglo, instalados en una barriada del sur de Buenos Aires, albañiles, obreros, familias de clase trabajadora que, por lo menos en el caso de mi abuelo, también militaban en el socialismo.

Pudimos entrever que si bien mi abuelo Andrea Ruggeri vino escapado por esa militancia en la izquierda de la persecución fascista (nada más actual, por desgracia), cuando llegó trabajó como obrero de la construcción y se juntó con la comunidad italiana oriunda de su mismo pueblo de origen, y se casó con la hija de un integrante de esa comunidad.

El tío Dionisio, el hincha de la Academia. La tía Carola, mamá del Bocha y tan querida por mi viejo. Mis dos abuelos, que no llegué a conocer. Todos, parte de una misma historia de migración, pobreza, trabajo y lucha. El destino y su destreza, disciplina e inteligencia hicieron que el Bocha, que acaba de fallecer a los 91, diera un paso más allá de esa historia y se convirtiera en un gran jugador de fútbol.

Habíamos quedado en ir a la casa y almorzar con sus hermanas, pero la pandemia y las circunstancias hicieron pasar el tiempo y perder esa oportunidad. Con el Bocha se va parte de la historia grande de Racing y una parte de mi propia historia.

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Humberto Maschio
El Bocha Maschio, fotografiado por su primo, Andrés Ruggeri padre.

Las fotos también dicen algo. La que está en blanco y negro la sacó mi viejo en uno de esos momentos en que se volvieron a encontrar, ya con el Bocha de regreso a la Argentina. No sé la fecha, es entre el ‘68 y el ‘69. La otra, de cuando conversamos con él en septiembre de 2019.

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Humberto Maschio y Andrés Ruggeri
Humberto Maschio y Andrés Ruggeri hijo, en 2019.

Hoy toca despedir a un hombre que contribuyó a hacer conocido mundialmente al fútbol argentino, abrió a Racing las puertas de la gloria y, en una charla larga de café, nos reencontró con una historia familiar que empalma con la colectiva, a un lado y otro del Atlántico.

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